Amor Sobre Ruedas

La fiesta estaba llegando a su apogeo, mientras Valeria seguía con su entrenamiento y su terapia. Ella solo quería una cosa más que nada y era poder irse a descansar y salir de aquel lugar.

Y lo más importante era volver a su casa y estar con su hermano, ya no tenía que quedarse con Maik, su recuperación estaba completa y el trabajo la estaba esperando.

- Pero que tenemos acá. Te perdiste.

- Para nada Lorenzo, voy a mi habitación.

Mientras un hermano era frío y calculador, el otro era todo un don juan.

- Porque el afán, deberías unirte a nosotros, nunca vas a volver a estar en una fiesta de estas.

Lorenzo poco a poco había acorralado a Valeria contra la pared cerca de la piscina.

- No me gusta la muchedumbre.

- Somos mejores que usted, todos nosotros tenemos más dinero que tú.

- El dinero no lo es todo, los valores son más importantes.

Una mano de Lorenzo se apoyaba en la pared, mientras que la otra recorría el brazo desnudo de Valeria. Ella en ese momento solo tenía puesto un top, y una pantaloneta.

- Le pido el favor que me deje pasar, no soy como las mujeres de acá.

El énfasis que ella hizo en mujeres, tenía una connotación más allá, y Lorenzo lo sabía, esas mujeres eran unas putas por así decirlo. Iban a esas fiestas para conseguir un acoston con él o con su hermano.

- Y tú no quieres estar conmigo o con mi hermano.

- Nunca, así que permiso.

Lorenzo nunca aceptaba un no como respuesta, así que coloco su pierna en la mitad de las de Valeria y la comenzó a besar, y ella con una astucia.

Acepto su beso, pero tenía planeado algo más, con mucho cuidado bajo su mano y tomo sus testículos con mucha fuerza haciéndolo retroceder.

- Te recomiendo, no compararme con sus putas baratas, no me interesa el dinero yo Puedo trabajar para conseguir lo que quiero.

- Suéltame maldita.

- Que esto sea una advertencia, de que conmigo no se juega.

La mano de Valeria se apretó aún más, haciendo retorcer de dolor a Lorenzo. No iba a permitir que nadie iba a volver a jugar con ella.

- Por favor... Suéltame.

- Claro.

Con una gran sonrisa lo comenzó a soltar, muy en el fondo ella sabía que él iba a reaccionar así que le propino un golpe bastante certero en la cara.

Este era un claro ejemplo de lo que ella era capaz si se metían en su camino.

Alejándose de Lorenzo, Valeria lo pudo escuchar maldecir, una sonrisa se le dibujo en los labios. Mientras ella caminaba feliz a su habitación él entro a la casa.

Cuando Maik lo vio entrar, no podía de la risa él había presenciado aquel espectáculo.

- ¿Qué paso hermanito?, no le digas que un hombre celoso te atacó.

- Púdrete.

- En el infierno, por ahora déjame divertirme con tu desgracia.

- No me dijiste que es pobretona sabía pelear.

- No lo sabía.

- La maldita me rechazó, me golpeó y casi me deja sin bolas.

La risa de su hermano resonaba en la cocina, era tan genuina, nadie nunca lo había escuchado reír de esa manera.

- Chiquita pero peligrosa, interesante.

Un bufido salió de los labios de Lorenzo, en cierta forma Valeria era un ser bastante extraño, y único.

Esa noche los hermanos se divirtieron de lo lindo, Lorenzo consiguió acostarse con una mujer, al igual que Maik.

Los días pasaron y por fin Valeria entro al equipo de Maik, ella no iba a ser su mecánico principal, solo cubriría el puesto de Samuel. Ya que él iba a chupar el puesto de Henrry.

Con los conocimientos que ella ya tenía sobre el auto de Maik, comenzó a trabajar. Parecía una niña en una dulcería ver aquel motor de Mercedes con una combustión interna De V6, turbo alimentadores de 1.6 litros, potencia alrededor de 1.000 caballos de fuerza.

Un chasis hecho en fibra de carbono, caja de cambios de 8 velocidades y una reversa, era un maldito sueño hecho realidad, estaba frente al diablo rojo el auto del inconfundible Maik Rowan.

Al tocarlo, sentía como tener un maldito orgasmo, ella había estado con el auto de su hermano, Pero nada se compraba con esa belleza, este auto podía recorrer 97 Kilómetros en menos de unos segundos.

Lo que más quería era sentir esa potencia, estar en esa pista y dejarse llevar, así como lo había cuando conducía su moto.

- Este es el maldito cielo. - Pero a la vez el mismo infierno.

- Tanto te gusta mi auto. - ella se sobresaltó al escuchar a Maik detrás de ella.

- Lastima el dueño.

- Oye no me trates así.

- Como, usted es un hombre arrogante, frío, manipulador.

- Me alagas con tus cumplidos.

Valeria no lo miraba a él, su vista siempre estaba en el auto que tenía enfrente. Prefería que las condiciones fueran otras, pero no podía. Era hora de comenzar a responder por la parte de su trato y no podía olvidar, que había varios hombres detrás de ella esperando un pago mensual.

- ¿Cuántas carreras lleva este hermoso motor?.

- Una carrera más y tendré que cambiarlo, ya sabes que el motor de un monoplaza solo puede aguantar de 7 a 8 carreras.

- Sí, es una lástima deshacernos de él, Pero bueno, ahora sí a trabajar.

Mientras ella trabajaba, Maik la miraba no estaba acostumbrado a ver lo que hacían sus mecánicos o sus ingenieros, él solo esperaba los resultados en la carrera. Así pasaban los días, el llegaba observaba lo que hacían, en especial a su nueva adquisición.

Ella por su parte lo ignora por completo, era como si su mundo se disolviera, no existía nada más que el motor que tenía delante de ella.

Para Maik ella era diferente, sus movimientos lo hacían reír, su concentración era única a tal punto que no se sabía si ella se acordaba que el se encontraba en el taller o no.

- Maldita sea.

Valeria lo dice para si misma, al escuchar el sonido, al verlo su cara cambia por completo. Está más pálida que de costumbre.

- ¿Algún problema?.

- Demonios, no sabes tocar la puerta, que hacer escondido como un maldito ladrón.

- Llegué hace rato, saludé a todos, y tú no te habías dado cuenta.