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Carrera Contra La Mafia

Carrera Contra La Mafia

Status: En proceso
Genre:Traiciones y engaños / Atracción entre enemigos / Polos opuestos enfrentados / Triángulo amoroso
Popularitas:649
Nilai: 5
nombre de autor: Edgar Romero

El sueño de Marcela Smith es convertirse en campeona de Fórmula Uno, sin embargo deberá lidiar contra una mafia de apuestas ilegales, sin escrúpulos, capaz de asesinar con tal de consumar sus pérfidos planes de obtener dinero fácil y que no querrán verla convertida en la mejor del mundo. Marcela enfrentará todo tipo de riesgos y será perseguida por los sicarios vinculados a esa mafia para evitar que cristalice sus ilusiones de ser la reina de las pistas. Paralelamente, Marcela enfrentará los celos de los otros pilotos, sobre todo del astro mundial Jeremy Brown quien intentará evitar que ella le gane y demuestra que es mejor que él, desatándose toda suerte de enfrentamientos dentro y fuera de los autódromos. Marcela no solo rivalizará con mafias y pilotos celosos de su pericia, sino lidiará hasta con su propio novio, que se opone a que ella se convierta en piloto. Y además se suscitará un peculiar triángulo amoroso en el que Marcela no sabrá a quién elegir par a compartir su corazón. Mucho amor, romance, acción, aventura, riesgo, peligros, misterios, crímenes sin resolver, mafias y desventuras se suman en ésta novela fácil de leer que atrapará al lector de principio a fin. ¿Logrará Marcela cumplir su sueño?

NovelToon tiene autorización de Edgar Romero para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 6

El día de la competencia de kartismo, en Parque Grande, me levanté muy temprano, me duché, desayuné algo frugal y fui con mi padre, en su auto, ilusionando en llevarme la victoria. Llevé el overol de carpintero que era de papá, el casco que conseguimos a bajo precio en un remate de cosas usadas y los guantes que usaban los jardineros y al que le faltaban ambos dedos meñiques,  pero que a mí no me incomodaban en absoluto, al contrario me sentía motivada, hecha de acero. Mi papá estaba muy contento y optimista también y no dejaba de tomarme selfies que compartía de inmediato con todos sus amigos y vecinos en sus redes sociales.

   Ya había muchísima gente, se habían instalado tribunas de madera, llegaron algunos periodistas y nos confirmaron que  participaría una veintena de pilotos, todos adolescentes, varios de ellos múltiples campeones en el circuito callejero de Parque Grande. Papá intentó conseguir un vehículo pero todos los otros participantes  le decían no, humillándolo, riéndose en su cara, tildándolo de mendigo. -Ponte de rodillas y lo pensaré-, le dijo uno, incluso, con tono desafiante.  Eso me molestó muchísimo.  Decidida encaré al tipo gordo que se reía de papá viéndolo despectivo de pies a cabeza. Me puse delante de mi padre y miré fijamente a ese sujeto malcriado e insolente. -Yo le gano a quien sea en la pista, hasta con los ojos cerrados-, lo desafié. El sujeto obeso ese no dejaba de reír. -Mi hijo es múltiple campeón nacional a nivel de menores y juveniles, nadie puede contra él, menos una niña tan insolente como tú-, decía el fulano  inflando aún más su panza, ahora burlándose de mí.

  -Pues yo le gano corriendo con una sola mano-, le dije ofuscada, alzando mi naricita, mirándolo a los ojos. Mi papá estaba rojo como un tomate y quería jalarme de allí para seguir buscando un carro para poder competir.

  -Ni siquiera tienes kart, niña ¿por qué no te vas a jugar con tus muñecas o a montar bicicleta con tus amiguitas?-, dijo y todos sus compinches estallaron en carcajadas, mofándose aún más de mi temeridad. Yo sin embargo no me inmuté y lo seguí desafiando afilando aún más mis pupilas.

   -¿Qué apostamos?-, lo reté.

  El tipo gordo no dejaba de reír. Se volvió donde estaba su mecánico y sin dejar de reírse le dijo que le diera el carro viejo, el que no sirve. -Vamos a darle gusto a esta niñita de llegar última-, volvió a hacer estallar en risotadas a sus amigotes.

   Mi papá estaba emocionado. -No importa si no ganas, hijita-, me decía acomodándome el casco y ayudándome con las amarras. El kart era demasiado viejo, en efecto, anticuado, pero estaba en buenas condiciones. Tenía combustible y llantas resistentes, era suficiente para mí.

   -Si consigo ubicarme adelante, papá. le gano,  al hijo de ese insolente-, estaba yo convencida.

   Los otros competidores se reían viéndome con mi casco grandote, los guantes rotos y el overol, de carpintero roído. Me miraban con sorna, más, por supuesto el hijo del obeso. Él era múltiple campeón, incluso a nivel internacional, y era el mejor piloto de su edad en todo el país. Era imposible ganarle y por eso su autosuficiencia, riéndose de mí y de mi apariencia. -Esa chica parece un espantapájaros-, se burlaba él, a carcajadas.

    Me puse en la parrilla de salida, convencida en tomar el primer lugar. Debía hacerlo, de lo contrario no podría ganarle a ese insolente. Y así, apenas bajaron la bandera entre muchos aplausos, hurras, vivas y vítores, pisé el acelerador hasta el fondo y salí destellante tomando la recta, echando humo, esquivando a los otros carros, convertida, literalmente, en un meteorito. Logré lo que quería, me puse en primer lugar dejando atrás a mis ocasionales rivales que estaban estupefactos viéndome hecha una centella. Ahora todo dependía de mí.

    -Esa niña está loca-, descolgó la quijada el obeso. La maniobra que había hecho era, ciertamente, demasiado riesgosa, esquivando a los contrarios, aupándome prácticamente encima de ellos, ganando la recta igual si hubiera sido disparada por un cañón, buscando el primer lugar. Los otros carros quedaron atrás, sin opción a darme caza.

   -¡¡¡Adelántate John!!! ¡¡¡No dejes que se vaya!!!-, gritó el gordo a su hijo que se había quedado relegado, también, sorprendido por mi maniobra tan audaz y peligrosa, saliendo como un rayo, apenas se dio la largada. El muchacho asintió, aceleró y se me acercó a gran velocidad. Yo lo vi a mi derecha, tratando de acortar las distancias, el chico, incluso, intentó golpearme para desestabilizarme  pero yo no me dejé, por el contrario, aceleré aún más pensando en sacarle una ventaja decisiva en la curva, sorprendiendo a todos por lo arriesgado de la maniobra, pero esa fue mi carta decisiva. Lo lógico era bajar la velocidad sin embargo yo hice la contraria. El público se puso de pie, y un larguísimo ohhhhhhhhhhhh se multiplicó en las improvisadas graderías del parque.

   -¡¡Se va a matar!!-, se aterró el tipo gordo viendo mi arriesgada maniobra y mi padre solamente reía porque él ya sabía la evolución que iba a dar, tomando la curva al vuelo, sin derrapar, haciendo que el vehículo tome la recta igual si fuera una pluma.

   El muchacho campeón nacional, en cambio, no pudo seguir mi paso y dio varias volteretas, quedando desairado y perdiendo el ritmo, permitiendo, además, que los otros contrincantes lo superaran,  quedando entre los últimos.

  Dueña de la situación, tomé la recta y las otras curvas a toda marcha, manteniendo la ventaja, con el mismo ímpetu y vehemencia que al comienzo, dejando a mis contrarios sin opción de poder darme casa. Crucé la sentencia sin problemas, ganando con una considerable distancia. Mi padre daba huiras y vítores y no dejaba de brincar como un conejo, celebrando mi victoria.

   Apenas me detuve en el lugar de sentencia, me desamarré como pude y de un brinco me colgué en el cuello de mi padre y le decía un millón de veces, "¡¡¡te amo, te amo, papá!!!", y él no hacía nada más que llorar.

Cuando fuimos a devolver el kart, el hombro gordo había desaparecido, también sus mecánicos y hasta el chico, el insolente campeón nacional. Aún tengo ese kart en la cochera, bien conservado con un letrero grande que dice "mi primer triunfo".

1
Mary Mejía
que tan ruin es ese tal Irons del que tiene que cuidarse Marcela y la escuderia rayo azul
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