Un Amor Prohibido Para La Institutriz

​Tomás, buscando un poco de aire fresco, caminaba por los senderos del jardín. A lo lejos, vio a Alessandro con una escoba en la mano, barriendo las hojas secas. Su figura, un poco más delgada que la de su hermano mayor pero de estatura similar, se movía con la precisión de alguien que conoce su oficio.

​Tomás se acercó a él con una sonrisa. "Alessandro, ¿qué tal? No sabía que todavía te tocaba limpiar las hojas".

​Alessandro se volteó con una sonrisa, su rostro se iluminó al ver a su amigo. "¡Tomás! Sono felice di vederti. Sí, el jardín es mi dominio. Mi padre dice que es una buena manera de mantenerme en forma y ponerme más fuerte para poder cortar leña". Dijo mostrando sus sus bíceps fuertes a su amigo

​Tomás asintió. "Sí, me imagino. Pero ¿qué tal? ¿como está tu familia? Marcello me dijo que ya tienen un nuevo hermano"

​"¡Mamma mia, sí!", exclamó Alessandro con su acento italiano. "Somos seis ahora. Mi hermano mayor, Marcello, mi hermana Cecilia, los gemelos Lorenzo y Luna y el bebé Enzo, mi padre y mi madre ¿che famiglia, vero?!".

​Tomás se rió con ternura. "Me alegro de que todos estén bien. Debe ser raro tener un hermano tan pequeño, yo con emanuel tengo suficiente, Mi padre dice que está cada día más grande. que parece un osesno,"

Alessandro recordando al pequeño amor sonrió sin disimulo " si ya somos muchos pero no importa el Bambino È molto bello y ya comienza a sentarse lui è molto tenero . Por cierto como esta el amo emanuel? Ya se debe estar preparando para entrar en la academia Vero?"

" si la señorita Eliza ya está trabajando en sus clases como lo hizo con migo, su tamaño le ayudará mucho el próximo ciclo cuando entre a estudiar. Pero lo veo un poco distraído estos días, no sé si está listo para el colegio militar".

​Alessandro asintió con una mirada seria. "Non preoccuparti. Un hombre de honor siempre encuentra su camino".

​" tienes razón aún es pronto para eso. ¿Y Marcello? ¿Qué tal él? ¿cómo llego a casa? después de dejarlo en la estación de trenes no supe de el nada", preguntó Tomás, su voz se volvió más seria.

​Alessandro asintió con la cabeza, su rostro se volvió más serio. "el llego bien el domingo . Ha crecido mucho, y ahora es muy prenotato. Siempre fue serio pero ahora lo es mucho mas. además desde que llegó Ayuda a mi padre en las reparaciones de la casa, y siempre se preocupa por el dinero, cualquier cosa que le piden la hace por unas monedas. y sigue siendo muy buen boxeador, creo que ha sido el mejor de la academia qualcosa del genere ha detto ".

"si también trabaja mucho en la academia" contesto tomas pensativo.

​Los dos se quedaron en silencio por un momento, cada uno inmerso en sus propios pensamientos.

​Tomás se volteó a ver a Alessandro con una sonrisa. "Oye, ¿te acuerdas de nuestro viejo ring? ¿Todavía existe?"

​Alessandro se rio. "Ovviamente, es un lugar perfecto para desahogarse de vez en cuando voy con Lorenzo. ¿Perché l'ho chiedere ? ¿se anima a pelear?"

​"¡Claro que sí!", exclamó Tomás. "Pero, no seremos tú y yo solamente. ¿Por qué no invitas a Marcello? Hace mucho que no peleó contra el yo creo que si le puedo ganar ahora. Nos vemos allí mañana por la mañana, ¿qué te parece?".

​Alessandro sonrió. "Mi sembra perfetto, pero le advierto que mi hermano es se ve muy fuerte, no creo que le gane en una pelea. Ci vediamo lì domani".

En eso la señora Jenkins llamo a comer.​Los dos se despidieron con un abrazo, y cada uno se fue por su camino. La amistad que los unía se había fortalecido a pesar del tiempo.

La mañana siguiente, el aire era fresco y la luz del sol se filtraba entre las ramas de los árboles. El viejo ring de box, un claro en el bosque delimitado por cuatro robles, estaba desierto. A pesar del tiempo, el lugar conservaba la magia de su infancia.

Tomás, con el pequeño Emanuel a su lado, fue el primero en llegar. Emanuel, que salvo por sus lecciones dirias y los tiempos en la cocina, últimamente no se separaba de su hermano. Tomás llevaba pantalones holgados y una camisa de lino. Respiró hondo, sintiendo el aroma a tierra húmeda y a pino. Este lugar, tan simple, era para él un refugio, un lugar donde no era el hijo del marqués, sino solo Tomás.

Poco después, Alessandro apareció, seguido de cerca por una figura alta y silenciosa. Era Marcello. y un niño de unos 8 años, el pequeño Lorenzo, casi idéntico a Alessandro, pero de menor tamaño, se escondía detrás de él, sus ojos observando la escena con cautela.

Tomás caminó hacia ellos con una

 sonrisa. "¡Qué bueno verlos! ¡Ha pasado mucho tiempo!".

Alessandro, con una sonrisa, lo abrazó. "¡Sí, Tomás! ¡Che bello verte de nuevo!".

Marcello, por su parte, se quedó de pie, su cuerpo rígido. Su mirada se encontró con la de Tomás, una mirada que transmitía una mezcla de respeto, de nostalgia, y de una tristeza profunda.

 "Ciao, Tomás", dijo, su voz ronca y más profunda que la de Alessandro.

Tomás, notando la tensión de Marcello, lo miró con calidez. "Marcello, me alegra mucho verte. Pensé que no vendrías, como siempre te niegas en la academia...".

"Me pareció que sería divertimento recordar viejos tiempos", dijo Marcello, su voz ronca ya sin tanto acento como en su niñez.

Tomás, queriendo romper el hielo, se volteó a ver a Emanuel. "Emanuel, ¿por qué no le das la bienvenida a nuestros amigos?".

Emanuel, con la cara iluminada por una sonrisa, se acercó a Marcello. "Marcello, bienvenido. Mi hermano me ha contado mucho de ti. Dice que eres muy bueno en la academia y que tú le enseñaste a pelear".

Marcello sonrió. "No tanto joven amo. El amo Tomás me ha contado que es usted un excelente cuoco" Dijo Marcello con una sonrisa amable " y ...le presento a mi fratellino su nombre es lorenzo" dijo mostrando al niño que se aferraba a su pantalón.

La tensión entre ellos se disipó, reemplazada por una sensación de comodidad. Tomás les propuso empezar un calentamiento ligero. Los muchachos se movieron, sintiendo la familiaridad de sus movimientos, como si el tiempo no hubiera pasado.

Después de unos minutos de entrenamiento, se sentaron a descansar. El ambiente se llenó de risas y de historias. Los amigos se pusieron al día, hablando de todo y de nada.

Tomás, queriendo acercarse a su amigo, le preguntó con suavidad. "¿Estás bien, Marcello? Te noto un poco... distante".

Marcello lo miró a los ojos, su mirada llena de una tristeza profunda. "Sí, joven Tomás. sto bene. Solo io sono... en un lugar donde no creí volver a estar".

Un largo silencio los cubrió. Alessandro, sintiendo el ambiente tenso, le preguntó a Tomás: "¿Y qué tal su padre y hermana? la señorita Rosalba Ha crecido mucho, Mio padre me dice que se ha vuelto molto bella".

Tomás asintió. "Sí, ha crecido mucho, y se parece mucho a los retratos de mi madre. Pero la veo un poco extraña. No sé, no es como antes. La veo triste, a veces, pero no me dice nada , tal vez está así ya que su presentación en la corte, será en pocos días... La verdad no entiendo a las mujeres". Tomás asintió. "mi padre, ha cambiado mucho. Pero siempre se preocupa por nosostros ".

Marcello, con la cara iluminada por una sonrisa, se volteó a ver a Emanuel.

 "Emanuel, ¿quiere que le enseñe una lezione di boxe? Le prometo que seré cuidadoso".

Emanuel, con la cara llena de una sonrisa, asintió con entusiasmo. "Sí, por favor".

Marcello se levantó y se dirigió a un lado del ring, y Emanuel y Lorenzo lo siguieron con entusiasmo. Los dos niños comenzaron a entrenar, y la risa de Emanuel y Lorenzo se escuchaba por todo el bosque.

Tomás y Alessandro se quedaron sentados, observando la escena recordando sus días de niñez.