Mariza, una mujer con una extraña profesión, y que no cree en el amor, se convierte en la falsa prometida de William, un empresario dispuesto a engañar a su familia con tal de no casarse.
Por cosas del destino, sus vidas logran cruzarse y William al saber que ella es una estafadora profesional, la contrata para así poder evitar el matrimonio.
Lo que ninguno de los dos se espero es que esa decisión los llevaría a unir sus vidas para siempre.
NovelToon tiene autorización de Leóylu para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capítulo 7
Luego de hablar con su madre, ambos nos dirigimos a su habitación. Al notar que todos esperaban que compartiéramos la misma cama, pregunté:
—¿Estás seguro de que quieres hacer esto?
—Si no lo hacemos, sospecharán. Entremos mejor. Te dejaré la cama.
Al ingresar, vi que en uno de los rincones había un gran sofá, pero aun así William no cabría allí. El hombre era una bestia: medía más de uno noventa y su cuerpo estaba cubierto de músculos. Si no estuviéramos en esta situación, seguramente ya lo habría capturado.
—No podrás dormir ahí. Tú usa la cama, yo dormiré en el sofá. Soy mucho más pequeña, y estaremos más cómodos así.
—De ninguna manera. Dormiré en el sofá y...
—Muy bien. —Saqué una moneda de mi cartera y, poniéndola en el dorso de mi mano, dije—: Cara, duermes en la cama; cruz, duermes en el sofá.
Vi cómo una sonrisa se asomaba en su rostro. Asintió, y lancé la moneda, pero lo hice tan alto que cayó al suelo y empezó a rodar hasta que desapareció de nuestra vista.
—Ups... ¿Tienes otra moneda?
—Nunca traigo cambio... ¿Quién usa monedas hoy en día?
—Pues... yo las uso siempre para dejar que el azar tome decisiones importantes en mi vida. —Lo vi aguantarse la risa, y antes de que se burlara más, añadí—: Bueno, no hay de otra. Ambos dormiremos en la cama. Es grande y yo ocupo muy poco espacio.
—No creo que sea conveniente...
—¿Crees no poder aguantar la tentación? —Sonreí burlona—. Tranquilo, prometo que no será incómodo. Iré a bañarme.
Sin decir más, tomé una de mis maletas y me dirigí al baño dentro de la habitación. Al cabo de unos minutos, salí con un pantalón largo y una remera de mangas cortas —claramente de hombre—. Mi cabello aún estaba mojado y, aunque intentaba comportarme de forma casual, me sentía nerviosa por la situación. Iba a dormir junto a un desconocido, y aunque quería parecer relajada, la ducha no había logrado calmar mis nervios.
Al mirar hacia la cama, lo vi con su pijama puesto y la laptop sobre sus piernas. Estaba muy concentrado, hasta que me vio salir. Sus ojos me examinaron brevemente, y con una sonrisa preguntó:
—¿Necesitas algo?
—No, estoy bien. Solo necesito dormir un par de horas. —Rodeé la cama y, al subirme, él siguió trabajando. Yo me acomodé pronto para dormir. Estaba agotada; el día había sido demasiado largo.
**Narrador omnisciente**
Mientras William trabajaba, notó que la joven había quedado completamente dormida. Sonrió al verla.
—En verdad eres tan despreocupada...
No podía creer que se hubiera dormido a su lado con tanta facilidad. Cada vez lograba captar más su atención. Acomodó la frazada, apagó la computadora y se recostó del otro lado de la cama, procurando no incomodarla.
La mañana llegó y, con el primer rayo de sol, Mariza se levantó de la cama y se dirigió al baño. Luego de cambiarse y ponerse ropa deportiva, salió y vio que William también se había levantado.
—Buen día. Lo siento si te desperté. Iré a correr un poco.
—No pasa nada. Acabo de apagar mi alarma.
—Entiendo. Bueno, te veo después.
—Espera... te acompaño. Yo también suelo hacer ejercicio. De hecho, tenemos nuestro propio gimnasio. Dame cinco minutos y te guiaré.
**POV Mariza**
Al oír sus palabras, asentí y esperé a que saliera del baño. Pronto nos dirigimos hacia la planta baja y, al llegar al gimnasio, vi que estaba muy bien equipado.
Sin decir mucho, ambos comenzamos a ejercitarnos. Al terminar, subimos para alistarnos y desayunar. La familia de William aún dormía cuando bajamos al comedor, así que tomé mi laptop y empecé a trabajar en algunos asuntos pendientes.
En Los Ángeles, mi hermano estaba ocupado con el tema de la fusión y no podía atender ciertos asuntos solo. Por eso, debía encargarme de los hoteles en Madrid y París. Mientras hacía llamadas a los encargados de cada sucursal, para saber por qué habían elevado quejas a la junta directiva, la familia de William empezó a bajar. Al notar que ambos trabajábamos, se sentaron en silencio en la mesa.
El ambiente tranquilo se rompió cuando empecé a maldecir en francés:
—*Merde... mais qu’est-ce qu’ils foutent? Comment est-ce possible qu’une chose pareille se produise dans MON hôtel?!*
Todos me miraron sorprendidos. Me levanté de la mesa y me dirigí al jardín para escuchar al gerente del hotel.
En el hotel de París, una celebridad se hospedaba y, por negligencia del personal, reporteros y fotógrafos habían entrado durante una fiesta privada en la suite. Las fotos se viralizaron y, al ver su reputación en riesgo, el actor quería demandar al hotel por daños a su imagen.
Intenté calmarme mientras escuchaba la explicación del gerente. Esto no podía ocurrir en peor momento. Cuando terminé la llamada, marqué el número de Fran.
—Reserva un vuelo a París para hoy mismo.
—Ya estoy en eso. Acabo de ver la noticia. Nena... creo que esto les va a costar mucho dinero.
—Lo sé. Por eso tengo que ir a hablar con ese tipo y disculparme en persona. No podemos permitir un contratiempo así cuando aún estamos ajustándonos a la fusión.
—¿Y qué piensas hacer con nuestro cliente?
—Decirle la verdad. Esto no puede escalar más. Te llamo luego. Preparen todo.
Colgué y, al volver al salón, todos me miraban expectantes.
—Lamento lo de recién, pero ocurrió un contratiempo. Tengo que ir a París a solucionar un problema con mi hotel. Volveré a más tardar mañana.
La señora Friedman me miró y preguntó:
—¿Pero qué fue lo que sucedió?
—Una celebridad fue fotografiada en nuestro hotel. Las imágenes son muy comprometedoras, y más porque es un hombre casado. Está pidiendo una compensación por daños a su imagen, y debo solucionarlo en persona. Maia, lamento esto, pero debo atender este asunto antes de que debamos pagarle una millonada a ese tipejo.
—Tranquila, Mariza. ¿Pero vas a volver?
—Por supuesto. París no está tan lejos. Es más, si no estás tan ocupada con los preparativos, puedes venir conmigo. Así nos conocemos mejor.
Vi cómo Maia volteaba a ver a su madre, y esta asintió tras unos segundos.
—Ve con ella. Yo me haré cargo de los pendientes de hoy.
Maia asintió rápidamente. Al levantarse de su asiento, dijo:
—Iré a prepararme. Llamaré a Gabriel para avisarle.
Pronto nos quedamos solo los tres, y William, quien hasta entonces se había mantenido en silencio, tomó mi mano y me guio por los pasillos hasta su habitación para hablar en privado.
—¿Lo que dijiste es cierto?
—Por supuesto que lo es. No estoy incumpliendo nuestro contrato. Puse una cláusula que dice que, por casos de fuerza mayor, puedo atender mis asuntos y luego compensar el tiempo perdido. Este es uno de esos casos…
—Muy bien. Iré contigo.
—No es necesario. Puedes seguir con...
—Debo ir. Involucraste a mi hermana. No puedo mostrarme frío ante esta situación. Pero debemos volver mañana mismo.
—De acuerdo. Le avisaré a mi equipo y, en cuanto tu hermana esté lista, podremos irnos.
William asintió y, tomando su teléfono, empezó a reorganizar su agenda.
No esperaba que él también se involucrara, pero ahora lo único que me importaba era mi hotel. No podía permitir que, por culpa de ese hombre, arruináramos nuestra reputación.
, no podías ser tan wey, como vas y besas a esa cucaracha mal habida