María Elena Collazo trata de hacer hasta lo imposible por libararse de las garras de su suegra y de su alcohólico esposo. ¿Hasta qué punto podrá soportar ese infierno? Esta historia es totalmente ficticia. Todos los personajes y vivencias fueron creados por la mente de su servidora. Cualquier semejanza con la vida real es mera coincidencia.
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Venderle su alma al diablo
Así lo hizo Victoria, en cuanto amaneció se fue a buscar una casa de renta para eso checó en el internet.
Encontró algunas ofertas y decidió ir a checar las casas.
Pronto encontró una que se acomodaba a su presupuesto y a su gusto. Después de todo ella era la sub gerente de la empresa que había montado María Elena.
Y no le era difícil reconocer cuando una casa estaba bien construida, ya que a eso se dedicaba.
María Elena la había enseñado bastante bien.
Además, la casa no estaba muy lejos de la empresa así podría llegar temprano todos los días.
Amiga, ya encontré una casa, mañana mismo me voy, pero nos vamos a seguir viendo en la empresa, le dijo Vicky a María Elena.
Bueno, que conste que yo no te estoy corriendo, tú te vas porque quieres.
Lo sé, amiga, pero tu esposo no me da buena espina.
No te preocupes por mí. Te aseguro que soy feliz y esta casa me la heredaron mis abuelos, de todos modos no fui feliz aquí. Y siempre voy a poder contar con dinero para comprarme otra, acuérdate que tenemos una buena suma en el banco.
Bueno, tienes tú porque ese dinero es tuyo. Y ahora también de tu esposo.
No digas eso, ese dinero no está a mi nombre está al tuyo.
Victoria abrió mucho los ojos, no podía creer lo que escuchaba.
¿Estás hablando en serio?, ¿por qué?
Es muy simple, tú eres mi mejor amiga, eres la única persona a la que le tengo toda la confianza del mundo. No digo que no confíe en Moisés, pero confío más en ti.
Amiga, esto no está bien, por favor, no confíes demasiado en ese hombre ya te dije no me da buena espina.
Está bien, lo tendré en cuenta, pero te aseguro que solamente son intuiciones infundadas.
De acuerdo, ya no diré más cosas ayúdame a empacar, por favor. Y no te preocupes, tu dinero está a salvo conmigo.
Ya lo sé amiga, por eso lo he puesto a tu nombre.
Más tarde... si quieres te llevo a tu nueva casa para saber exactamente dónde vives.
Gracias, amiga, ya pedí un taxi, de todos modos yo estaré en contacto contigo nos vamos a seguir viendo en el trabajo ¿o no?
Por supuesto tontita, jaja.
Ya llegó mi taxi, gracias por todo ayúdame a subir las cosas.
Y fue así como después de varios meses de vivir con María Elena, Victoria decidió salirse de esa casa.
Un abrazo selló esa amistad.
Mientras tanto, en la casa de Aranza, Moisés preparaba sus maletas.
Hijo, no tienes que llegar a los extremos. Recuerda que solo es una farsa.
Ya lo sé, mamá, pero tengo que qué hacerla creer que de verdad estoy enojado contigo.
Entonces, solo llévate un poco de ropa de todos modos van a regresar más pronto que tarde.
Bueno, como tú digas.
Así es, como yo diga. Ah, otra cosa, procura mantenerte sobrio. No quiero que tu esposa piense que eres un alcohólico.
Claro que no soy un alcohólico, si quiero tomo y sí quiero no.
Tienes razón, hijo, lo malo es que tú todos los días quieres.
Ya déjame en paz, madre, estoy haciendo lo que tú quieres.
Moisés, no te hagas el loco que bien que te gusta esa mujer.
Claro que me gusta, mamá, pero no por eso voy a dejar de obedecerte.
Así me gusta, mientras me obedezcas todo irá a la perfección. Y mucho cuidado con querer salirte del huacal.
Moisés vio a su madre, en el fondo de su corazón quería deshacerse de ella, pero no podía era muy cobarde para todo.
Claro que no, mamá, yo seguiré siempre a tus órdenes y se cuadró.
Ándale ya llegó tu "señora", me da risa esa palabra.
Ya mamá, déjame en paz. Me voy tal vez regrese en una semana o dos.
Aquí te espero, hijo, y ten cuidado con lo que haces; recuerda que yo tengo todo el poder y te puedo dejar en la calle.
Hola, amor. Ya estoy aquí.
Mi princesa adorada, qué bueno que viniste, te extrañaba mucho.
Ay amor, pero si apenas nos dejamos de ver en la mañana ¿qué te pasa?
Es que te amo demasiado y pasar un minuto alejado de ti no lo soporto.
Bueno, pues vámonos te ayudo con tus maletas.
Gracias, amor, solo es una.
¿Una?
Sí, después vendré por lo demás, solamente llevo lo más importante.
Cómo prefieras; María Elena se encogió de hombros.
Al pasar frente a su madre, Moisés le guiñó un ojo.
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Una vez instalado en la casa de María Elena ambos se dispusieron a disfrutar el momento se metieron a su alcoba e hicieron de todo.
Amor, ¿entonces si vas a vender la casa?, por favor, necesito salvar mi empresa, le dijo Moisés luego del acto sexual.
Ya te dije que sí, pero yo no quiero vivir con tu madre.
Por lo pronto así va a ser, pero te prometo que en cuanto recupere mi empresa te compraré una casa mejor que esta, y no será por mucho tiempo que vivamos con mi madre.
Está bien, amor, pero mejor cállate y hazme el amor.
Moisés no se hizo repetir la orden y enseguida complació a su esposa.
Sus manos hábiles recorrieron todo su cuerpo, mientras sus bocas permanecían unidas.
Elena se dejó guiar, estaba enloquecida por ese hombre experto en caricias.
Así quedaron, abrazados sin pensar siquiera en lo que el destino tenía deparado para esta pareja de enamorados. Bueno, al menos ella sí estaba enamorada.
Amaneció y ellos seguían abrazados.
Elena fue la primera en abrir los ojos. Moisés estaba dormido, desnudo completamente. Ella lo admiró. Sus manos recorrieron su cuerpo haciendo que Moisés se estremeciera al contacto de sus manos en su piel.
Buen día, amor, que hermosa manera de despertarme.
Es que nomás te veo y me entran muchos deseos de poseerte.
Pues no te quedes con las ganas, chiquita.
Y de nuevo empezó el ritual del amor y sexo.
Más tarde, después de desayunar Moisés se fue a buscar una inmobiliaria para que le ayudara a vender la casa de Elena.
Encontró una que no era muy legal, pero eso poco le importaba a Moisés.
Con tal de recibir dinero le vendería su alma al diablo.