Bajo La Luz De La Luna

Estaba Cádiz junto a Rowena mientras los demás permanecían en silencio. El ambiente estaba tenso debido a Cádiz. Él habló seriamente:

—¿Por qué no cierran la boca? Sus alardeos me molestan.

Si tanto dicen que fue ella, ¡muestren pruebas!

¡Aver! —dijo firmemente, mientras su mirada se volvía sombría.

Nadie respondió, y el ambiente hizo que todos se estremecieran, temblando de escalofríos.

—Ya veo, son todos unos mentirosos... Solo saben ladrar —murmuró fríamente mientras se acercaba a Rowena.

—¿Cádiz? —preguntó Rowena.

—Vámonos de aquí. Este lugar me da ganas de vomitar.

Rowena sentía escalofríos y se dio cuenta de que, sin querer, Cádiz había liberado feromonas que actuaban como veneno en combate.

"Entonces no fue envenenado con el vino, fue envenenado con las feromonas de Cádiz. Eso explica muchas cosas." —pensó Rowena.

—Su Majestad, debemos hablar, sígame —dijo cambiando de tema al instante, sin importar lo que sucediera a su alrededor.

La agarró de la mano rápidamente y la llevó con él, mientras Cádiz permanecía en silencio. Llegaron al jardín, y Cádiz solo miró a Rowena a los ojos. Ella sintió algo de miedo mientras comenzaba a hablar.

—Majestad, el príncipe no fue envenenado con veneno normal. La causa de su fatiga son sus feromonas. Cuando discutió con la mujer de antes, accidentalmente liberó sus feromonas de combate, las cuales causaron esto. En conclusión, el príncipe está por morir. Debemos hacer algo...

—No es mi problema —respondió sin interés.

—Claro que es tú problema, tú lo causaste. Te dije que aún no has terminado con tu celo, todavía tienes fiebre. ¡Y DICES QUE NO ES TU PROBLEMA! Tienes que entrar ahí y decirle al rey que vas a curar a su hijo. Esto se debe a tus feromonas, las que liberaste.

"Siempre pasa algo que nos hace quedar como los villanos..."

—¡No quiero! Mejor vámonos, ¡tengo hambre! —exclamó.

—Sí, sí, tienes hambre, podrás beber la sangre envenenada del príncipe—dijo Rowena, mientras agarraba los hombros de Cádiz y lo sacudía. Aunque Rowena tenía una altura promedio, fácilmente podía sacudir a Cádiz.

—Yo no tomo sangre humana, y mucho menos la de él. Con solo pensarlo me da asco —dijo Cádiz.

—¡AHHHH!

Debes hacer algo para que no quedemos como asesinos... Bueno, tú ya lo eres.

—A ti es a quien están culpando, no a mí —la señaló con el dedo de la mano derecha mientras fruncía el ceño.

—Por favor, ayúdame a no manchar mi nombre. Haré lo que me pidas, si quieres me voy dos años al bosque como nómada o me caso con un ogro. No quiero quedar como la villana...

—Está bien, pero no seas tan dramática. ¿Tanto te importa tu reputación? Y no digas eso frente a Rena, se pondrá celosa si te escucha decir eso. Así que bien, te ayudaré, pero ya deja de hacer berrinche —desvió los ojos mientras cruzaba los brazos.

—¡Ahhh, gracias! Te lo agradezco mucho. Y sobre esto, no le digas nada a ella. Mi señor, se merece un abrazo —se acercó con los brazos abiertos para darle un gran abrazo a Cádiz.

Cádiz rápidamente la apartó, extendiendo su brazo para evitar que Rowena lo abrazara.

—Ya no te pases. Me voy, tú ya debes irte. Me encargaré de esto.

—Te agradezco mucho todo esto —se inclinó.

Cádiz dio la vuelta y entró al castillo, mientras Rowena se subía al carruaje. Ella pensaba, y pensaba.

"Espero que esto no salga mal."

Cádiz subió las escaleras mientras arrastraba su capa, algo molesto por la petición que le hizo Rowena. Llegó hasta afuera de la habitación de Aedus, y unos guardias lo interceptaron.

—¿Su Alteza? ¿Qué lo trae por aquí? —preguntó confundido uno de los guardias.

—Vengo en son de paz, quiero ayudar al príncipe heredero. Abran las puertas —lo dijo pacíficamente.

—E-está bien...

Las puertas se abrieron y el rey Cádiz entró. Los reyes y sus hijos estaban sorprendidos, pero Cádiz permaneció sereno.

—No les haré daño, solo vengo a ayudar. Sé que no confían en mí.

—Nosotros no dijimos eso —dijo Caleth.

Caleth un joven alto de cabello café y ojos azules brillantes, un alfa segundo hijo del rey gilh y la reina céline

—No lo dijeron, pero sí lo pensaron.

Caleth se sorprendió.

—Lo sentimos, no era nuestra intención —dijo Gilh.

—No importa. ¿Pueden esperar afuera? —dijo Cádiz, mientras sus ojos brillaban.

Todos se dirigieron hacia la salida, hasta que Cádiz pidió a Janeth, la hermana gemela de calenth una joven de cabello largo café y ojos azules, que se quedara. Mientras Cádiz continuaba observando con intensidad, la brisa del viento abrió una ventana, dejando ver la luna brillante. Sus ojos perdidos, su rostro tenso y las venas rodeando su cuello, hicieron que Janeth sintiera miedo. Con una sonrisa malévola, mostró sus colmillos, lo que hizo que el miedo de Janeth aumentara.

Cádiz comenzó a dudar si debía hacerlo. Janeth, al darse cuenta de lo que estaba a punto de ocurrir, reaccionó.

—¡Su Alteza! Usted... ¡sus colmillos!

—Tranquila, solo perforan la zona mordida. Sentirá un dolor momentáneo.

Janeth se asustó mientras pensaba:

"Son ocho colmillos. Leí sobre los vampiros, pero normalmente los vampiros comunes tienen de dos a cuatro colmillos. Sin embargo, el rey Cádiz tiene ocho en total, lo que significa que la mordida es más fuerte."

—Su Majestad...

—No quedará ninguna marca, no le dolerá. No tengas miedo —dijo Cádiz.

Cádiz tomó a Aedus, abrió su boca lentamente y se acercó. Susurró:

—Es asqueroso.

Pronto, Cádiz mordió fuertemente a Aedus, quien se estremeció. Cádiz bebió toda la sangre infectada. Los cuervos emergieron del bosque y las luces de la habitación se apagaron, llenando el lugar de miedo. Janeth, asombrada y aterrada, vio por primera vez a un vampiro morder a alguien. Se dio cuenta de que no solo era un vampiro cualquiera, sino el rey y señor de los vampiros.

Cádiz empezó a sentir placer y, sin querer, liberó sus feromonas al absorber la sangre de Aedus, lo que provocó que sus alas comenzaran a aparecer.

Janeth, perpleja, observó las hermosas y grandes alas oscuras que emergieron de la espalda de Cádiz. De alguna forma, la sangre que Cádiz tomó hacía que su poder aumentara.

Se dio cuenta de lo que sucedía, soltó a Aedus, que seguía inconsciente. Cádiz miró sus alas con asombro y, al notar que Janeth lo había visto todo, su mirada se volvió peligrosa. Sonrió de manera psicópata y se acercó lentamente a Janeth, pegándola contra la pared. A pesar de su tensión, elevó la mano y tocó suavemente su cabello.

—No le digas a nadie lo que acabas de ver. Hazlo por el bien del reino y el de tú hermano —dijo mientras se acercaba más.

—Tienes un olor... apetitoso—sus ojos brillaron.

—Y-yo—da un paso atrás hasta quedar pegada a la pared.

"Tengo miedo, me va a matar."

Algo en el interior de Cádiz se estremeció. Entonces se dio cuenta de que había perdido el control.

"¿Qué me está pasando?"

—¡ARGH!

Aedus despertó. Cádiz, rápidamente, recogió sus cosas.

Le dijo a Janeth:

—Debo irme. Dile a tus padres que despertará pronto.

—S-si —respondió Janeth, aún confundida por lo que había sucedido.

Aedus comenzó a moverse.

—Mhmm... Me duele el cuello. ¿Dónde estoy? Me siento mareado. ¿Quién está ahí? ¿Quién? "Hay una sombra... dos alas. ¡Es Cádiz! Está en mi habitación. Debo moverme, debo hablar con él. ¡No puedo moverme! ¿Por qué está lleno de sangre? ¿Qué le hicieron?"

Aedus se movió en su cama, confundido y somnoliento, queriendo levantarse.

Cádiz, desconcertado por escuchar que se dirigían a la habitación, decidió ir hacia la ventana.

"Debo irme, estoy mareado, tengo calor... su sangre tiene algo. Ha pasado un tiempo desde que no uso mis alas." —dijo, algo eufórico.

Cádiz saltó por la ventana y se elevó en el cielo.

"Tenía mucho que no sentía esta sensación, siento que puedo ser libre por un momento."

Se fue volando y se detuvo en unas ramas de un árbol, ocultando sus alas. Revisión rápida: nadie lo había visto. Desde las sombras, observó el castillo a lo lejos. Una ráfaga de viento movió ligeramente su cabello y la luna llena brilló intensamente. Las nubes lentamente comenzaron a ocultar la luna, dejando que Cádiz desapareciera entre las sombras, sin dejar rastro.

CONTINUARÁ