En un mundo donde la competencia es despiadada y el sacrificio es la norma, un grupo de atletas persigue sus sueños en las sombras de la gloria pública. Desde el "Pequeño Gigante", un joven que lucha contra la adversidad por un lugar en el fútbol internacional, hasta el tenista que regresa del abismo para retomar su lugar en el circuito, cada historia revela la lucha interna y la pasión desbordante que impulsa a estos guerreros.
"Héroes Silenciosos" nos lleva a un viaje emocional a través de las vidas de aquellos que, a pesar de las dificultades, encuentran valentía para levantarse una y otra vez. A medida que las telones del mundo deportivo se levantan, los sacrificios de 299 jóvenes futbolistas y la fe inquebrantable de un tenista por recuperar su lugar en las competiciones deportivas nos recuerdan que la verdadera esencia del deporte no reside solo en la victoria, sino en la perseverancia...
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Dulces sueños
Haruka se sintió feliz y aliviada después de haber pasado una tarde maravillosa junto a Kaito. Habían estado caminando por el parque, riendo y hablando de sus sueños y sus anhelos, mientras la suave brisa de la tarde acariciaba sus rostros. Ahora, al llegar a casa, su corazón latía con más fuerza de lo habitual. Era más que una simple amistad lo que compartían, un vínculo que parecía crecer con cada encuentro.
La casa de Haruka era de hecho un lugar mágico. Su madre siempre se había esforzado por hacer del hogar un refugio lleno de belleza y color. Cuando Kaito dejó a Haruka en la entrada, su impresión sobre la casa era de admiración. La casa, con sus altos muros y ventanas grandes, se asemejaba a un castillo. Los brazos de la noche envolvían el lugar en un manto de misterio, y las luces que decoraban el jardín simulaban estrellas brillando en una galaxia cercana. Las rosas en el jardín, de diferentes tonalidades, eran como un océano de pétalos. que se movían suavemente con el viento.
Al entrar, Haruka sintió la calidez que emanaba de su hogar. Era un refugio del mundo exterior, y la tranquilidad que reinaba allí la envolvía como una cálida manta. Caminó lentamente hacia su habitación, disfrutando del silencio y de la paz de la noche. Cada paso resonaba en la entrada, y fue en esos momentos cuando valoró el cariño que habían puesto en cada rincón de la casa.
Su habitación, como no podía ser de otra manera, era un santuario pintado en suaves tonos de rosa. Desde las paredes decoradas con delicados patrones florales hasta la lámpara de cristal que dejaba caer reflejos de luz en el techo. Todo en su habitación era un reflejo de su personalidad: dulce, soñadora y llena de vida. Se imaginaba a sí misma como una princesa, como aquellas que leía en sus cuentos de hadas, rodeadas de un mundo de fantasía. Las cortinas de encaje danzaban suavemente, invitando a las estrellas a entrar y llenar su espacio de luz.
Después de quitarse los zapatos, Haruka decidió que era lo mejor tomarse un momento para descansar antes de ir a dormir. Se sentó en su cama, sintiendo la suavidad de las sábanas de algodón mientras pasaba las manos por la colcha de flores rosas. Cerró los ojos y permitió que su mente viajara a esos momentos junto a Kaito, imaginando su risa y su voz. No podía evitar sonreír al recordar cómo había parloteado animadamente sobre sus pasiones, su amor por la música y su deseo de viajar por el mundo.
Finalmente, decidió que era hora de prepararse para dormir. Se metió en la ducha, dejándose llevar por el suave sonido del agua. A medida que el agua tibia caía sobre su piel, se sentía cada vez más relajada. Cerró los ojos mientras el agua caía, dejando que sus preocupaciones se desvanecieran con cada gota. Era un ritual que siempre había disfrutado; el agua era su escape, un momento de soledad donde podía reponer energías y reflexionar sobre el día.
Una vez bañada, se envolvió en una toalla suave y se dirigió a su armario. Filtró entre su ropa hasta que encontró su pijama favorito: un conjunto de seda con dibujos de pequeños corazones. Una vez vestida, se sintió ligera y lista para descansar. Antes de acostarse, coloque su cabello en una trenza suelta que caiga sobre su hombro. Siempre había disfrutado de la sensación de tranquilidad que le brindaba el simple acto de peinarse.
Tras asegurarse de que todo estaba en su lugar en la habitación, se sentó en el borde de su cama, inhalando profundamente el aire fresco que entraba por la ventana. Las estrellas brillaban en el cielo nocturno y ella no pudo evitar pensar en Kaito nuevamente. ¿Qué pensaría él sobre su vida? ¿Qué sueños guardaba en su corazón? Había algo en su mirada que siempre la intrigaba, una profundidad que la invitaba a conocerlo más.
Se recostó en la cama y se cubró con la suave colcha. En ese momento, el silencio de la noche dio paso a un cúmulo de pensamientos y recuerdos. Era un momento de paz absoluta, donde se permitía ser ella misma sin preocupaciones externas. Haruka soñaba con un futuro brillante, lleno de aventuras y amor. Y en su mente, Kaito siempre estaba presente, como un compañero en su travesía.
Poco a poco, sus párpados comenzaron a cerrarse, y el suave murmullo del viento la arrullaba. Había trabajado mucho durante el día, y el cansancio la abrazaba, llevándola a un mundo donde su imaginación podía volar. En sus sueños, podía ver escenas de reinos lejanos, tierras llenas de música y risas. Cada vez que soñaba, creaba historias en las que ella y Kaito eran los protagonistas.
El sueño se adueñó de ella, y en un instante ya no estaba en su habitación, sino perdida en un bosque encantado donde las flores eran ríos de colores y los árboles contaban historias antiguas. En ese lugar, cada paso era una canción, cada susurro del viento un verso. Así, Haruka se adentró en su mundo de sueños, con la esperanza de que al despertar, la magia de esa noche perdurara en su corazón y en su vida, uniendo sus caminos con los de Kaito en realidades que aún estaban por descubrir.