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Los Que Imitan

Los Que Imitan

Status: En proceso
Genre:Terror / Apocalipsis
Popularitas:427
Nilai: 5
nombre de autor: jose yepez

En un mundo donde la posición del ser humano en el planeta se ve amenazada por intrusos desconocidos que intentan ocupar su lugar, este diario que acabas de encontrar contiene en el las voces de aquellos que no quieren quedar en el olvido

NovelToon tiene autorización de jose yepez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

20/04/2026

Su nombre es Emily.

Lo supe apenas encontramos un refugio improvisado, a un par de kilómetros del infierno que dejamos atrás. Caminamos durante horas sin cruzar palabra, rodeados por los ecos lejanos de disparos y gritos que aún resonaban en nuestra memoria. El silencio entre nosotros era denso, pero no incómodo. Era una tregua. Una pausa compartida.

La cabaña apareció entre los árboles como una promesa frágil. Estaba casi derruida, olvidada por el tiempo y la guerra. Cuatro paredes a medio caer, con grietas por donde el viento se colaba como un susurro helado. Un techo agrietado. El suelo cubierto de hojas secas y polvo. Pero suficiente. Suficiente para descansar. Para respirar sin miedo. Para no morir por unas horas.

La miré a la luz de una linterna pequeña que milagrosamente aún funcionaba, aunque su luz era débil y temblorosa, como una llama a punto de extinguirse. Emily se sentó en un rincón, con la espalda contra la pared más sólida que encontramos. Desde ahí, podía ver la puerta. Controlarla. Estaba siempre alerta.

Tendrá unos veinte años, tal vez menos. Su piel, marcada por el sol, el polvo y quién sabe cuántas noches sin dormir, parecía más vieja de lo que debía. Pero sus ojos… grandes, atentos, reflejaban una mezcla compleja de vigilancia, tristeza y algo más. Algo roto. Cicatrices invisibles que llevaban demasiado peso. No se fía de mí. Lo noto en su cuerpo, en cómo siempre mantiene un brazo cerca de su mochila, como lista para huir si algo cambia, si yo cambio.

No hablamos mucho. No hace falta.

A veces el silencio dice más que cualquier palabra.

Compartió conmigo el último trozo de pan que guardaba en su mochila. Un pedazo pequeño, seco, pero que parecía sagrado. Un gesto simple, pero que sentí como un regalo inmenso. Me negué al principio. Me dolió verla ofrecer eso. Pero ella insistió, con una mirada firme, casi desafiante. No quise arrebatarle la dignidad de ofrecer algo en un mundo que ya no ofrece nada. Me lo llevé a la boca con lentitud, casi con culpa.

Observándola más de cerca, noté detalles que antes se me habían escapado. Tiene el cabello cortado de manera irregular, como si lo hubiera hecho ella misma con un cuchillo o una navaja oxidada. No por estilo, sino por necesidad. Su ropa está sucia, llena de parches cosidos a mano, remendada una y otra vez con restos de otras prendas. Cada movimiento suyo es medido, eficiente, como el de un animal salvaje que aprendió a sobrevivir en territorio hostil, en un mundo donde confiar es una sentencia de muerte.

No preguntó por mi herida.

Aunque ha visto mis gestos de dolor, aunque sabe que algo dentro de mí se está pudriendo lentamente. Me cuesta respirar hondo. Cada paso me duele. Pero no dice nada. Respeta mi silencio.

Como yo respeto el suyo.

Esta tarde encontramos un supermercado saqueado. El lugar era una ruina, un esqueleto de lo que alguna vez fue. Estantes volcados, cajas registradoras vacías, vidrios rotos por todas partes. Pero aún había algo allí, escondido entre los escombros: una lata de duraznos en almíbar. Emily la descubrió, brillando como un tesoro enterrado. La sostuvo entre sus manos con cuidado, como si temiera que se desvaneciera.

La abrimos con mi navaja.

Compartimos el contenido, sentados en el suelo, con la espalda apoyada en la misma pared rota. Cada cucharada era como un festín, un regalo que no merecíamos pero que agradecimos en silencio.

Y durante ese momento fugaz, mientras el sol se filtraba a través de las grietas y bañaba su rostro en una luz dorada, vi algo extraordinario:

Emily sonrió.

No duró más que un parpadeo.

Pero fue real. Una chispa de humanidad entre tanta ceniza.

Esta noche dormimos por turnos.

Cuando me tocó vigilar, me quedé mirándola dormir.

Sus facciones endurecidas por la vida recuperaban, en el sueño, una suavidad que casi me hizo olvidar dónde estábamos. La forma en que su pecho subía y bajaba con cada respiración, la quietud de sus manos, la leve contracción de sus cejas como si incluso en sueños aún luchara… todo eso me conmovió más de lo que debería.

Y por un instante, solo un instante, creí que quizá…

Aún quedaba algo por lo que luchar.

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Eloi Martinez
Tu forma de escribir te envuelve en ese escenario , seguiré leyendo.
♡お前のペンデハ♡
🤩¡Tu novela me tiene enganchada! No puedo esperar para leer lo que sucede después.
Đông đã về
Tu historia es mágica, los detalles y la trama me hacen querer más🧚‍♀️
Koichi Zenigata
Impactante capítulo
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