Un giro inesperado en el destino de Elean, creía tener su vida resuelta, con amistades sólidas y un camino claro.
Sin embargo, el destino, caprichoso y enigmático estaba a punto de desvelar que redefiniria su existencia. Lo que parecían lazos inquebrantables de amistad pronto revelarian una fina línea difuminada con el amor, un cruce que Elean nunca anticipo.
La decisión de Elean de emprender un nuevo rumbo y transformar su vida desencadenó una serie de eventos que desenmascararon la fachada de su realidad.
Los celos, los engaños, las mentiras cuidadosamente guardadas y los secretos más profundos comenzaron a emerger de las sombras.
Cada paso hacia su nueva vida lo alejaba del espejismo en el que había vivido, acercándolo a una verdad demoledora que amenazaba con desmoronar todo lo que consideraba real.
El amor y la amistad, conceptos que una vez le parecieron tan claros, se entrelazan en una completa red de emociones y revelaciones.
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Un laberinto de sentimientos.
La penumbra de la noche por fin trajo consigo el ansiado respiro. Después de la exquisitez de la cena preparada por la esposa de Don Genaro, el temblor incesante que había sacudido cada fibra de mi ser finalmente se aquietó.
Caí en un sueño tan profundo y reparador que me perdí por completo del mundo real, una bendición tras la vorágine de emociones.
Al amanecer, una calma inusual me envolvió, aunque persistía la punzante vergüenza, un eco silencioso de mis errores pasados.
Dediqué las primeras horas del día a conocer a todos, y cada interacción reafirmaba una convicción interna: no me había equivocado al regresar.
La satisfacción me embargaba al constatar el trabajo impecable de mi asistente y la eficiencia innegable de Don Genaro.
Hoy, el universo parecía conspirar para una prueba de fuego: una salida con Carter. "Solo una salida de amigos," me repetía, intentando sofocar el caos que empezaba a gestarse en mi interior. Por eso, optaría por un atuendo casual.
¡Maldición! El espejo se había convertido en mi peor enemigo. Me había cambiado al menos cuatro veces, cada opción desvaneciéndose bajo el escrutinio de mi propia inseguridad. La misión era clara: lucir impecable sin delatar el esfuerzo sobrehumano que invertía en ello.
Eran las 2:30 p.m. Cuando finalmente me sentí, si no perfecto, al menos aceptable: un pantalón y camisa de vestir, mocasines de piel café que denotaban un estilo atemporal, un reloj grande que anclaba mi seriedad, y un saco sport que sutilmente susurraba juventud y elegancia.
Llegué exactamente a las 2:55 p.m., un retraso mínimo que no empañaría mi determinación. Me estacioné con la prisa de quien huye de sus propios pensamientos y caminé con una celeridad inusitada hacia la fuente, el punto de encuentro.
¡Carajo! ¿Por qué esta agitación desmedida?
Hemos sido amigos por tanto tiempo, esta salida no era más que una invitación trivial, una más entre tantas.
Respiré hondo, intentando calmar el huracán que se desataba en mi pecho. Esta vez, las cosas serían diferentes. Cambiaría el curso de la historia.
¡No! ¿Qué diablos estoy pensando? ¡Esto tiene que parar! La frase rebotaba en mi mente, un mantra desesperado.
"¡Hola, Elean, por aquí!", la voz de Carter me arrancó de mi tormento interno.
Me giré y ahí estaba ella, radiante, una visión que me robó el aliento. Un vestido blanco salpicado de flores, zapatillas altas rojas que añadían un toque audaz, una pulsera dorada que atrapaba la luz en su muñeca, y unos pequeños aretes que, con su discreto brillo, dirigían mi mirada hacia sus delicados lóbulos.
Una pequeña cartera roja completaba su atuendo, una pincelada final a una obra de arte.
"Carter, ¡qué bella estás!", las palabras escaparon de mis labios antes de que pudiera controlarlas.
"Hola, disculpa la tardanza, tuve un contratiempo que me quitó unos minutos." Su voz era un bálsamo.
"Descuida, la espera valió la pena." Lo decía en serio.
"Bien, entonces, ¿qué te parece si vamos a comer y luego podemos ir por unos tragos, qué opinas?"
"No sabía que tomabas alcohol." Mi sorpresa era genuina.
"Elean, tengo 20 años." Una sonrisa divertida asomó en sus labios.
"En ese caso, me parece perfecto. Hace un poco de calor, una cerveza me caería de maravilla en estos momentos." La idea de compartir algo más allá de la amistad comenzaba a filtrarse.
"Te ves muy bien, Elean." Sus palabras me tomaron por sorpresa.
"¿Qué dices...? Solo tomé lo habitual, pero gracias, ¡tú eres la que luce genial!"
"Gracias, para ser sincera no tenía idea de qué ponerme, así que me decidí por este vestido."
"Fue una excelente elección, ¡luces espectacular!"
"Espero no haberte molestado la otra noche, sé que era de madrugada, pero realmente me pareció escucharte."
Una punzada de ansiedad me recorrió. "No, por supuesto que no lo hiciste... De cualquier forma, discúlpame por no responderte en ese momento, trabajé todo el día y terminé algo cansado." La mentira se deslizó con facilidad, un escudo para mi incursión nocturna.
"Eso pensé." Su respuesta no me tranquilizó del todo.
Caminamos en un silencio cargado de preguntas no formuladas hasta el restaurante, a solo unos metros de la fuente del zócalo. El silencio incómodo se instaló entre nosotros, y mi mente se lanzó a un torbellino de dudas: ¿Su padre me habrá visto? Estoy casi seguro de que Carter sabe que estuve anoche afuera de su casa.
Al llegar, tomamos asiento junto a una gran ventana con una vista espectacular, un respiro visual que me permitió relajarme un poco. Era el momento de poner en marcha mi plan, odiaba tener que averiguar las cosas de forma tan tortuosa.
"Y dime, Carter, ¿cómo está tu papá?" La pregunta se sintió forzada, pero necesaria.
"Está muy bien. Un poco paranoico... Mandó a poner una cámara de seguridad afuera de la casa. Aparentemente, vio a un par de ebrios merodeando muy de cerca la casa, por lo que no quiere correr peligros. Está seguro de que estaban dentro del jardín, aunque, siendo sincera, a mí me parece un poco exagerado."
Una risa nerviosa se escapó de mis labios, forzada y teñida de ironía. "Jajaja, ¿de verdad un par de ebrios...? La delincuencia cada día está peor... ¡Un par de ebrios!" Mis palabras se ahogaban en mi propia farsa. "¡Qué será de esta juventud que se dedica a tomar en lugar de prepararse, este mundo cada vez está peor!" Dije con un desdén que apenas lograba disimular mi propia culpa.
"Yo creo que solo se estaban divirtiendo, quizás celebraban algún acontecimiento importante; sin embargo, ya sabes cómo es mi padre, no alcanzó a reconocerlos, pero asegura que pudieron ser peligrosos, armaron todo un caos, aunque yo no escuché nada fuera de lo normal."
"Es bueno que tu padre se preocupe, la opción de la cámara le dará tranquilidad y seguridad por si pretenden regresar esos intrusos." Respondí riendo un poco más nervioso, la risa resonando hueca en mis oídos.
"Sí, en eso tienes razón." Respondió Carter, acomodando su cabello detrás de su oreja, un gesto que me pareció una eternidad.
"Salúdame a tus padres, por favor."
"Así lo haré, gracias."
"¿Y tú, cómo estás? ¿Qué fue de... Matías? Me parece que así se llamaba." La pregunta flotó en el aire, cargada de una intención que intentaba ocultar.
"¿Me lo preguntas por la ruptura?" Hizo una pausa, un suspiro apenas audible que me taladró el alma.
Bajé la mirada, conteniendo una alegría inapropiada, forzando una seriedad que no sentía. "Desconozco los detalles, me enteré que así fue. En verdad, lamento que su relación no haya funcionado, pero más lamento no haber estado aquí para ti."
"Oh, descuida, realmente no era nada serio, estoy muy bien, el chico era bueno, pero creo que simplemente no teníamos nada en común y solo nos atraíamos físicamente, salimos un par de veces, pero tú sabes, cuando no es, no es." Su franqueza me desarmó.
"Te veías realmente emocionada." La sinceridad en mi voz era palpable.
"Y lo estaba, pero creo que en el corazón uno no decide." Su mirada se perdió por un instante.
"Sí, en eso tienes razón."
"¿Te has enamorado?" La pregunta me tomó por sorpresa, un latigazo.
"¿Quién? ¿Yo? ¿Por qué me preguntas eso?" Mi voz sonó más aguda de lo que pretendía.
"No sé, me da curiosidad saber si hay alguien que te interese, nunca te he visto en una relación seria."
"¿Interesarme alguien? Absolutamente no. Soy un alma libre, y eso no va a cambiar. El amor y todo ese circo sentimental me resultan indiferentes." ¡Pero qué estupidez acababa de pronunciar! Las mejillas me ardían con furia mientras le daba un trago amargo a mi copa, rogando que el bochorno se disipara.
"Jajaja, tú no cambias, quisiera tener tu corazón así no me pasarían estas cosas, tengo que aprender mucho de ti." Su risa era un bálsamo.
Sonreí y levanté mi copa. "¡Salud!"
"Elean, eres mi mejor amigo. En cada dificultad, tu presencia ha sido mi refugio, mi paño de lágrimas, mi confidente. Es curioso cómo, a pesar de haber crecido entrelazados, las palabras sobre el amor se nos resisten. Sin embargo, quiero que quede claro: puedes contar conmigo incondicionalmente. Eres un capítulo esencial en mi vida y anhelo formar parte también del tuyo."
"Lo eres..." Las palabras apenas se formaron en mi garganta.
"¿Qué?" La confusión en su rostro era evidente.
"Te valoro muchísimo. Casi nunca me muestro tan abierto, pero contigo, la autenticidad fluye sin esfuerzo. Eres una parte fundamental de todo lo que hago y pienso. Sé que lo comprendes."
Carter sonrió, su mirada perdida en el gran ventanal. Mi ritmo cardíaco volvió a acelerarse, esa extraña taquicardia que solo sentía cuando ella estaba cerca, cuando su voz era capaz de calmar a mis demonios.
Acostumbrado a la inmediatez de mis conquistas, me encontré con Carter y un solo instinto: protegerla de mi propia naturaleza.
El impulso de seducirla me tentaba, lo admito, pero cada vez que la veía, me inmovilizaba. Era como sucumbir al canto de una sirena, y en ese abismo, donde el poder residía enteramente en ella.
Observé sus manos y coloqué las mías sobre las suyas. Estaban heladas, quizás por los tragos, o porque ya anochecía. Sus ojos, increíblemente bellos, y la forma en que su cabello caía sobre su rostro, me hipnotizaban. La sonrisa que se dibujó en su cara fue una invitación tácita. Inevitablemente, me acerqué lentamente a ella, mi intención clara: besar tiernamente su mejilla.
Sus ojos se abrieron como flores en primavera, y su rostro se tiñó de un rojo vibrante. Bajó la mirada e instintivamente retiró sus manos de las mías.
"¿Qué ocurre?" Mi voz sonó más lejana de lo que pretendía.
"¡Nada! Es solo que... ya está haciendo frío y ha oscurecido, deberíamos volver." Su tono era precipitado.
"Creí haber escuchado que querías unos tragos y aún no has terminado tu bebida, llevas tiempo con ella, dando pequeños sorbos."
"En realidad, no soy muy buena bebiendo, y a decir verdad, creo que me siento un poco mareada, ¿podemos volver?"
"Está bien, volvamos..." La decepción se instaló en mi pecho. Carter se recargó sobre el respaldo de la silla, como buscando apoyo.
"En cuanto termines el café que voy a pedir, podemos irnos."
"De acuerdo."
El frío comenzó a morder, la oscuridad de la noche envolvía las calles mientras los minutos avanzaban. Pedí el café para llevar, una última oportunidad de prolongar el momento. Quizás era el alcohol, la noche o el ambiente, pero Carter lucía bestialmente sensual. Ese vestido le hacía justicia a su delicada figura y belleza.
Pagué la cuenta y nos retiramos. Su piel se erizó con el frío, y le ofrecí mi saco, la oportunidad de ayudarla a colocarlo fue un placer, un contacto fugaz pero significativo.
La tarde había sido cálida, el restaurante mantenía una temperatura agradable, pero afuera el frío era tan intenso que nuestros atuendos resultaban ridículos.
Mientras esperábamos el auto, Carter temblaba tanto que sus labios adquirieron un ligero tono púrpura. Le ofrecí mi brazo como apoyo, y ella aceptó gustosa, su mano en la mía, una corriente eléctrica que me recorrió.
Caminamos hacia la salida en silencio, la oscuridad y el frío nos envolvían tan pronto que me costaba creer que la tarde se hubiera desvanecido en un santiamén.
El eco rítmico de sus tacones marcaba cada paso. El auto apareció frente a nosotros, el valet parking se bajó, saludando y abriendo la puerta cortésmente. Me hizo un ademán para que subiéramos, pero esa noche, yo sería el caballero en todo. Con un gesto de la mano, le indiqué que esperara. Justo cuando iba a abrir la puerta, uno de sus tacones se atoró en una pequeña hendidura en el piso, y ¡Zas!
El valet parking se acercó de inmediato, atónito por lo sucedido, pero se detuvo en seco. Logré atraparla entre mis brazos, su rostro quedó tan cerca del mío que mi corazón estuvo a punto de saltar de mi pecho.
Ambos nos miramos, como si el tiempo se hubiera detenido, suspendido en un instante eterno.
Sentí su cintura bajo mis manos, y la agarré con firmeza, acercando mis labios a los suyos. Me miró confundida, sin moverse. Su respiración se agitó brevemente contra mi piel, un impulso irrefrenable me hizo cerrar los ojos. Pude sentir cómo sus labios se abrían, esperando los míos.
Cuando, de repente, una voz resonó en la quietud de la noche:
"Buenas noches..."