Siempre nos hablan del tiempo como algo lineal, primero el pasado, luego el presente y por último el futuro y también nos hablan de que el único tiempo real es el presente, porque el pasado ya pasó y el futuro no está hasta que llega, pero ¿Qué tal si no fuera así? ¿Qué pensarías si te digo que el tiempo, paradójicamente, es y no es línea a la vez? ¿Y que vivimos varios momentos al mismo tiempo y esto no se limita para nada al presente?
Te invito a descubrir poco a poco la complejidad de esta historia y a sumergirte en un océano de emoción a medida que leas su trama.
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Capítulo VI, Eduardo
Hace varios días que había regresado a Black Dragon junto con Alicia. Ambos
estábamos trabajando otra vez. Yo administrando la base de datos de nómina del
departamento de recursos humanos de la empresa Arte Inc., donde trabajo hace
siete años, desde que me gradué de la universidad como ingeniero en informática.
Y Alicia como agente de ventas telefónicas de servicios de telecomunicaciones
en una empresa llamada Voz LLC.
Habíamos vuelto a la rutina, que
no dejaba demasiado espacio para el entretenimiento. Una vida tranquila y,
hasta cierto punto, aburrida, pero era la vida que deseaba tener por el mayor
tiempo posible, puesto que el desastre y la guerra se acercaban y con ello toda
esperanza de paz desaparecería.
Todo el departamento de recursos
humanos quedaba en el piso diez. Un piso relativamente alto y quizá por eso
rara vez veía alguna ave pasar volando junto a la ventana de mi escritorio,
pero aquel día pasó un halcón a toda velocidad. Era la primera vez en todos
esos bucles que pasaba volando un halcón mientras yo trabajaba ahí.
«Eso probablemente signifique
que otras variaciones importantes también se presentarán.»
Mis compañeros sostenían charlas
con regularidad en casi todo el tiempo del trabajo, yo en cambio sólo les
hablaba durante la hora de almuerzo y cuando finalmente llegaba el momento de
marcharnos y sólo salía con ellos a divertirnos juntos los días viernes y eso
no ocurría todas las semanas. El horario laboral era de ocho de la mañana hasta
las cinco de la tarde, el almuerzo era de doce a una, de lunes a viernes, y
nuestro departamento solía trabajar horas extra, entre una a tres horas extra
casi todos los días hábiles y a veces eran cuatro horas extra. Pero era un
trabajo con buen salario base, buena paga para las horas extra, y buenos
beneficios adicionales, como el seguro dental. Además, debo decir, es un
trabajo que me gusta y en cierta forma soy adicto a trabajar.
Las horas pasaron rápidamente,
como hojas llevadas por un fuerte viento y entonces llegó el momento de
almorzar.
—Bien, señores, hora de comer
—comenté en voz alta para que todos me escucharan —¡Necesitamos recargar
nuestras reservas de energía para soportar el resto de la jornada!
—¡Hasta que al fin hablas,
Eduardo! —respondió Luis.
—¡Déjalo Luis, ya hace mucho que
todos sabemos que Eduardo sólo habla en la hora de almuerzo o cuando ya
salimos, ni siquiera comenta algo cuando estamos en horas extra, le gusta estar
concentrando en esa enorme base de datos! —exclamó Henry.
No es que no considere
importante socializar, pero odiaría cometer un error en el trabajo por andar
entretenido charlando con mis compañeros.
Ese día almorcé pollo a la
broster, junto con pasta larga y para beber tuve jugo natural de naranja, sin
azúcar, además de una buena dosis de café negro sin azúcar.
Terminó el almuerzo. Sentí que
esa hora pasó mucho más lento que las anteriores. Probablemente el fluyo del
tiempo en verdad se había ralentizado un poco. Esto no era inusual para mí; en
los diferentes ciclos del bucle había experimentado el como el tiempo, ya por
estas fechas, no se comportaba exactamente como uno esperaba y que no era sólo
una impresión emocional. Incluso el hecho de que en esta parte de la ciudad se
hubiera ralentizado, no implicaba que fuera así en otro lugar cercano, como el
centro comercial Atlantis, que queda a un poco menos de un kilómetro de esta
empresa, literalmente allá puede sea media hora más tarde que aquí, a pesar de
estar dentro del mismo uso horario único de este reino y posteriormente el
tiempo/espacio se contraería igualando ambas horas y no todos serían capaces de
percibirlo realmente, sólo algunas personas podríamos.
El tiempo volvió a pasar rápido
en cuanto terminó la hora de almuerzo y ese día no tuvimos horas extra.
—¡Nos vemos, amigos! —dije con
mucha alegría.
—¿No quieres acompañarnos a
beber un poco de vino o whisky? —preguntó Luis.
—No, hoy estoy ansioso por estar
en casa, descansar y quisa jugar con mi play cinco.
—¡De acuerdo, tú te lo pierdes!
Pero cuando salí del edificio,
me encontré con una sorpresa, un hombre había salido de la ventana del piso
nueve, evidentemente estaba a punto de saltar.
«Ese es el señor José Castle,
del departamento de publicidad. Esto no debería estar pasando todavía; en todas
las repeticiones anteriores del bucle él se suicida el siete de diciembre y hoy
apenas es seis de septiembre.»
—¡Voy a saltar! —gritó el señor Castle.
—¡Pues tirate de una vez!
—gritaron muchas de las demás personas que estaban a mi alrededor, observando
el futuro suicidio, probablemente más de cien de ellas. Estoy seguro que al
menos la mayoría de ellos no estaban conscientes del peso de la acción de
responderle eso a una persona que, evidentemente, estaba dudando sobre
suicidarse o no, seguramente no lo decían en serio, pero entonces llegaron las
consecuencias apenas unos segundos después: el señor José Castle se soltó de la
ventana de donde se estaba agarrando, dio un paso hacia adelante y se dejó
caer, segundos después estaba en el suelo, en una posición anormal producto de
sus huesos rotos y el suelo se tenía de rojo. Me acerqué, pude notar que seguía
con vida.
—¡Llamen a emergencias, el
señor Castle necesita un médico! —grité. Lo hice a pesar de que, por
experiencia previa en el bucle, sabía muy bien que no había forma de salvarlo,
que cuando mucho sobreviviría hasta el día siguiente, muriendo en el hospital o
clínica a donde lo llevaran.
El que ese terrible evento se adelantara,
resultó ser un trago sumamente amargo para mí, a pesar de que a estas alturas
debería haberte vuelto insensible ante la tragedia. Se trata de una película
que repito una y otra vez, sólo que yo estoy dentro de la película, viviéndola.