Dinorah mira las facturas médicas de su madre, a su alrededor, su hermana adolescente Dalila, parlotea haciendo peticiones totalmente ridículas en vista de la precaria economía; no sólo es la convalecencia de su progenitora, si no que tampoco tiene empleo y los ahorros familiares ya están en cero.
Su belleza serena, su porte elegante y la necesidad impresa en sus gestos apenas perceptibles por un experto jugador de poker, hacen que Renzo llegue con una propuesta, que significa soluciones a corto plazo, ¿se cuestiona?, sí, pero la necesidad vence sus barreras morales, sin saber que es sólo el inicio de una red de mentiras, dónde si él corazón no se involucra tal vez podría salir ilesa.
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Capítulo 18
En una reunión tras otra transcurre la mañana de Roberto Costa; la última, un almuerzo de negocios que concluye a las tres (3:00) de la tarde y es cuando recibe la llamada de su asistente.
—Dime Ernesto— responde al abrir la comunicación, su entrecejo se frunce cuando escucha del otro lado de la línea la información que solicitó por la mañana y miles de sensaciones atraviesan su pecho, desconcierto, rabia, pero la peor de todas es la decepción.
Laura Villamizar, la mujer de la que se ha enamorado y es la causa de tanto dolor que siente el saberla la prometida de su hermano, no existe; esa mujer que acapara sus pensamientos y nubla su juicio es una farsa, una jugarreta más de Renzo a la que solamente alguien sin escrúpulos se prestaría.
—Gracias— es lo único que puede decir una vez que recupera el aliento...
En la mansión Costa luego de la cena, donde una vez más, Elena habla de la fiesta de compromiso y hacer una cena con la familia Villamizar; Dinorah siente que no puede más y un escalofrío recorre su espalda cuando Fernando, quien está sentado frente a ella y con una sonrisa enigmática, desliza una pequeña caja de terciopelo sobre la mesa de caoba pulida.
—Laura, querida— habla Elena, con voz dulce —queremos darte un pequeño obsequio, que es parte de una tradición que ha pasado de generación en generación en los Costa, para todas las mujeres de la familia.
La chica traga saliva, desconoce esa tradición de la que le hablan, toma en sus manos la caja de cuero con una sonrisa nerviosa, y al abrirla, queda sin aliento; dentro, un broche similar a la que porta la mujer junto a ella, es una joya exquisita de zafiros con incrustaciones de diamantes. Ya no aguanta la presión de estar inmersa en una historia que a todas luces no es más que una estafa, está cansada de fingir; sin embargo, se debate entre lo que debe hacer y el acuerdo al que llegó por dinero.
—Señora Elena, señor Fernando— comienza con voz suave Dinorah, sabe que no merece esa distinción, ella no pertenece y nunca pertenecerá a esa familia —Yo— titubea mirando a su falso prometido —yo no puedo aceptar esto, cierra la caja con la joya dentro y la desliza nuevamente en dirección a ellos.
—¿Y por qué no, Laura?— pregunta Elena, con voz fría, pero internamente complacida —es un símbolo de pertenencia, de que ya eres una más de las mujeres de la familia Costa.
Dinorah siente un nudo en el estómago, le avergüenza haberse prestado a engañar a esta familia, mira la tensión de Renzo y se obliga a fijar la vista en quienes le hablan.
—No es que no aprecie el gesto, de verdad, es sólo que no me siento digna de algo tan valioso, algo que simboliza toda una historia familiar— respira profundo, reuniendo todo su valor para finalmente decir la verdad, aunque no es el trato —Y, y hay algo que debo decirles sobre— el joven aprieta los puños, sabe lo que ella intenta hacer, el circo que montó, se le va a venir abajo, pero cuando va a intervenir y antes de que Dinorah pueda terminar la frase, Fernando la interrumpe con una risa forzada, golpeando la mesa suavemente con la palma de la mano. El mayor sabe que este es el momento preciso para acabar con la farsa, pero necesita saber qué tan lejos es capaz de llegar su hijo.
—¡Ah, Laura! No seas tan humilde, no hay nada que decir, querida, eres la prometida de nuestro hijo y eso te convierte en una Costa por derecho; por lo que no tienes que sentirte indigna de nada.
—Exacto, cariño— interrumpe la mayor —Fernando tiene razón, de hecho, más temprano estábamos justo hablando de los preparativos para la cena de compromiso— lo dice mirando a su esposo con complicidad —¿Has pensado en la lista de invitados?— cuestiona —queremos que sea un evento inolvidable.
Ella parpadea, viendo cómo su intento desesperado por decir la verdad, queda suspendido en el aire, la oportunidad de confesar la verdad se esfumó tan rápido como había aparecido, barrida por la intervención de sus "suegros" que, con una maestría perturbadora, desvían el rumbo de la conversación; mientras que Renzo, a quien los nervios la han mantenido inmóvil, pudo soltar el aire que no sabía que estaba conteniendo en sus pulmones.
Media hora más tarde, la pareja logra salir de la mansión, el frío de la ciudad se cuela por las rendijas de los altos edificios, pero el ambiente dentro del lujoso vehículo de alta gama es aún más gélido y el silencio únicamente amplifica la tensión entre ellos.
—¿Se puede saber qué demonios te pasó esta noche?— dice finalmente, deteniendo la marcha del auto y girando su cabeza, para clavar su mirada en ella —estuviste a punto de arruinarlo todo, el problema no es que rechazaras el regalo, si no la cara de culpa con la que lo hacías; ¿De verdad creíste que podías venir y soltar la verdad así como así?— inquiere y Dinorah se encoge, sintiendo el peso de esas palabras.
—Yo, yo no pude, Renzo, siento que me ahogo, no puedo seguir con la farsa y no podía aceptar algo tan importante para tu familia— responde con desesperación y él suelta una risa seca, sin pizca de humor.
—¿No podías?, ¿o es que de repente tu conciencia te ha jugado una mala pasada?, ¿después de todo lo que hemos acordado?, ¿después de todo lo que has recibido?— cuestiona con voz baja cargada de desprecio —no olvides por qué estás aquí; te he pagado, y muy bien, por el servicio de ser mi prometida, por ser Laura Villamizar— lo dice con la fuerza que un jefe ejerce, cuando reta a un empleado que incumplido su contrato.
Ella no responde, su lágrimas se acumulan en sus ojos, mientras él continúa hablando con indignación.
—Resulta que ahora vienes con escrúpulos, ahora te da por ser la mujer honesta— las palabras "mujer honesta" sale de sus labios con un sarcasmo tan hiriente que ella las siente como bofetada invisible —no te equivoques, Dinorah Vega, tú aceptaste esto y sabías en lo que te metías, ¿y ahora, quieres jugar a la víctima?, ¿después de venderte por un buen precio?.
La chica siente sus mejillas arder, no sólo por la vergüenza, sino por la rabia que que le da esas palabras cargadas de juicio y desprecio, definitivamente entendió que él la esta tratando como a una cualquiera.
—¡No me hables así!— replica, con voz temblorosa —tú sabes por qué hice esto, tú sabes que no tuve opción y no es lo mismo fingir un compromiso que aceptar algo que significa tanto para una familia, algo que se da con, con cariño de verdad.
—Tú aceptaste un trato y casi lo arruinas todo por un ataque de moralidad tardía— dice el menor de los Costa, poniendo en marcha nuevamente el vehículo —no lo eches a perder— concluye apuntándola con el dedo y mirada severa; es entonces cuando el silencio vuelve a instalarse entre ellos, pesado y lleno de acusaciones no dichas; en tanto, las luces de Nueva York parpadean indiferentes a la tormenta que se desató en el pequeño espacio del vehículo de lujo. Dinorah se aferró a su bolso, sintiendo el frío de la ciudad y el aún más frío por la palabras afiladas de Renzo.
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Se Acabó el tormento de la mentira!
Aunq ahora esta ese Tormento llamado Roberto, Instalado en tu cora!!!
Por ahora concéntrate en Ti y en tus proyectos. No dejes q Te Afecte lo q Otros, piensan de Ti...
Por q Si No , Creerán q es Verdad¡!!!
A otra cosa Mariposa,por q te Aseguro q Nuestros Suegritos Chilos, No dejaran de visitarte!!!
Vaya, vayaaaaaa!!!
Renzo menso, por fin empieza a utilizar ese pedazo de Neurona q aun vive dentro de esa cabezota!!!
Val, ay te encargo q le des su bue a dosis de Ubícatex y de Humildad!!
Tu tienes esa encomienda mana, tal vez seas Tú quien le enseñe por fin lo q es Vivir sin Mentiras!!!
Roberto pemdejo, a chillar a la Maternidad cabron!!!
Ahora la Bebes o la Derramas!!!
No puedo con esta angustiacion mana!!!!
Osea q de la mañana y yo pensando como partirle la mema a Beto!!!!
se pasoooo!!!!