Ella es alegre, divertida, atrevida, rebelde, y de un gran corazón, pero a los ojos del mundo está defectuosa. Él es guapo, adinerado, malcriado y caprichoso, es el más popular y codiciado por todas. ¿Qué pasará cuando se encuentren? Averigüémoslo juntos.
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Capítulo Siete
Cuando Rose y Laura llegaron a la escuela. Franco y sus amigos estaban cerca de la entrada. Dos de ellos se interpusieron en su camino, cerrándoles así la entrada. Las chicas intentaron rodearlos. Laurita logró pasar, pero cada vez que Rose iba a hacerlo. Los chicos se apretaban hacia el mismo lado.
_ Oh. Disculpa, querida Rose. Lamento que no quepas - dijo uno en tono burlón.
_ Tal vez tengas que ¡ADELGAZAR! - exclamó en voz alta, el otro chico. El resto de los jóvenes estalló en risas y comentarios ofensivos.
Rose los miró a todos y vio que Franco aunque, no reía a carcajadas como el resto, también sonreía. Este se dio cuenta y poco a poco se le borró la sonrisa de la cara. En eso un profesor llegó, los regañó e hizo despejar la entrada.
En la clase de inglés, el profesor preguntó si alguien hablaba alguna otra lengua. Una de las chicas levantó la mano y dijo que Rose. El profesor preguntó cuál y otro compañero dijo que hablaba el lenguaje de los cerdos y todos comenzaron a gruñir (oinc, oinc) El profesor los detuvo, no sin antes esbozar una sonrisa. Todos reían a su alrededor, las únicas que no lo hacían era Rose y Laura. Franco tampoco quería hacerlo, pero tenía una reputación y una imagen que mantener frente a sus amigos.
Rose estaba sentada bajo la sombra de un árbol, en el campus del instituto. Tenía los ojos semi cerrados, disfrutaba de la brisa. Mientras oía a su banda surcoreana favorita. De pronto una sombra se posó en frente e interrumpió su calma.
Abrió los ojos y se encontró con Franco. Se sacó los auriculares, porque parecía querer decirle algo.
_ Puedo sentarme - preguntó él. La chica lo miró y se encogió de hombros.
Él se sentó lentamente como si temiera algo. Te preguntarás que hago aquí ¿verdad?
_ Sí, tengo mucha curiosidad - dijo en tono sarcástico. Cerró los ojos y volvió a ponerse los auriculares.
Él se quedó sentado mirándola. Esperando a que ella le volviera a prestar atención. Pensando en que era muy bonita, deleitándose con el rojo de sus labios carnosos.
_ ¿Tengo una pantalla de cine en la cara? - preguntó con sarcasmo y evidente enojo.
_ No, solo esperaba que me prestes atención.
_ Pues, ya la tienes ¿Qué quieres?
_ Bueno, solo quería agradecerte - hizo una pausa - por salvarnos el otro día a mi amigo y a mí.
_ De nada - dijo y volvió a cerrar los ojos.
El muchacho no se iba y eso la molestó.
_ ¿Qué diablos, quieres Ibáñez? ¿Qué, quieres mi lugar, quieres sentarte aquí? - golpeó el suelo.
_ No, solo intentó ser agradecido y amable contigo
_ Ya agradeciste, perfecto. Pero ¿amable? ¿Tú? ¿El mismo que se estuvo riendo de mí, esta mañana? ¿Ahora quieres ser amable?
_ Sí, me disculpo también por eso. No es que me haya parecido gracioso, solo lo hice. Tú sabes como es.
_ No. No lo sé, Ibáñez. Yo jamás me he burlado de nadie y jamás permitiría que alguien se burlase o hiciera daño a otra persona. Eso no sucedería frente a mí.
Sus ojos avellanas se clavaron en los suyos. Llenos de determinación y coraje, tan distintos a los de él. Se levantó y se marchó, dejándolo sin saber qué decir.
Esa misma tarde Franco y Daniel fueron al bowling. Estaban en una mesa tomando algo cuando de pronto vio entrar a Rose y Laura. Se dio cuenta de que Rose siempre vestía como un chico, traía puesto jeans, una camiseta gris y una camisa de cuadros tipo leñador encima. Laurita en cambio, vestía un bonito vestido rosa y sandalias del mismo color.
_ Son lesbianas - dijo Daniel, interrumpiendo sus pensamientos.
_ ¿Qué?
_ Rose y esa chica Laura ¿No pensabas eso cuando las veías?
No se atrevió a decir nada. Pero le dio curiosidad saber lo que su amigo pensaba.
_ ¿Por qué, lo dices?
_ Todos los saben. Las que son como Rose, grandes y machonas son las que hacen de chicos y las que son como Laura son las chicas.
_ ¿Qué estupidez, dices? Son amigas, además, no me parece que Rose sea machona.
_ ¿Desde cuándo te cae bien la gorda Rose? ¿Te gustan las lesbianas? - comenzó a reír.
_ No, por favor - él también rio. Como si el hecho de que Rose le cayera bien, fuera impensable - solo digo que no me parece que sea así.
_ ¿La has visto bailar? - preguntó Daniel retóricamente - baila muy bien.
_ Yyyy ¿Qué con eso?
_ Los homosexuales bailan MUY BIEN.
_ Daniel, no digas pendejadas. No estereotipes. ¿Qué dirás ahora? Que como en Cuba hacen los mejores cigarros, todos los cubanos fuman. Y como Italia es la cuna de la pasta a todos los italianos les gusta la pasta ¡Qué pendejadas!
_ Está bien, no sé por qué te molestas. Solo digo lo que todos saben.
_ No me molesta. Es solo que no me agrada cuando la gente abre la boca sin argumentos verdaderos. Únicamente, basándose en lo que todos dicen.
_ ¡Calma cerebrito! Disculpa, olvidé que vienes de Europa y tu mente es muy abierta.
Franco hizo rodar los ojos
_ ¡Qué pesado eres! - le arrojó un maní a la cara. Su amigo rio.