La Sombra De Ashfall

-Si es lo que desea, me quedaré a tu lado – respondió Gareth con devoción.

La cascada seguía su ritmo, pero el mundo a su alrededor se había detenido, su aliento se aceleró mientras se inclinaba, su mirada fija en los labios de Cecil. El deseo de besarla era abrumador, una corriente poderosa que amenazaba con arrastrarlos a ambos, era peligroso, demasiado pronto, quizás una transgresión de todas las normas.

Pero Cecil lo necesitaba, necesitaba ese beso. Un sello a una nueva promesa, un ancla en la tormenta que sabía que se avecinaba, fue ella quien acortó la última distancia, sus manos se alzaron para tomar el rostro de Gareth, y con una delicadeza que desmentía la urgencia de su alma, lo besó.

Fue un beso suave al principio, lleno de la sorpresa de Gareth y la necesidad de Cecil. Luego, se profundizó, convirtiéndose en un juramento silencioso bajo el velo de agua, un pacto entre dos almas que habían encontrado un nuevo destino en la adversidad, ya no había dudas, solo la certeza de que, esta vez, las sombras de Ashfall no los consumirían.

Cuando sus labios se separaron, la realidad de la cascada y el mundo exterior regresó lentamente. El aire seguía fresco, el agua seguía cayendo, pero algo fundamental había cambiado.

-Debemos irnos, Gareth - dijo Cecil, con una urgencia que no pasó desapercibida.

Él la miró, sus ojos llenos de una vulnerabilidad recién descubierta, una mezcla de asombro y el temor de que este momento fuera tan efímero como un sueño. No quería irse, no quería que la magia de esa confesión se disipara, sus manos se movieron instintivamente para aferrarla por la cintura, atrayéndola más cerca, sus cuerpos mojados tocándose.

-Por favor, Cecil - susurró, la voz ronca por la emoción -. Solo un momento, un momento más a tu lado. Temo que, si nos vamos ahora, todo esto haya sido solo un sueño.

Cecil sonrió, una sonrisa pequeña y llena de promesa que nunca le había dedicado a él antes. En su vida pasada, la había abandonado por un amor que resultó ser una ilusión. Esta vez, el abandono no sería una opción, sus manos se aferraron a los hombros de él.

-No me apartaré de ti, Gareth - le aseguró, sus ojos fijos en los suyos con una intensidad inquebrantable -. Nunca más, pero para asegurar que esto no sea un sueño, tenemos que actuar. Tenemos que cambiar lo que viene.

Gareth la miró, el significado de sus palabras comenzando a calar. La urgencia en la voz de Cecil no era por el rey, sino por la supervivencia. La sombra que ella había vislumbrado en su mirada antes, ahora cobraba un sentido aterrador.

-Dime qué tengo que hacer, Cecil - dijo Gareth, su voz firme y llena de una renovada determinación.

-Lo primero que necesitamos es tiempo, mucho tiempo. Lysander acaba de llegar a la capital con su esposa. Lo que sucederá después será rápido si no actuamos. Necesito que me ayudes a ganar tiempo para que no me convierta en la concubina del rey.

-Lo que digas. Pero, ¿cómo?

-Mis padres me comprometerán contigo para evitarlo, quiero que esa propuesta sea real. Te necesito como mi prometido y necesitamos que mis padres lo anuncien de inmediato, antes de que Lysander pueda siquiera pensar en su siguiente movimiento.

La propuesta de Cecil resonó en el aire húmedo de la cascada, tan clara como el agua que caía, Gareth la escuchó, y una oleada de alivio y euforia lo invadió, su destino, que creía sellado por la resignación, se abría ahora a una promesa impensable.

-¡Sí! - exclamó, sin dudar un instante. Su rostro, antes marcado por la tristeza, se iluminó con una alegría radiante -. Si eso es lo que quieres, Cecil, me comprometeré contigo en este mismo instante y haré lo que sea necesario para protegerte - su mano encontró la de ella, entrelazando sus dedos con una firmeza que sellaba su nuevo pacto.

Emprendieron el camino de regreso al Ducado Kaeldron, el corazón de Cecil latiendo con una mezcla de aprehensión y una determinación férrea. La cercanía de Gareth, su lealtad inquebrantable, era su ancla en la tormenta que se avecinaba. No hablaron mucho durante el trayecto, las palabras eran casi innecesarias; la urgencia de su misión los impulsaba.

Llegaron al ducado al atardecer, justo cuando el cielo se teñía de tonos naranja y violeta. Apenas habían puesto pie en tierra, bajando de sus caballos, cuando la figura de Lysander apareció en el patio principal, su rostro estaba marcado por la preocupación y el reproche, sus ojos buscando desesperadamente a Cecil.

En el pasado, Cecil habría corrido a sus brazos, pero ahora, la visión de él evocaba una punzada de dolor y la fría certeza de la traición. Se detuvo, su mano apretando la de Gareth, cuando Lysander se acercó, ella no mostró ni una pizca de la euforia o la desesperación de su vida anterior.

-Mi Rey - dijo Cecil, con una formalidad fría y distante que hizo que Lysander frunciera el ceño. Hizo una leve reverencia, pero no soltó la mano de Gareth -. Disculpe que no podamos atenderlo, pero tenemos asuntos urgentes que atender.

Intentó pasar de largo, llevando a Gareth consigo, pero Lysander, visiblemente molesto por la presencia de Gareth y la frialdad de Cecil, se interpuso en su camino. Su mano se extendió y sujetó el brazo de Cecil, deteniéndola.

-¿Dónde estabas, Cecil? Te estuve buscando - Lysander hablo, la preocupación mezclada con una creciente irritación -. Y ¿qué haces con él? - su mirada se posó en la mano de Gareth, que aún sostenía la de Cecil.

Gareth, sintiendo la tensión, no dudó en actuar, su mano libre se movió con rapidez y decisión, haciendo que Lysander soltara el brazo de Cecil. No hubo agresividad, solo una firmeza protectora. Lysander, con los ojos entrecerrados por la ira, se adelantó un paso, su voz baja y cargada de amenaza.

- Lysander: No te metas, Gareth. Esto no te incumbe, o olvidare que somos amigos - su voz baja pero cargada de una amenaza implícita.

- Gareth: no vuelvas a tratar de eso modo a Cecil - su voz era firme, con una nueva autoridad que sorprendió al rey.

-Lysander: es mi prometida, si no lo recuerdas.

- Cecil: en eso se equivoca majestad, yo no soy su prometida, le recuerdo que usted es un hombre casado, de hecho, su esposa debe estar preocupada, es mejor que vuelva a su hogar.

-Lysander: ya lo sabes, te lo puedo explicar, solo escúchame un momento.

-Cecil: no necesito explicaciones, sé que se sintió acorralado en el reino Ironpeak no tenía más opciones y tuvo que casarse con la princesa Orlaith, lo felicito.

- Lysander: entonces estas utilizando a Gareth para lastimarme.

- Cecil: no, pero puede pensar lo que desee.

-  Lysander: Gareth sabes que Cecil me ama, me eligió a mí, y lo que esta haciendo es porque esta enojada conmigo. No seas patético y aléjate.

-Gareth: no me importa ser usado por la mujer que amo.