Luego de morir Oriana entra a una de las últimas novelas que leyó. Amor sin barreras.
Una historia la cual le había parecido un poco patética la verdad, pero le encantaba ver cómo las cosas a la villana nunca le salían bien.
¿Podrá Oriana cambiar la suerte de nuestra jodida villana, sabiendo que de eso mismo depende su vida?
Nueva historia, odienme, critiquenme, pero está historia la llevo pensando desde hace un tiempo. Iré subiendo capítulo hasta que me acomode con la trama de las otra dos. Prometo no dejarlas colgadas. Bueno dicho esto... Empecemos .
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cap. 8
El príncipe Manuel ya había regresado, obligado por sus padres. Estaba molesto, pero accedió, decidido a dejarles claro que él solo se casaría con la mujer correcta. No permitiría que eligieran por él.
Había buscado nuevamente a la borracha, pero no volvió a encontrarla y desistió cuando su primo le informó que su padre la había enviado lejos.
Pasaron los días y, en el último día de viaje, el príncipe no quiso acampar. Ordenó seguir el camino de noche. Al llegar a la plaza principal, se sorprendió al ver a tanta gente reunida frente a un espectáculo.
En el centro, una mujer cantaba y cautivaba a todos los presentes. Ordenó detener el carruaje y, colocándose una capa, bajó para ver el show.
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Camila había logrado escapar de la mansión de su tío. Con su violín al hombro, tomó un caballo y se dirigió a la ciudad. Hoy daría su primer show y esperaba que nadie la detuviera.
Al llegar, se dio cuenta de que la calle estaba muy concurrida, así que sin pensarlo mucho buscó un buen lugar. Sacó su violín del estuche y comenzó a tocar.
En sus primeros años como cantante había hecho esto cientos de veces para vencer el miedo escénico. Luego, lo hacía para sorprender a sus fans.
La gente empezó a reunirse a su alrededor para escucharla, y algunos incluso dejaban monedas de oro en su estuche. Ella simplemente seguía tocando y luego cantó algunas melodías.
De pronto, entre la multitud, el capitán Darío Fernández se acercó a ella. Forzando una sonrisa, habló con los dientes apretados:
—Si no quiere que le cuente de esto a su tío, será mejor que me acompañe ahora mismo.
Camila frunció el rostro, guardó su violín y respondió:
—Está bien. Iré, pero no le diga nada a mi tío.
La gente comenzó a quejarse al ver cómo el capitán se la llevaba. Algunos incluso lo abuchearon.
Aprovechando el caos, Oriana sonrió, aferró su violín y empezó a correr, decidida a hacer rabiar al capitán por interrumpir su concierto.
En medio de su huida, chocó contra alguien y ambos cayeron al suelo.
—Ah...
El joven la miró frunciendo el ceño.
—Tú...
—¿Manuelito?
Antes de que pudiera decir algo, un hombre tomó a la chica del brazo y dijo con desdén:
—Discúlpate con su Alteza, sucia plebeya.
Oriana abrió los ojos con furia, se soltó de su agarre y le dio una patada en sus partes íntimas. El hombre cayó al suelo y ella, tomándolo del cabello, le dio otro golpe.
—¿A quién le dices sucia plebeya, infeliz? ¡Te voy a matar!
La chica parecía una fiera. De pronto, alguien la sujetó por la cintura y la apartó del hombre. Ella seguía repartiendo piñas y patadas mientras gritaba:
—¡Suéltame! ¡Aún no termino con ese tipo! ¡Vamos, dime otra vez lo que dijiste...!
Aunque Manuel quería reír por la actitud de Camila, dijo serio mientras la contenía:
—Suficiente. Ya aprendió la lección.
—¡Déjame! Yo le enseñaré...
—He dicho que es suficiente.
Oriana lo miró con enojo justo cuando apareció el capitán Darío. Ella se escondió detrás del príncipe y él, con la voz agitada, dijo:
—Señorita Navarro, es momento de regresar... —al notar bien al joven que la acompañaba, hizo una reverencia—. Alteza, lo siento, no lo vi.
—¿Alteza? —repitió Camila asomándose por detrás de Manuel—. ¿Así que sí eres un príncipe?
—Te lo dije aquel día...
—Puede que estuviera borracha, pero no me lo dijiste, Manuelito.
—¡¿Señorita Navarro?! Disculpe, alteza. La señorita no suele salir mucho y no sabe cómo dirigirse a su alteza —se excusó Darío antes de tomarla de la muñeca—. Vamos, señorita. Usted y yo hablaremos seriamente con su tío sobre esto.
Oriana intentó soltarse, pero Darío apretó con más fuerza, haciéndola quejarse.
—¡Auch!... ¡Duele!
Antes de que él pudiera decir algo más, su mano fue sostenida por la del príncipe, quien dijo con tono poco amigable:
—Suéltela.
Darío la soltó de inmediato, bajando la mirada.
—Lo siento, pero tengo que llevar a la señorita Navarro a su hogar.
—Yo la llevaré.
Tanto Darío como los soldados del príncipe quedaron sorprendidos.
—Sube a mi carruaje —ordenó Manuel.
—Tranquilo, traje mi caballo...
—He dicho que subas. —Ella se sobresaltó con la firmeza de su voz, y él suavizó el tono—. Por favor.
Camila lo miró frunciendo el ceño, pero sin más remedio subió al carruaje. Al pasar junto al hombre que había golpeado, le mostró el puño y simuló otro golpe. Él la fulminó con la mirada, pero al notar la expresión seria del príncipe, apartó la vista.
Una vez dentro del carruaje, el príncipe dijo:
—No esperaba encontrarla en mi imperio.
—Ni yo volverlo a ver.
—Veo que eres muy descarada al dirigirte a un príncipe. ¿Sabes que por eso podría colgarte?
—Pero sé que no lo harás. Veo cómo me miras. Sientes curiosidad por mí. Lo noto en tus ojos.
Manuel solo sonrió y preguntó:
—¿Por qué huiste de tu hogar?
—Porque mi tío no me deja cantar.
—Es peligroso salir sola a estas horas, y más para una señorita de tu edad...
—Me crié en los barrios bajos, créeme, sé defenderme.
—No me queda duda. Mi escolta casi no la cuenta.
Oriana lo miró seria y luego estalló en carcajadas.
—Él se metió conmigo primero. Así que... ¿eres un príncipe?
—Sí —respondió, aunque no le interesaba hablar de sí mismo. Solo quería saber más de ella—. ¿Qué planeas hacer? ¿Escaparte todas las noches?
—Si no me queda más remedio...
—Pues yo tengo otra propuesta... Cásate conmigo.
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1 no dijeron que otro poder tenía escondido la protagonista y porque no sabían cómo lo tomarían como si algo malo se aproximara
2 la relación de sus padres se supone que está mal visto que estén juntos pero no están ¿casados?