Luna siempre fue la chica invisible: inteligente, solitaria y blanco constante de burlas tanto en la escuela como en su propio hogar. Cansada del rechazo y el maltrato, decide desaparecer sin dejar rastro y unirse a un programa secreto de entrenamiento militar para jóvenes con mentes brillantes. En un mundo donde la fuerza no lo es todo, Luna usará su inteligencia como su arma más poderosa. Nuevos lazos, rivalidades intensas y desafíos extremos la obligarán a transformarse en alguien que nadie vio venir. De nerd a militar… y de invisible a imparable.
NovelToon tiene autorización de Luna de Tinta para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Desafío final
El disparo resonó en el aire como un eco que no cesaba. El sonido me retumbaba en los oídos, y mi cuerpo se paralizó por un instante. No era una prueba más. No era un ejercicio controlado. Este era un enfrentamiento real. Una amenaza tangible.
La figura de la máscara se acercó rápidamente, sus pasos firmes, su postura agresiva. Me adelanté instintivamente para proteger a Eliza, aunque sabía que no teníamos armas para enfrentar a este enemigo.
—¿Quién eres? —exigí, mi voz más firme de lo que me sentía.
La figura no respondió de inmediato. En lugar de eso, levantó un dispositivo, algo que parecía un intercomunicador, y presionó un botón. La niebla parecía espesarse aún más. Me miró con frialdad desde detrás de la máscara.
—Ustedes están en territorio enemigo. —Su voz, distorsionada, tenía un tono grave, y parecía casi burlona—. El juego acaba aquí.
El aire se volvió pesado. Un segundo disparo hizo que mi corazón saltara en mi pecho, pero esta vez no fue hacia nosotros. Fue al aire, como una señal.
—¡Cuidado! —grité a Eliza, pero ya era demasiado tarde.
Desde todos los lados, figuras encapuchadas comenzaron a emerger de la niebla. No estábamos solos. Y la misión ya no era solo una cuestión de llegar al punto de extracción. Ahora, se trataba de sobrevivir.
¿Quiénes eran estas personas? Nadie nos había advertido de nada. Nos habían dicho que esta era la última etapa del entrenamiento, pero no nos dijeron que estábamos a punto de ser atrapados en una emboscada real.
La niebla se hizo aún más espesa, y la figura enmascarada hizo un gesto. En ese instante, comprendí lo que estaba sucediendo: el campo de entrenamiento no era solo un lugar de pruebas. Había sido un campo de guerra simulado… pero ahora, algo mucho más siniestro estaba tomando forma.
—Vamos. Ahora. —La voz de Eliza me sacó de mis pensamientos. Estaba tirando de mi brazo, tirándome hacia una ruta oculta entre las rocas.
No cuestioné su decisión. Sabía que si no corríamos, no saldríamos vivos.
Corrimos juntos por lo que parecían horas, aunque no teníamos forma de saber cuánto tiempo había pasado. La niebla lo cubría todo, y las sombras nos rodeaban. El silencio era casi insoportable. Nos manteníamos alertas, pero todo lo que oíamos eran nuestros propios pasos apresurados.
¿Dónde estaban los demás? ¿Dónde estaba el punto de extracción?
Las preguntas eran muchas, pero la única respuesta era seguir adelante. No había espacio para la duda. El cuerpo reaccionaba automáticamente, forzando a mis piernas a moverse aún cuando sentía que mis fuerzas se agotaban. Eliza no decía nada, pero su mirada concentrada hablaba por ella. Sabía que no íbamos a rendirnos. Ninguna de nosotras lo haría.
Después de lo que parecieron kilómetros de huida, llegamos a una zona rocosa, con un pequeño refugio. Un par de árboles torcidos ofrecían algo de protección del viento. Eliza se dejó caer al suelo, respirando pesadamente.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó, mirando al frente, donde las figuras encapuchadas ya no se veían. Quizás nos habíamos alejado lo suficiente, o tal vez nos estaban observando desde lejos, esperando el momento adecuado para atacar.
—No podemos quedarnos aquí. —Mi voz era tensa, pero resolutiva. Sabía que teníamos que salir de ese lugar. Las fuerzas especiales que nos estaban atacando no nos dejarían en paz.
¿Cómo habíamos llegado hasta aquí?
Todo había comenzado como un simple ejercicio, un desafío físico para medir nuestras capacidades. Pero ahora estábamos en medio de una situación crítica, sin saber exactamente quién estaba detrás de este ataque, ni cuántos de ellos había.
Eliza se levantó con rapidez.
—¿Entonces seguimos corriendo? —preguntó, mirando hacia el horizonte con los ojos entrecerrados.
—Sí. —Respondí sin vacilar. No había otro camino.
Cruzamos el área rocosa con sigilo, tratando de no hacer ruido. A medida que avanzábamos, la niebla comenzó a disiparse poco a poco, revelando más detalles del terreno. No estaba seguro de qué esperar, pero algo me decía que no podíamos confiar en lo que veíamos.
De repente, una figura emergió de la sombra de los árboles. No llevaba máscara. Era un hombre alto, de cabello oscuro, con un uniforme que no parecía ser parte del campo de entrenamiento. No tenía una expresión amenazante, pero su presencia era inquietante.
—¿Ustedes son las últimas del grupo? —preguntó con calma, observándonos.
La tensión aumentó. Miré a Eliza, pero ella estaba igual de desconcertada que yo.
—¿Quién eres? —preguntó Eliza, su tono más desafiante de lo que pensaba que sería.
El hombre sonrió, pero no era una sonrisa amigable.
—Soy parte del equipo de seguridad. —Hizo una pausa y nos observó detenidamente—. No han seguido el protocolo. Están fuera de la zona segura.
La frase me golpeó como un balde de agua fría. ¿Seguridad? ¿Por qué no nos lo dijeron? ¿Por qué no había habido advertencias sobre esta fase?
—Estamos tratando de sobrevivir aquí. —No pude evitar responder, con un tono más alto de lo que pretendía.
El hombre no se inmutó.
—Esto no es un juego. Este es un ejercicio de vida o muerte. Y ustedes acaban de demostrar que no tienen las habilidades necesarias. —Su tono ahora era autoritario. Podía sentir que no se trataba solo de un simple ejercicio. Había algo mucho más grande en juego.
Mi mente comenzó a procesar las palabras. No nos habían preparado para algo así. ¿Qué clase de entrenamiento era este?
—No podemos volver. —Eliza dio un paso al frente—. Si no podemos confiar en nuestro entrenamiento, entonces estamos perdidos.
El hombre no contestó de inmediato, pero su rostro mostró una leve comprensión.
—Quizás no entienden lo que está en juego. —Finalmente dijo, sus ojos mirando con dureza—. Este es el momento que separa a los que están listos para el campo de batalla de los que no lo están. Es hora de decidir qué clase de soldados van a ser.
Y entonces, como si todo fuera parte del entrenamiento, el hombre comenzó a retirarse, pero no antes de dejarnos con una advertencia.
—Nos veremos al final de esta prueba. Y espero que hayan aprendido lo suficiente para tomar la decisión correcta.
¿Decisión correcta?
No sabíamos qué significaba eso, pero algo me decía que nuestra verdadera prueba comenzaba ahora.
Nos miramos Eliza y yo, conscientes de que esta era la última oportunidad de probar que éramos más que simples cadetes. Esta era nuestra prueba de fuego.
Y no podíamos fallar.