No era necesario que ocultaran todo. Yo, Bianca Chevalier, primera princesa de este imperio y heredera del archiducado Chevalier, rompo mi compromiso contigo, duque Paul Mesellanas. — Bianca habló con tanta fuerza en su voz que todos escucharon con claridad.
Bianca se dio la vuelta, ignorando el torrente de lágrimas que caían por las mejillas de la novia. Los presentes la miraban con desaprobación, considerando que había arruinado un momento tan especial y que había ofendido a la novia.
Pero, ¿quién era la verdadera ofendida? ¿La mujer que lloraba desconsolada porque su matrimonio había sido opacado, o la mujer que había sido traicionada por su prometido y decidió enfrentarlo ante todos?
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Miembros de cada familia
La familia imperial estaba conformada por varios miembros. Los emperadores tuvieron en total seis hijos. El rey del norte, Augusto Chevalier, se erguía como un faro de poder, convirtiendo el norte del imperio en un lugar sumamente poderoso.
La rosa del imperio, la segunda princesa Victoria Chevalier, era la encarnación de la elegancia imperial. Consciente de que su destino estaba sellado por un matrimonio político, ella sabía que su linaje la obligaba a casarse con un emperador. Aunque en lo profundo de su corazón albergaba la esperanza de tener un matrimonio como el de sus padres, esa esperanza era solo una ilusión, un tesoro que no podría permitirse. Su existencia giraba en torno a la necesidad de casarse con alguien de mayor estatus que aquel cobarde que compró a su madre y que estaba tras su sangre.
Al aceptar su destino de convertirse en emperatriz, también se disponía a enfrentar una intensa contienda contra las concubinas que llegase a tener su futuro esposo, una lucha por la consolidación de su posición en un entorno donde el amor y el poder frecuentemente se entrelazaban en una danza arriesgada.
El tercer príncipe se sumía en una intensa preparación, listo para cargar con el peso del imperio sobre sus hombros. La responsabilidad de guiar a su pueblo con sabiduría caía sobre él como una sombra ineludible; no había cabida para el error. Aunque el resentimiento hacia el destino de sus hermanas lo consumía, en su interior sabía que su propio camino no sería más que un eco de aquel. Su futura emperatriz tenía que ser alguien que gozara de astucia, fuerza, inteligencia y un poder innegable.
El futuro señor del sur sería el cuarto príncipe, Hansel Chevalier, un hombre de una meticulosidad casi obsesiva, desprovisto de todo afecto hacia las damas. La sola presencia de esas chiquillas fastidiosas lo asediaba, resultándole un verdadero tormento. Él añoraba una mujer que se asemejara a las de su linaje, o quizás a la encantadora Mireya Colonna, pero sabía que no podría desafiar al duque Théodore Vitaly por su amor; no tendría oportunidad alguna.
La joya de la corona, la tercera princesa Beatriz Chevalier, era indiscutiblemente una mujer con una frialdad escalofriante, no por falta de afecto de sus padres; más bien, su corazón estaba marcado por las cicatrices de un pasado tormentoso, una existencia plagada de desdichas y sufrimientos. Ese fue el fruto de un amor que se convirtió en un veneno letal para su vida.
Los archiduques tuvieron una familia más modesta. Su heredera, la pequeña pero brillante luna del imperio, era la primera princesa Bianca Chevalier, quien, a pesar de ser hija de los archiduques, por ser la primera princesa nacida en la familia imperial, heredaba las conexiones de la emperatriz. Siendo la pequeña luna del imperio, después de la muerte de la emperatriz, ella sería quien guiara a los príncipes; por ende, su destino estaba sellado: debía unirse en matrimonio con un hombre de gran poder dentro del imperio. Aunque sus padres le aconsejaban no pensar en su deber, la realidad de su posición era una sombra que siempre la acompañaba.
Por otra parte, su hermano, el segundo príncipe Eduardo Chevalier, era risueño y encantador, y a pesar de estar preparándose para asumir un ducado que su tío le heredó, era un fiel creyente del amor. Su corazón latía con fervor por el amor verdadero; sin importar el linaje o el estatus, él aceptaría a su persona amada, un acto noble que en un futuro le acarrearía un gran dolor y sufrimiento.
Los duques Vitaly tenían una pequeña familia de ensueño. Su hijo Theodore se había convertido en un orgullo para ellos; era un duque temido y formidable, comprometido con una mujer maravillosa como lo era la encantadora Mireya Colonna.
Su pequeña Madeleine era la flor de la sociedad; destacaba en todo con gracia, y aunque las propuestas de matrimonio le llovían, el duque las rechazaba todas. Su hija podía elegir perfectamente con quién casarse, y él le daría su respaldo en todo momento.
En el condado Leyer, la vida de Adanis era plena. Su corazón latía al compás del amor de su esposo, y sus tres hijos eran el tesoro más preciado que adornaba su vida.
Su primer hijo, Nikolai Colonna, se había convertido en un gran general, un hombre de valor indomable. Sin embargo, su corazón había estado afligido durante años; el amor unilateral que sentía por Bianca lo tenía inmerso en una gran tristeza, pero ahora había una pequeña esperanza de que esos dos pudieran ser felices.
Su valiente Archie se preparaba para asumir el condado; era un tanto reservado y apático, pero de buen corazón.
Mireya, su encantadora y manipuladora hija, era hermosa y deseada por unos cuantos aprovechadores, pero debido al gran amor que el duque Vitaly le tenía, nadie se atrevía a hacerle daño.
Cloy, por su parte, esperó bastante tiempo para tener hijos. Disfrutaba cada instante de su vida conyugal junto a su esposo; era consciente de que la llegada de niños significaría un ligero cambio en su tiempo a solas, pero hacía cinco años, su mundo dio un giro inesperado cuando tres traviesos trillizos llegaron para llenarla de alegría y mantenerla en un perpetuo estado de alerta.
Nota: No soy de poner capítulos de relleno, pero este es necesario para que entiendan a los personajes. No los mencionaré a todos porque sería realmente tedioso y la lectura sería insufrible. Solo mencionaré a los más importantes para esta trama y lo haré pocas veces; quiero concentrarme en Bianca y el gran general.
Nunca dejes que comentarios inoportunos te hagan retroceder, eres talentosa, tu narrativa envuelve, es tan agradable leer tus novelas💐