Dalia comenza a trabajar como ama de llaves para un pariente /no pariente lejano de su padre, quien era un pintor famoso de pintura erótica; para ayudarse en sus gastos personales mientras termina la universidad. Pero termina en las manos seductoras y perversas de este pintor, confundiendo sus prioridades en la vida.
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Capítulo 5
Dalia suspiró por enésima vez en el día, una compañera le preguntó si había problemas en casa, pero ella solo excusó su ansiedad por las prácticas que comenzarían la otra semana.
-Es cierto – su compañera estaba convencida – ¿Ya sabes a qué empresa te vas a postular?
-Sí – trató de desviar su mente de la nota que le había dejado al señor Smith – Empresas JK’s.
-Oh, dios. Es una de las mejores del país. ¿Crees que acepten tu currículo?
-Tengo otras opciones, pero este lugar fue mi primera opción. No estoy preocupada si me rechazan.
-Qué bueno que ya tengas todo planeado.
Dalia sonrió y continuó escuchando las divagaciones de su compañera mientras su mente comenzaba a vagar por la tormentosa decisión que había tomado.
Prácticamente le había prometido al señor Smith que se dejaría comer por él. De solo recordarlo sentía su rostro arder. Nunca había sentido tanta atracción por un hombre y realmente, tampoco podía creer que estaba cediendo a sus impulsos. Pero ciertamente, quería experimentar de alguien experto del tema, sobre el sexo.
Era una virgen anticuada, pero tampoco estaba en contra de las relaciones extramatrimoniales. Tampoco, si su futuro esposo tuvo otras amantes la molestaría porque todo eso sería su pasado y nada más. Que alguien reclame por ello era de mente estrecha.
Así que, le tocaba disfrutar de su juventud y soltería, ya que no le debía nada a nadie.
Aunque estaba un poco preocupada de cómo las cosas se desarrollarían.
Al terminar la escuela, se dirigió al supermercado. Hoy tocaba hacer la lista del súper y al fin su padre regresaba de su viaje de negocios.
Se había retrasado por una semana al haber perdido su cámara que contenía las imágenes del lugar al que había tomado fotografías. Así que, quería que se sintiera en casa al prepararle uno de sus tantos platos favoritos.
Al salir se topó con alguien y para su sorpresa era ese hombre rubio que le había irrespetado. Lo ignoró y quería pasar de largo pero él se puso en su camino.
-Eres tú – la reconoció a pesar de no llevar maquillaje – Aun eres bella sin maquillaje.
Dalia solo lo ignoró, pero de nuevo él no la dejó marcharse.
-¿Qué es lo que quiere?
-Quería disculparme.
Dalia lo miró sorprendida.
Hombres como él nunca asumen responsabilidades ni se disculpan.
-¿Qué?
-Quiero disculparme por lo que le dije ese día – él era serio. No tenía esa sonrisa cínica como esa noche – No hay excusa para mi comportamiento. Me acaban de botar y la tomé contra ti. ¿Puedes perdonarme, bella dama?
-Ah – Dalia ya no podía estar a la defensiva. Realmente la había tomado con la guardia baja –
-Bueno… se acaba de disculpar. Muchas personas no son capaces de asumir sus errores, así que… está bien.
-Me presento de nuevo – él volvió a sonreír pero más comedido –
Soy Silvain James. No soy artista ni nada parecido.
-Ya sé quién es usted – Dalia ya no estaba en guardia – Es de la familia famosa de los negocios, los James-Kahlo.
Silvain se veía complacido.
-Ha hecho su tarea. Sí, soy de esa familia.
-¿Cómo es que está por aquí?
-No se me hace justo, Dalia. ¿puedo llamarte Dalia?
-Sí, está bien.
-Y permítame – estiró la mano y tomó sus dos enormes bolsas ecológicas – Están pesadas.
-No, no. No tiene que hacer esto.
Dalia estaba nerviosa de su caballerosidad. Si bien, se había disculpado, no eran más que unos meros conocidos como para que él se ofreciera llevar sus bolsas, pero él insistió.
-Déjeme ayudarle a tomar un taxi.
-Bueno, si es así – aceptó apenada – pero por qué dijo que no era justa.
-Me juzgas por pasearme por esta zona – miró a su alrededor. No era una zona de lujo pero tampoco destartalado – Vivo cerca del lugar, ¿Por qué no podría estar por aquí? ¿Es por mi apellido?
Dalia entendió y se sintió avergonzada por ser señalada de ser prejuiciosa.
-Lo siento. Me excedí.
-Para nada – caminaron hasta la calle principal – Creo que me lo merezco. Estamos a mano.
Dalia sonrió ante su comentario y ya no se sintió incómoda en su presencia. Sin esa pretensión, era un caballero. Pronto un taxi se detuvo y Silvain le ayudó a poner las bolsas en la cajuela del auto. Inclusive le pagó por adelantado al taxi.
-No tiene que hacer eso – Dalia sacó su monedero.
-Solo esta vez. Si quiere puede devolverme el favor otro día.
Dalia quería negarse y devolver el dinero. No es que no aprecie su amabilidad, pero nada en este mundo era completamente gratis.
Y aunque ya no había nada incomodo entre los dos, no eran tan cercanos como para deberse favores. Pero antes de poder devolver el dinero, él se alejó, haciendo seña de adiós.
La sonrisa de Silvain se volvió de nuevo cínica, llena de burla.
Aunque la chica se había portado educada, fácilmente había aceptado su ridícula excusa de disculpa. No cabía duda que no era muy diferente de casi todas esas mujeres oportunistas. Solo quería ver, cuánto tiempo tardaría con Kei o si al final terminaría buscándolo ya que sabía que pertenecía a una familia de renombre en los círculos empresariales.
Le daba una semana para terminar intentar buscarlo.
Aunque Kei alguna vez fue su amigo, con el tiempo se volvió una espina en el ojo al ser quien le robaba todas las chicas que se le confesaban. Era infantil ese rencor, pero con los años, se resintió de que ninguna mujer era sincera con él, pero con su amigo, que siempre fue frío e indiferente, estaban dispuestas a ser sinceras con él.
Él era mucho más guapo que Kei, era un caballero y un buen amante, pero parecía no ser suficiente para querer formar una familia real. Lo único atractivo de él era el dinero y el estatus, pero aquello nunca duraba para siempre. Dejó de tomarse en serio las relaciones y comenzó una extraña rivalidad con Kei Smith de arrebatarle sus amantes musas, sin embargo, a Kei le traía sin cuidado su ridícula competitividad. Porque a Kei no le importaba nadie, hasta que lo vio furioso por esta mujer.
Por eso Silvain se había acercado a esta mujer. Parecía ser la clave para al fin tener una sensación de venganza contra él.
Por su parte Dalia, al llegar a casa, recibió un mensaje del señor Smith.
‘Necesito un favor tuyo. Mañana, en la tarde’
No había más texto. Era más como una orden que un favor. Pero la mente de Dalia estaba por otro lado, ya que creyó que el tiempo antes del fin de semana, sería un gran amortiguador para no asustarse de lo que pensaba hacer con él.
Tragó saliva.
Volvió a sonar su teléfono. Era otro mensaje de él.
‘Ven con un vestido de verano’.
Ahora estaba confundida, y la curiosidad reemplazó el nerviosismo al preguntarse la razón de este pedido.
Sin duda alguna lo descubriría una vez llegado el momento.