SOY UNA MUJER NO UN MUEBLE

Yaneli estaba nerviosa, pero no podía permitirle que se diera cuenta, por esa razón oculta todo lo que sentía, esperando que la mujer la dejara en paz, en su mente rezaba a su dios pidiéndole ayuda; para su suerte la mujer le creyó y cuando miro que uno de los guardias de seguridad de la central camionera se acercaba salió corriendo, alejándose de ella.

Ella sintió que la sangre se le iba hasta los talones y eso hizo que se sintiera mareada; estuvo a punto de caer al suelo, pero el guardia de seguridad de la central camionera logró sostenerla, junto con una pareja que también miró lo que pasaba.

La llevaron a una de las bancas de las que estaban dentro de la central camionera, una vez que ella se sintió mejor, les dijo que esa mujer la quería obligar a ir con ella, que se la quería llevar; ella pensó que después de eso la dejarían irse, pero el guardia de seguridad le pidió que denunciara, pero eso no lo podía hacer, no tenía ninguna identificación, ningún documento personal.

Sintió miedo y, aunque le dijo que, si esperaría a la policía, en el momento en que el guardia de seguridad tuvo que ir a atender un problema con un camionero y un pasajero, ella aprovechó para salir de ahí, no estaba dispuesta arriesgarse, no podía declarar sabiendo que la podían regresar con Antonio.

Al salir de la central, tomó un taxi y le pidió que la llevara a un hotel decente. La suerte parecía sonreírle, pues el taxista resultó ser un hombre mayor, de unos cincuenta y cinco años, con la calidez de un padre.

Al ver a aquella joven tan sola y vulnerable, sintió un profundo pesar; sus ojos, llenos de miedo e incertidumbre, lo conmovieron hasta el fondo. Era evidente que ella no era de la ciudad y que había huido de algo o de alguien.

El taxista le empezó a hablar con una tranquilidad. Primero tenía que asegurarse de que fuera una buena jovencita, fue difícil que los dos se tuvieran confianza, pero entre las preguntas y su plática, ella terminó contándole que venía del pueblo de San Juan de los Lagos, aunque no le dijo todo, solo le habló de lo hermoso que era ese pueblo.

Parecía que la plática iba a quedar ahí, pero el taxista la sentía extraña y terminó preguntándole. — ¿Qué te trae por la ciudad? Es peligroso que una jovencita como tú ande sola.

Discúlpame si me meto en lo que no me meto, pero puedo ver que no eres de aquí y si yo lo miro, gente muy mala se puede dar cuenta, te pueden lastimar; sería algo muy malo si llegas a caer en manos de esa gente.

Yaneli a pesar de que las palabras del taxista parecían bastante raras, no sintió que fuera por hacerle un mal y queriendo confiar un poco, le dice. — Quiero superarme, buscar una mejor vida, estoy aquí porque quiero buscar un trabajo y no sé tal vez en un futuro pueda hacer algo bueno para mí.

El taxista sonríe con tristeza y tranquilo le dice. — Entiendo, tú estás huyendo de alguien, tal vez de un hermano, un padre o tal vez de un esposo golpeador.

Parece que eres una buena joven. Permíteme ayudarte, te voy a dejar en el hotel; si gustas, mañana, puedo venir con mi esposa y de esa manera puedas tenernos confianza.

No somos gente mala, trabajamos al día, pero creo que podemos ayudarte, si tú lo aceptas.

Yaneli se sorprendió un poco, pero realmente se sentía perdida en esa enorme ciudad y ese hombre parecía ser buena gente, realmente deseaba apostarle un poco a la suerte y con algo de desconfianza terminó diciéndole que sí aceptaba su ayuda.

El taxista la llevo a un hotel modesto, pero familiar, la acompaño hasta la recepción, el hombre conocía a la dueña del lugar; la saludo y después le pidió una habitación para Yaneli, por un momento la mujer pensó mal de él y empezó a decirle que no permitía las malas costumbre de los hombres en su hotel que se fuera a otro lugar.

El hombre, al escuchar lo que la mujer le decía, se empezó a reír y divertido le dice. — Comadre Margarita, como puede pensar así de mí, sabe que yo solo tengo ojos para mi esposa.

Ella es Yaneli, la acabo de conocer, la recogí de la central camionera y como podrá ver parece que tiene algunos problemas; yo solo quiero ayudarla por esa la traje aquí con usted, para que este a salvo, mírela bien, es una jovencita hermosa y se ve que es de buena familia, con valores, no creo que le cause ningún problema, mucho menos creo que sea una mujer de dudosa moral.

Margarita mira a Yaneli de pies a cabeza y después de observarla un poco, suspira en ese momento, le dice. — Pablo, Pablo…

Tú no cambias, siempre tratando de hacer el bien y queriendo ayudar a los demás, ni que decirte, solo espero que ese corazón tan noble que tienes un día de estos no te meta en un gran problema.

Le voy a dar una habitación, ya es noche y tú tienes que regresar con tu familia. No quiero que te preocupes a tu esposa, ha tenido un día muy desagradable, será mejor que vayas a tu casa para que le des consuelo y sobre todo le digas que todo va a estar bien.

Mañana veremos qué hacer con esta jovencita, será mejor que por esta noche todos vayamos a descansar.

Pablo, al escuchar que su esposa había tenido problemas, se despide de las dos y sale del hotel para ir a su casa; las dos se quedaron en silencio viendo como se retiraba, pero Yaneli nunca se imaginó que ese buen hombre ya no lo volvería a ver, aunque por un momento en la búsqueda de su nueva vida, fuera un ángel, que la puso a salvo por esa noche.

Una vez que lo perdieron de vista, Margarita le indicó que la siguiera.

La llevo a una de las habitaciones del hotel, no era un lugar muy grande el edificio era de tres pisos, con 6 habitaciones en cada piso; las habitaciones todas eran iguales, tenían una cama matrimonial, un baño completo, aunque chico, un pequeño closet de material, el piso era de cemento con imágenes de flores, de color verde y blanco, eso era lo único que había en las habitaciones.

Margarita les dio las buenas noches y le pidió que no hiciera ninguna tontería, que no hiciera quedar mal a Pablo, pero la realidad era que Yaneli estaba agradecida, realmente se sentía protegida en ese lugar y esperaba quedarse ahí hasta que solucionara lo de su documentación, para poder comprar su casa.

Una vez que se quedó sola, se metió a bañar. El agua estaba fría, pero no le importó, se sentía tranquila; esa noche iba a poder dormir tranquilamente, sin tener que cumplirle a Antonio como mujer, ya que cada vez que tenía que estar con él era un dolor, algo que la dejaba lastimada en todo el cuerpo.

Una vez que salió del baño, se puso la misma ropa que traía puesta, aunque la sentía sudada y sucia, pero era mejor que no traer nada de ropa, su pudor no la dejaba estar sin nada encima; abrió la ventana grande que estaba en la habitación, le gusto ver que tenía reja y después de eso se recostó a dormir.

Yaneli, miro por la ventana, las luces de la enorme ciudad entraban por su ventana, el cielo no se podía ver, el ruido de los carros eran constantes, le costó poder dormir con tanto ruido, pero a pesar de todo eso se sentía tranquila, liberada y no lo entendía, pero hasta creía estar feliz; cerro sus ojos y esa noche durmió extrañamente bien a pesar de los problemas en los que estaba metida.

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Muchas gracias a todas espero que el capítulo les haya gustado ☺️

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