ASCENCIÓN EN CAÍDA

Desde mi posición en el suelo, sumida en un silencio incómodo, recargo mi espalda en la pared. Al otro extremo de la casa volteada, observo a Dariel, herido, humillado y asustado, después de las palabras que había soltado.

"¿Q-qué has dicho?" Pregunté con un tartamudeo, la ansiedad invadiendo mi ser al escuchar semejantes palabras.

"Hendrick Faena", comenzó Dariel, su voz temblorosa y sus ojos perdidos en la distancia, "era el soldado más capaz, justo y bueno que jamás había conocido. Fue elegido como el primer súper soldado de Celestia para defendernos en la guerra".

Escuchaba con una mezcla de confusión y un miedo creciente. Se suponía que el motivo de esta guerra era poder explotar ese poder ¡PARA TENERLO POR PRIMERA VEZ!.

En los cuatro años que había seguido de cerca el conflicto, nunca se mencionó la implementación del Aheterium en los humanos. Solo había escuchado a Dariel balbucearlo en medio de aquel desayuno, pero no entró en detalles.

La revelación me sacudió hasta la médula.

Dariel continuó, describiendo cómo Celestia , confiada en las habilidades de Faena, no invirtió en armamento adicional, enviando solo soldados regulares para ganar tiempo hasta la llegada de su arma secreta.

"Mientras esperábamos a Faena en la trinchera por 4 días, vi cosas horribles", su voz se quebró, el trauma de los recuerdos claramente visible en su rostro. "Los Zyrianos masacraron a civiles y soldados por igual. Estaban a punto de matarme cuando Faena llegó y cambió el rumbo de la batalla".

Escuchaba con asombro mientras Dariel describía los poderes de Faena: levitación, control sobre la tierra y el aire, fuerza descomunal y una velocidad inhumana. Era como escuchar un cuento de hadas, pero el horror en la voz de Dariel me decía que esto era muy real.

Pero lo que vino después heló mi sangre.

"Después de un tiempo", Dariel tragó saliva, visiblemente afectado por el recuerdo, "una criatura humanoide vestida de negro apareció de la nada. Recuerdo que el ambiente se volvió pesado ante la inminente sed de sangre de esa cosa..."

Hizo una pausa, como si las siguientes palabras fueran demasiado terribles para pronunciar. "Se paró en medio del aire, estática por un momento. Cuando finalmente notó la presencia de Faena, voló hacia él. Y aunque el soldado trató de defenderse, la criatura lo destrozó de una manera cruda y letal, luego mutiló su cadáver, más allá de lo reconocible".

Me llevé una mano a la boca, horrorizada. Podía imaginar la escena con espantosa claridad: la sangre, los gritos, el terror absoluto. ¿Qué clase de ser podría hacer algo así? ¿Qué clase de poder oscuro poseía?

Dudé de la autenticidad de su relato por un momento, pero al ver sus ojos perdidos en el recuerdo traumático, además de haber presenciado yo misma el poder de Ademir... Bueno, fue difícil no creerlo.

"Y ahora", Dariel me miró directamente, sus ojos llenos de un terror primitivo, "esa misma presión, esa misma mirada sin alma... Esa misma oscuridad del mocoso... E-es la misma. ¡Es la misma que la de esa maldita cosa!" Balbuceó, llevando sus manos a su cabeza en un gesto de desesperación.

¿Estaba loco? ¿Cómo podría un niño de su edad conseguir tal poder? Preguntaba en mi mente, aunque en el fondo tampoco podía negarlo.

"Estás mintiendo", solté en medio del pesado silencio, mi voz sonando débil incluso para mis propios oídos.

"Yo estuve ahí... ¡Yo estuve ahí!" Exclamó Dariel con una vehemencia que bordeaba la locura.

Quería negarlo, quería aferrarme a la idea de que Ademir era solo un niño normal. Pero en el fondo, sabía que lo que había presenciado esta noche no tenía nada de normal.

Las preguntas giraban en mi mente: sobre el verdadero motivo de la guerra, sobre los poderes desconocidos que existían en este mundo, sobre la verdadera naturaleza de Ademir y su conexión con todo esto.

Pero una cosa era cierta: el niño que había criado, el niño al que había lastimado tan profundamente, ahora estaba envuelto en un misterio oscuro y aterrador.

Y de alguna manera, tenía que encontrar la fuerza para enfrentarlo.

Vi a Dariel arrastrarse para encontrar sus muletas. Con gran esfuerzo, logró ponerse de pie. "Me largo, Clarissa... Me largo de aquí y jamás volveré", dijo finalmente, su voz cansada y derrotada.

Asentí lentamente, sabiendo que este momento marcaba el final de nuestra historia juntos. Nuestros caminos, entrelazados por tanto tiempo en una red de mentiras, traiciones y dolor, finalmente se separaban.

Mientras observaba a Dariel cojear hacia la puerta, una parte de mí, deseaba que pudiera ser un sueño, que Dariel no se fuera y al igual que yo, se arrepintiera y tratara de cambiar.

Aunque eso era imposible.

A pesar de todo el daño que nos habíamos causado, una parte de mí todavía lo amaba. Todavía anhelaba la vida que habíamos soñado juntos.

Pero sabía que era un sueño vacío, construido sobre una base de engaños y egoísmo. Habíamos arruinado tantas vidas en nuestra búsqueda ciega de felicidad, incluyendo la nuestra.

Cuando la puerta se cerró detrás de él, sentí las lágrimas ardiendo en mis ojos. Lágrimas por el hombre que una vez amé, por la amistad que traicioné, por la madre que nunca pude ser.

Me permití un momento de duelo, dejando que el peso de mis errores me inundara. Pero solo un momento. Porque sabía que este no podía ser el final de mi historia.

Me quedé sola, con las miles de preguntas en mi cabeza tras presenciar todo lo que había pasado, todo lo que había escuchado.

Tenía miedo, estaba muerta de terror y la idea de enfrentar nuevamente a ese niño me asustaba demasiado... Por un breve instante, consideré seguir el camino de Dariel. Huir, dejar atrás los escombros de mi vida y empezar de nuevo en otro lugar. Sería fácil, quizás incluso liberador.

Pero mi consciencia, mi determinación y mis objetivos disiparon de inmediato esos pensamientos cobardes. Había hecho una promesa conmigo misma, con Anna, y con el mismísimo Dios.

Con una respiración profunda, me levanté. Mis piernas temblaban, pero mi resolución era firme.

Era hora de enfrentar mis demonios.

Tenía que enmendar mis errores y enfrentar las consecuencias de mis acciones. Y eso comenzaba con Ademir. No importaba lo que fuera, o en lo que pudiera convertirse, seguía siendo el niño que había criado.

El niño al que le había fallado.

*Fin del punto de vista.*

Punto de vista de Ademir Graymond:

Las náuseas se apoderaron de mí, el olor a rata muerta se mezclaba con la fetidez de la comida podrida. Adolorido, confundido y con mi piel ardiendo en dolor, abrí lentamente los ojos.

"¿Qué demonios huele tan mal?" pensé, mientras mi nariz era asaltada por una miríada de olores repugnantes.

Poco a poco fui sintiendo diversas texturas bajo mi espalda: duras, suaves, mojadas, calientes y vidriosas. Al enfocar mi vista, me di cuenta de que estaba recostado sobre un montón de basura. Montones de comida putrefacta, gusanos retorciéndose, ratas muertas, pedazos de tablas astilladas, vidrios rotos y mierda aseda que probablemente era humana.

Un verdadero festín para los sentidos.

"¡Whagghhh.... Qué asco", susurré a la nada mientras me levantaba con cuidado, tratando de no pensar demasiado en las sustancias no identificadas que ahora cubrían mi ropa.

¿Cómo carajos terminé aquí? Fácil, después de aumentar el drama de anoche, saliendo como si nada en medio de la madrugada con mi estado demoníaco, finalmente me desmayé en medio de todo este cagadero.

Empiezo a deambular por la ciudad, oliendo como el culo de un viejo. Las calles están abarrotadas de personas vistiendo los tipicos trajes y boinas, pisando el suelo lleno de baches, mientras los militares patrullaban en sus autos.

Mi mente divagaba, reflexionando sobre los eventos de la noche anterior.

"Creo que exageré un poco al salirme de la casa en medio de la noche, sólo para avivar el ambiente juzgador que emití", pensé con una mueca. "En el momento lo sentí como algo épico, pero ahora pienso que es algo vergonzoso e infantil".

Pero ese pensamiento fue rápidamente eclipsado por la sensación ardiente en mi cuerpo, específicamente en los lugares donde esas misteriosas runas habían aparecido.

Nunca había pensado en golpear a una persona, y mucho menos a mi padre. Pero hey, la verdad es que se lo merecía y tenía muchas ganas de hacerlo. Mi cuerpo infantil y miedoso me lo había impedido antes, pero gracias a lo que sea que me puso en ese estado, el miedo se fue y finalmente pude hacerlo.

Me detengo en un punto en la ciudad donde se observa el mar, más allá del puerto rodeado de soldados, hacia el horizonte desconocido, mi felicidad interrumpida por los hechos de la noche anterior.

Miré mis manos infantiles, cubiertas de mugre.

"¿Por qué me transformé en esa cosa?"

¿Que soy? ¿Porque estoy aquí? De un momento a otro cobró un poco de sentido, despertar conservando mi madurez mental, en este mundo tan caótico. Me pregunto cuáles son las respuestas a todas mis incógnitas y misterios.

*Pufffff*

¿Que caraj...?

El sonido de un pedo, fuerte y orgulloso, resonó en el aire, sacándome de mis pensamientos. Giré mi cabeza hacia la fuente del ruido y del olor, sólo para ver a un grupo de adolescentes riéndose como hienas.

"¡Wuajajajajaj, qué asco, gordo!" dijo uno de ellos entre carcajadas, agarrándose el estómago.

El "gordo" en cuestión, un chico con más papada que cuello, frunció el ceño. "¡Carajo, esas frituras estaban pasadas!" siseó con molestia, como si su flatulencia fuera culpa de su bocadillo y no de su propio tracto digestivo.

Los otros chicos seguían riendo, aparentemente encontrando un gran placer en el malestar estomacal de su amigo. Porque claro, ¿qué es más divertido que un pedo apestoso? Humor de alta calidad, sin duda.

La risa tonta de esos chicos por un simple pedo me sacó de mis cavilaciones. Por un momento, los observé con una mezcla de envidia y desdén. ¿Cómo es que podían regocijarse con algo tan insignificante mientras yo cargaba con el peso de mis problemas y misterios?

Pero luego me di cuenta de que su ligereza era precisamente lo que yo anhelaba tener cuando desperté hace casi 6 años en este pequeño cuerpo sin recuerdos anteriores.

En ese entonces, había esperado vivir una niñez normal y despreocupada, disfrutando de las pequeñas alegrías reservadas para los de mi edad.

En cambio, me encontré sumido en un mundo de dolor, guerra y padres dañados. Las circunstancias enterraron mis anhelos de paz bajo capas de dolor, tristeza, amargura y un hambre voraz de respuestas.

"Carajo." Expresé al aire, volviendo a caminar.

Ahora mismo, también me enfrentaba a la incertidumbre de lo que vendría. Sabía que Dariel probablemente ya se había ido, demasiado cobarde para enfrentar las consecuencias de sus acciones. Pero Clarissa... ella era una historia diferente.

Por mucho que le hubiera dicho que no la iba a perdonar, y que una parte de mí quisiera odiarla, sabía que ella también era una víctima en todo esto. Y después de ver su reacción anoche, después de escuchar sus ruegos y disculpas, además de las dudas sobre mi madre biológica, no podía evitar sentir una chispa de esperanza.

Pero... ¿Y si después de lo que dije, después de la oscuridad que mostré, ella me temía demasiado para quedarse? ¿Y si regresaba a casa sólo para encontrarla vacía, con Clarissa habiendo huido de la verdad, de mi? O veamos otro escenario.

¿Y si Clarissa me entrega? Aunque no sé si soy una anomalía, lo más probable es que el gobierno, sediento de poder, trate de capturarme si se entera de lo que hice. ¿Que pasaría si sigue odiandome?

No quería confiarle mi esperanza a alguien más otra vez, no quería que se repitiera la misma historia, esperando que mi padre fuera alguien bueno y que trajera un poco de sanación a casa. Es por su culpa que ahora me encuentro en esta situación, apestoso a culo, indeciso y con una maldición nueva.

La verdad es que tengo miedo de lo que pueda pasar si regreso.

Mi vista se clava en un camino contrario al de mi hogar.

Tal vez ahora sea la oportunidad perfecta para irme, correr sin mirar atrás y huir de ese ambiente tóxico y violento... Ahora estaba aquí, fuera de casa, libre para tomar mi camino.

¿Que debo hacer?

Mis reflexiones fueron una vez más interrumpidas bruscamente por una voz fuerte y enojada ¿No tienen respeto por las reflexiones de los demás?

"¡OYE! ¡TÚ! ¡MOCOSO!"

Giré mi vista en dirección a la voz, sólo para encontrarme con la mirada de un hombre mayor, alto, de barba y pelo blanco, con un gorro de tela posado en su cabeza. Una panza enorme y velluda apenas estaba cubierta por una camisa manchada de salpicaduras color rojo intenso, como la sangre. En su mano sostenía una especie de destornillador.

"¡Ven aquí en este preciso momento!" ladró.

Carajo.