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Mí Dulce Debilidad.

Mí Dulce Debilidad.

Status: Terminada
Genre:Romance / Mafia / Amor a primera vista / Completas
Popularitas:12.1k
Nilai: 5
nombre de autor: GiseFR

Lucia Bennett, su vida monótona y tranquila a punto de cambiar.

Rafael Murray, un mafioso terminando en el lugar incorrectamente correcto para refugiarse.

NovelToon tiene autorización de GiseFR para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 7

La mañana siguiente amaneció con un sol tímido filtrándose entre las nubes de Nueva York.

Lucía, como siempre, abrió la librería, aunque esta vez su rutina no consiguió calmar la inquietud que sentía desde el intento de “robo” del día anterior.

Había algo en el ambiente, como una vibración sutil, que la mantenía en constante estado de alerta.

Acomodaba unos libros en la sección de clásicos cuando la campanilla de la puerta sonó.

Se giró automáticamente, esperando ver a algún cliente habitual.

Pero no.

Allí, enmarcado por la luz de la calle, estaba él.

Traje oscuro perfectamente entallado, abrigo largo, el cabello oscuro peinado hacia atrás, el porte de alguien acostumbrado a ser obedecido.

Sus ojos azules la atraparon al instante, pero no había amenaza en ellos esta vez.

Solo... una extraña calma.

Se acercó con pasos lentos, medidos.

Lucía sintió que el aire a su alrededor cambiaba, se volvía más pesado.

Cuando estuvo frente a ella, le dedicó una leve sonrisa —una que apenas curvó sus labios, pero aun así parecía sincera—, y habló con una voz grave, que tenía la capacidad de acariciar o estremecer, según quisiera:

—Soy Rafael Murray —dijo simplemente.

Lucía parpadeó, desconcertada un momento.

Por fin tenía un nombre para el hombre que había aparecido en su vida de manera tan abrupta.

—Yo... soy Lucía Bennet —respondió con una pequeña sonrisa, un tanto nerviosa, extendiendo la mano.

Él dudó apenas un segundo —lo justo para que su frialdad habitual vacilara—, y luego tomó su mano con suavidad, pero con firmeza.

—Lo sé —dijo en voz más baja, casi en un susurro privado.

Lucía apartó la mirada, sintiéndose absurdamente vulnerable bajo su escrutinio, y decidió mantener la compostura:

—¿Puedo ayudarte en algo... Rafael?

La forma en que pronunció su nombre lo hizo sonreír apenas.

—Digamos que... vine a agradecerte —repuso—. Por tu ayuda la otra noche.

Lucía asintió, sin saber muy bien qué decir. Parte de ella quería preguntarle quién era realmente, por qué estaba siendo vigilada, por qué su sola presencia hacía que su corazón latiera así.

Pero no preguntó.

No todavía.

Conversaron un rato.

Sobre libros, sobre la librería, sobre el amor de Lucía por las historias antiguas.

Rafael escuchaba más de lo que hablaba, y cuando decía algo, sus palabras eran medidas, inteligentes, casi hipnóticas.

Durante la charla, el sonido de un coche pasando lentamente frente a la librería hizo que Rafael dirigiera una rápida mirada hacia la ventana.

Su expresión se endureció solo un segundo, lo suficiente para que Lucía notara un atisbo del hombre que realmente era.

No solo el elegante desconocido de la librería. Sino algo más oscuro, más peligroso. Algo... prohibido.

Cuando volvieron a mirarse, Rafael recuperó su calma habitual.

Pero Lucía, que era más perspicaz de lo que parecía, lo había visto.

Y algo, muy en el fondo, le decía que su vida estaba a punto de cambiar.

---

Mientras tanto, en un edificio de oficinas lujoso, en el centro de la ciudad, una conversación se desarrollaba entre dos hombres.

Uno de ellos era Vittorio Rivetti, jefe del clan Rivetti.

De mediana edad, cabello canoso peinado hacia atrás, mirada fría como el hielo, tenía la sonrisa de alguien que no había perdido una guerra en años.

Frente a él, uno de sus subordinados —un hombre más joven, nervioso, llamado Emilio— hablaba en voz baja.

—¿Está seguro de que podemos confiar en ese tipo? —preguntó Emilio, con una mueca de desconfianza—. No es uno de los nuestros. Y si Murray se entera que estamos usando a un traidor para llegar a él...

Vittorio tamborileó los dedos sobre su escritorio de madera oscura.

—No me hables de confianza, Emilio —dijo con tono cansado pero amenazante—. Aquí no confiamos en nadie. Solo usamos a quien nos conviene.

—Pero, señor... —insistió Emilio— ese sujeto... no sé. No parece confiable ni para sus propios intereses.

Vittorio sonrió, una mueca cruel.

—Perfecto —dijo simplemente—. Porque no necesitamos lealtad. Solo necesitamos que nos abra la puerta. Una vez que Murray esté de rodillas... —Se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando de forma depredadora—. ...ninguno de ellos importará.

El silencio que siguió fue más pesado que el plomo.

El juego había comenzado. Y en el centro de todo, como una mariposa atrapada en medio de una tormenta, estaba Lucía Bennet.

Inocente.

Y completamente ajena a los monstruos que se movían en las sombras.

La presencia de Rafael Murray en la librería se volvió, de forma casi natural, algo habitual.

No todos los días, pero sí lo suficiente como para que Lucía empezara a esperarlo sin querer admitirlo. Siempre vestido impecablemente, siempre correcto, siempre con esa manera de mirar que parecía capaz de desarmarla en silencio.

No era un cliente común.

Nunca lo había sido.

A veces hojeaba libros de filosofía o historia con verdadero interés; otras, simplemente se apoyaba en el mostrador y dejaba que Lucía hablara.

Y ella, para su sorpresa, descubría que con él podía hacerlo.

De cualquier tema.

Se reían en voz baja, compartían anécdotas sobre autores antiguos o discutían pequeñas trivialidades como si se conocieran de toda la vida.

Rafael, que en otros tiempos jamás habría perdido tiempo en conversaciones intrascendentes, encontraba en esa normalidad algo adictivo.

Un refugio.

No había política, ni sangre, ni traiciones en esa pequeña librería iluminada por lámparas cálidas.

Solo estaba Lucía.

Y su risa suave.

Y sus ojos brillando cuando hablaba de los libros que amaba.

---

Una tarde particularmente fría, Rafael llegó mientras caían los primeros copos de nieve del invierno.

Lucía, envuelta en un suéter ancho y una bufanda azul, sonrió al verlo entrar.

—¿Otra vez por aquí? —preguntó con fingida sorpresa mientras acomodaba unos ejemplares en la vidriera.

—Podría decir que vine por un libro —respondió Rafael, quitándose los guantes de cuero negro con calma—. Pero estaría mintiendo.

Lucía soltó una risa nerviosa, bajando la mirada.

Él se acercó un poco más, apoyándose en el borde del mostrador.

—¿Entonces? —bromeó ella— ¿Cuál es la excusa de hoy?

—Quería saber cómo estabas —respondió, más serio.

Lucía lo miró, notando por primera vez algo diferente en su voz: una preocupación genuina.

—Estoy bien —dijo, encogiéndose de hombros—. Solo... —hizo una pausa— solo ha sido una semana extraña.

Rafael asintió, comprendiendo más de lo que decía.

Durante un momento, el silencio entre ellos fue cómodo.

Cómplice.

Él le tendió algo entonces.

Un pequeño paquete envuelto en papel sencillo.

—¿Qué es esto? —preguntó Lucía, sorprendida.

—Un libro —dijo Rafael con una ligera sonrisa—. Uno que pensé que te gustaría.

Lucía desenvolvió el paquete con cuidado, revelando una edición antigua y preciosa de "Jane Eyre".

Sus ojos se abrieron con asombro.

—Es hermoso —susurró, acariciando la cubierta gastada.

—Pensé que era... adecuado —murmuró Rafael, bajando la mirada por primera vez.

Lucía sintió que el corazón le daba un pequeño vuelco. Nadie le había regalado algo así jamás.

Y mucho menos alguien como él.

—Gracias —dijo sinceramente, sin poder dejar de sonreír.

Rafael asintió en silencio, pero algo en su interior se tensó.

Porque, por primera vez en mucho tiempo, le preocupaba herir algo. Romper algo.

Y ese algo... era ella.

---

Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, lejos de la calidez de la librería, la oscuridad seguía moviéndose.

El traidor —cuyo verdadero nombre pocos conocían— caminaba por un callejón solitario, hablando por teléfono en voz baja.

—¿Entonces? —preguntó su contacto del otro lado de la línea.

—Murray está distraído —respondió el traidor—. Está perdiendo el enfoque.

—¿Por la chica?

—Sí. No la deja sola. No se mueve sin asegurar que ella esté segura. Está... vulnerable.

Un silencio pesado se extendió.

Luego, la voz al otro lado habló, con tono de orden:

—Entonces ya sabes qué hacer.

El traidor sonrió con una mueca cruel.

—Será un placer.

Y colgó.

La tormenta, pensó mientras guardaba el celular, apenas estaba empezando.

Esa noche, en el penthouse de Rafael, las luces de la ciudad parpadeaban como luciérnagas lejanas.

Rafael se encontraba en su oficina, de pie junto a la ventana, mirando en dirección al distrito donde se encontraba la pequeña librería.

Sus hombres, formales y atentos, aguardaban sus instrucciones.

—Él no se detendrá —dijo Rafael, su voz baja pero llena de convicción—. Sabe que lo estamos cazando... y sabe que ahora tiene algo que puede usar.

Víctor, su mano derecha, asintió con gravedad.

—Estamos preparados, jefe.

Rafael se volvió, su rostro completamente serio:

—Quiero ojos en ella todo el tiempo.

Ni un solo descuido.

Él cree que ella es mi debilidad...

Pausó, una sonrisa fría y feroz asomando en sus labios.

—...pero no lo es.

Lucía no me debilita.

Me hace más fuerte.

El juramento no se dijo en voz alta, pero ardía en su interior como una promesa inquebrantable.

Ya era demasiado tarde para apartarla de su vida.

Ahora, solo quedaba protegerla.

A cualquier precio.

1
Aura Rosa Alvarez Amaya
Ya apareció el peine 😤
Aura Rosa Alvarez Amaya
Hey verdad!
Éste hombre no duerme?
Caramba!!!
bruja de la imaginación 👿😇
muy bella está historia , muy diferente me encantó
Aura Rosa Alvarez Amaya
Ya valió!
Éste tipo ya la localizó
y ahora?
Adelina Lázaro
que hermosa novela 👏👏
Flor De Maria Paredes
porque no sigue la novela la dejan en lo más interesante que hay que hacer para seguir leyendo ñorfa
Flor De Maria Paredes
de todas las novelas que he leído está es la mejor muy tierna felicidad a la escritora
Tere.s
está mujer se muere ahí
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