Tres años después de la tercera guerra heroica, el mundo ha cambiado demasiado, pero a pesar del cambio, dos personas crearon algo que va a ocasionar la mayor batalla de la historia. Los chicos cambiaron físicamente y mental mente, ahora ellos van a enfrentar una pelea seria.
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La muerte de Santiago
La primera Figueroa jadeaba, al igual que Niki. Ambas estaban agotadas, pero sus miradas seguían llenas de determinación.
—¿Por qué? —bramó la primera Figueroa, con la voz entrecortada.
—¿Qué? —preguntó Niki, tratando de recuperar el aliento.
—Tú y yo debemos parar. Nacimos para ser heroínas, y permitir que nuevos mundos nazcan es parte de nuestra misión.
—También lo es evitar el fin— replicó Niki, con el ceño fruncido.
—Deja de ser paranoica. Sé que tienes miedo, pero ellos podrán vencer a sus enemigos. Y con nuestra ayuda, será más fácil.
—¡No!
—¡Entonces ya no eres una heroína!
—¿Cómo que no? ¡Cómo que no! ¡CÓMO QUE NO! Si no fuera por mí, estarías muerta de hambre. ¡Si no hubiera traído comida para ti y para todas nuestras variantes, habrías muerto de hambre y sed! ¡Eres una desagradecida, Sara! ¡Casi pierdo la vida haciendo eso, y ahora me dices que no soy una heroína!
Con furia contenida, Niki se lanzó sobre la primera Figueroa. Se golpeaban con tanta fuerza que sus corazones comenzaron a latir de manera irregular. Un dolor lacerante recorrió sus cuerpos, y ambas se desplomaron, escupiendo sangre.
—No puede ser… —maldijo Niki, intentando reincorporarse—. Maldita sea, ya estoy al límite.
—Yo también… —susurró la primera Figueroa.
Sus corazones volvieron a latir con violencia. Un nuevo espasmo las hizo toser más sangre. Ambas estaban al borde de agotar su cien por ciento de energía.
Mientras tanto, Figueroa y Santiago corrían por los pasillos en dirección a la enfermería. De repente, Figueroa pisó un charco de sangre y se detuvo en seco. Observó el rastro y lo siguió con la mirada. Santiago la acompañó hasta que encontraron un cuerpo.
—Profesor… —murmuró Figueroa con tristeza—. Tuvo una muerte brutal.
Santiago frunció el ceño y escudriñó el entorno.
—Eso no es todo… —murmuró con gravedad.
Figueroa se adelantó y descubrió otro cuerpo. Su corazón se hundió en su pecho al reconocerlo.
—Carlos… —susurró.
Santiago suspiró y cruzó los brazos.
—No tuviste la oportunidad de usar todo tu poder. Es una verdadera lástima.
Un estruendo sacudió el lugar. Figueroa reaccionó de inmediato y corrió hacia la fuente del sonido. A través de un ventanal roto, vio a Nicole desplomarse en el suelo, malherida. Un hombre imponente se acercaba a ella con intención de rematarla.
—¡Es el jefe! —gritó Santiago, alarmado.
—¿Qué? ¡Va a matar a Nicole!
Figueroa se preparó para lanzarse al rescate, pero Santiago la sujetó del brazo.
—¡Espera! Primero hay que curar tu herida.
—¡No hay tiempo! ¡Si no hacemos algo, la matará!
Sin dudarlo, Figueroa saltó a través del cristal y se precipitó hacia el campo de batalla. Justo cuando el jefe iba a descargar el golpe final sobre Nicole, ella llegó a tiempo para conectar una feroz patada en su rostro. El impacto lo lanzó por los aires hasta estrellarlo contra una piedra. Nicole cayó al suelo muy herida, mientras Figueroa se agachaba para ayudarla.
—Nicole, ¿estás bien? —preguntó Figueroa, con la preocupación reflejada en su rostro.
—Sí… pero ese tipo es demasiado fuerte —dijo Nicole, intentando recuperar el aliento—. Diría que es más fuerte que Ray o incluso que Junior.
Figueroa frunció el ceño.
—No lo creo. Pero está claro que está cerca de su nivel.
Nicole asintió con dificultad.
—El punto es que… hay que derrotarlo.
De la roca donde había impactado el jefe, una gran explosión de tierra sacudió el lugar. Entre el polvo y los escombros, la figura del jefe emergió ilesa, con una expresión de desprecio al ver a Nicole y Figueroa juntas.
—Bien. Las responsables de todo esto están en un solo punto. Aprovecharé la oportunidad para eliminarlas ahora mismo —dijo con frialdad mientras su brazo se transformaba en una enorme hacha oscura.
Con un rápido movimiento, el jefe lanzó un corte devastador en dirección a las chicas. Sin embargo, antes de que el ataque pudiera alcanzarlas, una explosión de tierra se levantó, seguida de un fuerte sonido metálico. Cuando el polvo se disipó, el jefe vio con sorpresa que Santiago había interceptado el golpe, protegiendo a Nicole y Figueroa con sus brazos convertidos en metal.
—Santiago… ¿Por qué estás protegiendo a estas amenazas universales? ¿No te das cuenta de que el multiverso está a punto de nacer? ¿Acaso quieres repetir lo que pasó hace mil millones de años? —bramó el jefe.
—No, pero estas chicas me han demostrado que pueden detener al Destructor —respondió Santiago con firmeza.
—Sabes que eso es imposible…
—Tal vez no lo sea.
—¡NO! ¡SANTIAGO LOSADA, ERES UN TRAIDOR Y TE HAS CONVERTIDO EN UNA AMENAZA UNIVERSAL! —rugió el jefe mientras su cuerpo se envolvía en una oscura energía, convirtiéndose en una gigantesca esfera de sombras.
Santiago apretó los puños, tragando saliva al sentir la abrumadora presencia del jefe.
—Voy a intentar detenerlo.
—Ten cuidado —dijo Figueroa con preocupación.
Sin perder tiempo, Santiago se lanzó al ataque, pero su enemigo fue más rápido. Una colosal mano oscura emergió de la esfera y descendió con violencia para aplastarlo. Santiago la bloqueó con sus brazos de metal, resistiendo el impacto con todas sus fuerzas. Aprovechando la oportunidad, transformó su puño y lanzó un golpe directo a la mano gigante, haciéndola temblar. El jefe, sin embargo, reaccionó a tiempo y esquivó el ataque con un destello de velocidad, apareciendo detrás de Santiago y propinándole una patada brutal en la espalda. Santiago se estrelló contra el suelo, escupiendo sangre.
—Eres un traidor, Santiago —murmuró el jefe con desprecio.
Se preparaba para asestar el golpe final cuando Nicole lanzó un potente puñetazo cargado de aire comprimido. El impacto apenas hizo retroceder al jefe, quien se giró con una sonrisa burlona.
—Nada mal. Me ha dolido un poco… como la picadura de un mosquito.
En un parpadeo, apareció frente a Nicole y le asestó un golpe devastador en el estómago. La joven salió disparada contra una pared, escupiendo un gran chorro de sangre.
—Muere de una vez.
Levantó su mano para rematarla, pero Figueroa intervino en el último segundo, llevándose una profunda cortada en la espalda. Cayó al suelo con un gemido de dolor, pero aún consciente. Mientras tanto, Santiago se reincorporó y reanudó su combate con el jefe en un feroz cuerpo a cuerpo. Los golpes resonaban como truenos, pero Santiago recibía más de los que lograba asestar. Su rival era demasiado rápido y fuerte.
Nicole intentó ayudar, pero antes de que pudiera reaccionar, el jefe la golpeó nuevamente en el estómago, haciéndola vomitar sangre. Figueroa se lanzó con un rodillazo directo al torso del jefe, pero este apenas se movió y la apartó con un potente puñetazo. Solo Santiago parecía capaz de ofrecer resistencia, aunque claramente no estaba al nivel de su enemigo.
Respirando con dificultad, Santiago limpió la sangre de su boca y analizó la situación.
—Es demasiado fuerte… Estoy al límite y él ni siquiera parece cansado. Nunca llega a su límite, por eso es invencible —pensó con desesperación.
En ese instante, el jefe desapareció y reapareció frente a él, atravesándole el pecho con su mano envuelta en sombras. Nicole y Figueroa se quedaron paralizadas, cubriéndose la boca con horror.
—¡NO!—gritó Figueroa.
—Eres un traidor, Santiago. No me dejas otra opción. Haré lo que sea necesario para evitar que el multiverso nazca —declaró el jefe sin emoción.
Santiago, con la sangre brotando de su boca, sonrió débilmente.
—Eso es de cobardes… pero estoy seguro de que estas chicas y sus amigos derrotarán al Destructor. Estoy seguro. Puede que yo muera hoy… pero ellas traerán la paz al multiverso. No se rindan… nunca…—susurró con su último aliento.
Su cuerpo cayó lentamente al suelo, sin vida. Nicole y Figueroa, con los ojos llenos de lágrimas, apretaron los puños, pero no lloraron más. Se levantaron con determinación, limpiándose la sangre de los labios. No dejarían que la muerte de Santiago fuera en vano.
Estaban listas para el segundo combate contra el jefe.