En el 2010, dos años después de su receso a su tiempo, Anastasia, lleva una vida muy tranquila. De su casa a la universidad, en dónde daba clases, y de ahí de regreso.
todo se moviliza cuando recibe un sobre proveniente de florida, firmado por su hermana, en tiempo presente. Ana se siente un poco extraña con este hecho, sumado a un accidente, por el cual, vuelve a viajar, Pero está vez a 1989.
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capitulo 6: CABOS VERDES
Capítulo 6 – cabos verdes
Al día siguiente, sábado, Anastasia no podía dejar de darle vueltas a la misma idea: estaba tan cerca de su hermana y, aun así, no podía verla. ¿Cómo lograr que Val supiera que estaba allí?
Sabía que su tía Yoli también estaba preocupada y trataba de contenerla, pero Ana no podía dejar de pensar en ello.
Esa mañana, su abuelo les pidió que lo ayudaran a hacer las compras. Fueron al supermercado y regresaron cargados de bolsas. Aunque él se había despertado algo mejor, a pesar de sus dolencias, ellas querían evitar que hiciera demasiado esfuerzo.
Salieron con bolsas repletas de verduras, carnes, fideos y artículos de limpieza.
—Esto tiene que durar todo el mes —comentó el hombre mientras ellas colocaban las bolsas en el baúl.
—En cuanto consiga trabajo, le doy la mitad de lo que compró.
—No vas a usar la mitad de todo esto… —rió el abuelo—. No te estoy cobrando nada.
Ana miró a Yoli, que en ese momento se había acercado a un tacho de basura para tirar el envoltorio de un alfajor, y tomó la mano del hombre.
—Sé lo difícil que está siendo todo…
—¿Y qué no es difícil en estos tiempos? —preguntó él. Ella lo contempló con ternura.
—¿Qué pasa? —preguntó Yoli al volver.
—Nada —respondió su padre—. ¿Vamos?
Los tres subieron al Chevy y comenzaron el regreso a casa. Ana observaba la ciudad por la ventanilla trasera. Todo era tan diferente que, a veces, debía concentrarse para ubicarse.
—¡Mira! ¿Ese no es el actor que vimos en televisión? —preguntó el abuelo.
Yoli se enderezó de un salto y se pegó al vidrio. Ana tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo, también miró… ¡Sí! ¡Era Ralf! Estaba entrando a un edificio.
—¿Qué dice el letrero? —preguntó Ana.
—Productora “Cabos Verdes” —respondió Yoli, que iba adelante.
La tía se giró un poco para mirarla, y se cruzaron las miradas.
Esa tarde, aprovechando que los adultos habían salido al parque —los médicos le habían recomendado al abuelo tomar aire—, ellas se dirigieron directo a la productora, que también funcionaba como televisora.
Frente al gran edificio, se miraron y sonrieron.
—Ya no veo la hora de conocer a Val.
—Ya la conoces, tía —respondió Ana.
—Bueno… ya sabes a lo que me refiero.
Suspiraron y se dirigieron a la puerta.
—¿A quién buscan? —preguntó un guardia antes de que pudieran tocar el picaporte.
Se quedaron inmóviles. Ana suspiró fuerte.
—Queremos hablar con el señor May.
—¿Para qué lo buscan?
—Somos… amigos.
El hombre soltó una carcajada.
—Amigos, claro…
—¡Sí! ¿Por qué nadie me cree? Lo conozco desde que era Rafael.
—¿Y espera que le crea?
Ana estaba por replicar, pero Yoli le tocó el brazo.
—No hay problema, no molestemos más al señor —dijo, señalando con los ojos el portón de servicio abierto.
Aprovechando un descuido del guardia, se escabulleron. Una vez dentro, buscaron camuflaje. Ana, más alta y corpulenta, tomó un guardapolvo de limpieza; Yoli, en cambio, una campera y un gorro de seguridad.
—Esto es divertido… —sonrió Yoli de oreja a oreja.
—Ay, tía… —bufó Ana.
Caminaron esquivando a las pocas personas que había: una conserje y una trabajadora de limpieza.
—¿Dónde estarán? —preguntó Yoli.
—Busquemos, tía.
Era un lugar inmenso, con habitaciones llenas de cámaras y escenografías. Ana pasó frente a una puerta y se detuvo al oír una voz.
—Te dije que te quedes en la casa —dijo un hombre. Era Ralf.
—Jamás me voy a alejar de vos. ¿En cuántos idiomas querés que te lo diga? —respondió una voz femenina que Anastasia reconoció de inmediato.
Se tapó la boca, emocionada, y tomó la mano de Yoli.
—Son ellos —susurró.
—En tu estado no es conveniente —continuó Ralf.
—Viajé al otro lado del mundo en mi estado, así que no digas pavadas.
Ana no comprendía del todo la conversación cuando…
—¡Ey! ¿Qué hacen? ¿Cómo entraron? —gritó una voz.
Era el guardia de seguridad acercándose.
—Podemos explicarle… —intentó Ana, pero él ya estaba encima.
—¡Llamaré a la policía!
Retrocedieron pegándose a la puerta, justo cuando desde adentro alguien la abrió. Ambas cayeron hacia atrás, tomadas de la mano.
Desde el suelo, Ana vio a Ralf mirándolas desconcertado.
—¿Ana? —preguntó él.
—Hola… —sonrió ella.
—¡¿Cómo que Ana?! —exclamó otra voz desde el sofá. Val estaba allí, con las piernas sobre un banco.
Ralf las ayudó a levantarse.
—Disculpe, señor May, traté de detenerlas —dijo el guardia.
—No se preocupe —respondió Ralf—. Es mi cuñada.
—Oh, señor, no lo sabía…
Ana lo miró con aire triunfal antes de que el guardia se marchara.
Ese no era el reencuentro que Anastasia había imaginado, pero tomó la mano de Yoli y se giró. En el sofá estaba Val, radiante y… ¿embarazada? Claro: ese bebé debía ser su futura sobrina, la que se casaría en 2011...
Soltó la mano de Yoli y corrió a abrazarla.
—No puedo creer que te encontré.
—Despacio… —pidió Val, y Ana se separó para mirar su vientre.
—Estás hermosa —dijo, acariciándole la barriga.
—Y vos también… —sonrió Val, acariciándole la mejilla—. Pero… ¿cómo es que estás acá?
—Ya te voy a contar —respondió Ana.
Se miraron con emoción, hasta que Val notó a la adolescente morena en el rincón.
—Hola… ¿Te conozco?
Ana sonrió.
—Sí… la conocemos.