Jesica, es una chica de una familia media, cuando su madre enferma se ve obligada a comenzar con un trabajo como novia por contrato donde conocerá a Max quien la llevará a un mundo de mentiras y dolor
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préstamo
Mientras Jessica estaba en el automóvil, Hiba la llamó a través del teléfono. El chófer que la transportaba la observaba por el espejo retrovisor, ya que su tarea era investigar a Jessica y estaba al tanto de las razones por las que ella se encontraba trabajando de esa manera.
Llamada..
—¡Hola, Jess! ¿Cómo está todo? —preguntó Paola con un tono amigable.
—Ya voy de regreso a casa, por fin esto ya se terminó —respondió Jessica, dejando escapar un suspiro de alivio.
—¿Pero todo está bien? ¿Acaso ese tipo se sobrepasó contigo o no te pagó lo que habían acordado? —inquirió Paola, su preocupación evidente en el tono de su voz, ya que notó que la voz de Jessica sonaba muy apagada.
Nada de eso, todo está como lo acordamos, ire a descansar a casa y mañana nos vemos en la universidad y te cuento todo.!_ dijo Jessica suspirando.
está bien Jess, descansa.!_ dijo Paola.
Fin de llamada.
Rafael, podrías llevarme al hospital central, por favor.!_ dijo Jessica.
Claro que sí señorita.!_ dijo Rafael el chofer.
Al llegar Jessica bajo del auto.
Muchas gracias Rafael.!_ dijo ella con una sonrisa amable mirandolo.
Que este bien señorita.!_ dijo Rafael mirándola entrar al hospital solo con una pequeña mochila donde ella había guardado el dinero.
Jessica enseguida fue a pagar otra parte del tratamiento de su mamá.
Las lágrimas no se hicieron esperar Jessica miró la cuenta y nisiquiera llevaba la mitad pagado.
Pero al entrar ala habitación y al ver a su mamá le dió más fuerzas no podía dejar de luchar así que tenía que encontrar la manera de ayudar.
Jessica permaneció en la sala durante un tiempo, sumida en sus pensamientos, hasta que finalmente entró el doctor.
¿Familiar de la señora Rosalba? preguntó el doctor, dirigiendo su mirada hacia Jessica, quien, al instante, se secó las lágrimas que corrían por su rostro.
Sí, soy su hija. ¿Cómo se encuentra mi mamá, doctor? inquirió Jessica con voz entrecortada.
El doctor respiró hondo antes de responder. Bueno, estoy comenzando a atenderla y debo ser sincero con usted: su estado es crítico. Ella sigue viva gracias a las máquinas que la mantienen conectada, explicó el doctor, con seriedad en su tono.
Un profundo dolor se instaló en el pecho de Jessica al escuchar las palabras del doctor, y ella se esforzaba al máximo para no dejar que las lágrimas brotaran de sus ojos.
—¿Pero con la cirugía ella va a estar bien otra vez? —preguntó Jessica, con la mirada suplicante dirigida hacia su madre.
El médico, aunque comprendía el deseo de Jessica de escuchar algo esperanzador, no quería mentirle. Con un tono solemne, respondió:
—No quiero decepcionarte, pero la situación de tu mamá es bastante compleja. Aunque pudiera realizar la operación hoy mismo, no puedo garantizar un resultado positivo. Esa es, sin embargo, la única opción que tenemos en este momento.
El doctor se sentía apenado por no poder ofrecerle la respuesta que tanto anhelaba. Su rostro mostraba la compasión que sentía por la angustia de la joven, y sabía que las palabras que podía decirle no eran las que ella deseaba escuchar, Pero comprendía la situación.
“Si me lo permites, puedo ofrecerte mi ayuda. Hay varias opciones de préstamos disponibles dentro del hospital que podrían facilitar que la operación de tu mamá se realice más pronto”, dijo el doctor con amabilidad, mientras miraba a Jessica con empatía.
“¡Sí, por favor!” respondió Jessica, su voz entrecortada por la mezcla de emociones que estaba tratando de contener.
Estaré en contacto contigo en un par de días; te buscaré para ese préstamo, dijo el doctor mientras dirigía su mirada hacia Jessica. Después de pronunciar estas palabras, salió de la habitación, dejando a Jessica sola con su madre.
¡Gracias, doctor! exclamó Jessica, pero apenas las palabras salieron de su boca, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, dejándola sumida en un llanto silencioso.