No soy una mujer que siga reglas o estereotipos, odio que pretendan gobernarme.
A mis cuarenta y tres años soy la soltera más feliz que existe, no tuve hijos por elección propia. No consideré que para sentirme mujer debería ser madre.
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su clon
Flor Inés Villamizar
Tres de mis adorados y amados días, en que he tenido que levantarme antes de las 4 de la mañana, salir en las peores fachas de mi vida. Soy una mujer nocturna más que madrugadora.
¡Dios! Siento que no alcance a cerrar los ojos cuando me despierto asustada ante el sonido del teléfono, no necesito mirarlo para saber quién es.
—📱¿Ya estás en camino?
—📱 sí –miento.
—📱¿Por qué dices mentiras? —miro hacia todos los lados, sin hacer ruido, pienso "será que me está viendo". —No te estoy observando, pero levanta tu trasero de la cama, por tu culpa voy a llegar tarde. —«¡Maldita sea como hace! Parece que tuviese un sexto sentido, además de pequeña del demonio, es bruja»
Me levanto, tomo lo primero que encuentro del closet, si la escuincla se cree mi jefe, en 10 minutos volverá a marcar para preguntar dónde voy. Parece que lo sabe todo de mí.
Mi manía por aquellos cinco minutos que son los más deliciosos de la madrugada; aunque terminaban convirtiéndose en una hora han desaparecido.
¿Qué paso, con mi vida?, me pregunto, viendo mi cabello desarreglado,
Como lo pronostique mi teléfono vuelve a sonar.
–📱¿Dónde vienes?
–📱 Estoy saliendo de casa, no término de hablar cuando la mocosa ha cortado la llamada.
"¿Por qué tienen que vivir al otro extremo de la ciudad?" Me cuestiono.
Tres días hasta ahora, significa que faltan 6 semanas. El fin de semana descansaré de ella, o ¡no! Cojo mi bolso y saco el dichoso contrato.
Flor Inés, desde cuando eres tan descuidada, sí esta niña quisiera dejarte en la calle lo haría. Firme, como una estúpida, como la peor de las idiotas sin leer.
Como voy a hacer, para alistar todo, además de cuidar; eso no es cuidar, es aguantar a esa pequeña alimaña.
Aún estoy dormida, 5:05 de la mañana, estoy ingresando a la residencia. Ella ya está en la puerta esperándome.
¡Dios! Son las cinco de la mañana y se ve espléndida, su cabello cepillado, su jardinera pulcra y yo parezco una loca salida de manicomio.
–Llegas cinco minutos tarde, no sabes que la puntualidad es tu mejor carta de presentación. –Esa frase es mía, es la que les repito a mis empleados.
–El tráfico, –doy una excusa rápida.
–Y te paso un camión, por encima, -la observo y le hago señas de que no entiendo, –Tu cabello parece un estropajo, no tuviste tiempo de peinarte.
—No tuve oportunidad, Salí de trabajar a las dos de la mañana, cuando pensé que podría dormir, alguien me llamó, sacándome de mi adorada cama. Por lo tanto, no tuve tiempo ni de mirarme al espejo. —Le contesto alterada, pero mesurada, respiro profundo y la veo hacer una mueca de disgusto.
El resto del camino nos mantenemos en silencio. Cosa que agradezco.
Llegamos, detengo el auto frente al colegio, levanto los seguros, Gaby se baja.
—Debes tomarte un café negro, para que te espante esa cara de sueño que tienes. Gracias por traerme. —Concluye, sonrió de medio lado sintiendo mis ojos pequeños y pesados. Coloco los lentes de sol, ya no tiene sentido, ir a la casa.
Tomo mi teléfono y marco.
–📱Buenos días, Amalia, ¿dónde estás?
–📱Buenos días, Jefe, Saliendo de casa.
–📱 ¿Hasta ahorita?, ¿Sabes cómo se coloca el tráfico a esta hora? —No la echo, porque es muy eficiente,
–📱¿Podrías moverte porque vas a llegar tarde? No olvides mi café negro y si azúcar.– Le cortó la llamada.
Llego a la empresa y voy directo al apartaestudio que tengo en este lugar, muchas ocasiones me quedo a dormir aquí. En especial cuando se aproxima un lanzamiento. Como el que tendré, pero ayer tenía una reunión con el gerente del hotel, donde se llevara a cabo el evento; mi casa quedaba más cerca.
40 minutos después, de un baño refrescante, de haber cepillado mi cabello, y cambiar mi atuendo. De ser yo, estoy ingresando a mi oficina.
–Señorita Flor, su café, como le gusta. –Dice Amalia. Antes de recibirlo, reviso el reloj.
–Llegas 5 minutos tarde, sabes qué hubiera pasado, si fuese la cita con un cliente o una reunión importante. Recuerda que tu carta de presentación es la puntualidad.
¡Oh por Dios! Bofetada mental. Alcance a ver esa chiquilla en mí.
–Disculpe, mi hijo no sé ...–la interrumpo
–Calla mujer, esos melodramas de las familias no me interesan. –La interrumpí cuando intentaba disculparse.
–Entiendo, sé qué mi vida cotidiana no le interesa, –Lo dice. Molesta, pero es su problema.
–No había tenido la oportunidad de preguntarte, pero ya que estás aquí ¿podrías decirme cuántos años llevas trabajando conmigo?
–Diez el próximo mes, cumpliré —lo dice como si nada.
–Cuéntame por qué carajos, me pasaste, ese contrato de la mocosa y no me advertiste? —La miro sonreír
–Ah, se lo traté de advertir, pero usted estaba muy entretenida, con el señor Anderson, que ni siquiera leyó. — Dios es que ese hombre derrumba todas mis defensas. Me regaño mentalmente.
—Pero esa no es razón para que te hubieras prestado a colocar todo lo que la chiquilla pidió. –Expreso.
– Si ella es igual de manipuladora que usted. Si no es porque sé que usted jamás ha tenido hijos, diría que la señorita Gaby es suya. – le regalo una mirada asesina.
–Déjate de estupideces,
–Solo digo que es su clon en versión más pequeña. –Giro mis ojos hacia arriba, Amalia se está enloqueciendo.
–¿Sabes dónde está René?
–Está con las modelos, las cuales lo devoran con la mirada, es que, si yo no tuviera, ¡a mi macho peludo!, estaría haciendo fila, porque ese hombre está como me lo recetó el médico.
–Toma límpiate las babas, –Le paso un pañuelo, desechable, que tomó de su escritorio. —¿Además, quién te dijo que él se fijaría en ti?– le digo molesta.
–Y ¿por qué no? Sí, yo también poseo lo mío —manifiesta ella girándose y meneando su trasero. Me alejo antes de que la asesine, él es mío.
Me dirijo al set, donde se tomarán las fotografías, quiero alejar a esas modelitos.