Lorena siempre ha amado a su esposo, ha sido su único amor desde la época de la escuela; sin embargo, ha descubierto algo terrible.
¿Podrá Lorena soportar todo y volver a empezar?
Gabriel lleva cargando por años una culpa que no logra superar; se muestra frío y distante para que no descubran su debilidad; mientras está inmerso en una carrera política que lo podría llevar a la presidencia.
¿Podrá algún día volver a amar?
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23. Los mismos ojos de papá
En un intento desesperado de controlar los impulsos, sentía que desconocía su propia naturaleza, Lorena se apresuró a tratar de sentarse; ante esa reacción Gabriel hizo lo mismo, no quería asustarla, y arruinar lo que sea que estuviese sucediendo entre ellos.
- "Lo siento, el movimiento del carro me empujó y...", dijo Lorena nerviosa.
- "Exacto, eso pasó", se apresuró a decir Gabriel.
Luego ambos sonrieron, se pusieron su cinturón de seguridad, unos pequeños comentarios de vez en cuando rompieron el silencio, y algunas sonrisas nerviosas aparecieron en sus rostros, las miradas hablaban por si solas; cuando se dejaran llevar descubrirían el fuego que ambos tenían dentro de sí.
El automóvil se estacionó en la mansión Luján, ambos bajan del vehículo.
- "Tal vez lo mejor era dejarte hasta dentro de la mansión, no en la puerta", comentó Gabriel.
- "Estoy en la casa de huéspedes, no me gustaría pasar como alguien que se está tomando demasiada confianza, y es mejor para que se vayan rápido, antes de que algún periodista los encuentre", dijo Lorena.
- "Tienes razón, nos vemos el sábado, tenemos algunos lugares que visitar", expresó Gabriel.
- "Lo sé, tengo el itinerario", replicó Lorena.
- "Bueno, nos vemos", dijo Gabriel, dándole un beso en la mejilla.
Ambos se quedan mirando, él vio que ella sonrió y lo hizo sentir confiado, aunque las cosas iban a ser difíciles por esa farsa que han armado, Gabriel está seguro, que esa mujer no tan solo le gusta, se ha enamorado, después de muchos años siente esa ilusión por alguien; la mirada que lo cautivó a través de una ventana y el beso que lo hizo sentir vivo nuevamente, tienen un nombre Lorena.
Lorena lo ve marcharse, aquel tierno beso la hizo estremecerse, trató de disimular tranquilidad, pero mientras avanzaba despacio con dirección a la casa de huéspedes pensaba en todas las emociones que vivió esa noche; pensó que besar a otro hombre sería algo difícil, pero en lugar de eso sintió satisfacción, sonrió tocando sus labios; si se había sentido tan bien, porque no atreverse a más, sacudió su cabeza pensando "tranquila, ¿qué tanto quieres avanzar con Gabriel?".
Después de desmaquillarse y darse un baño reparador, Lorena se puso un pijama de dos piezas. Mientras se ponía su crema para el rostro, observó a Grecia en el balcón de la residencia principal, se abrazaba a sí misma, no podía ver su rostro, pero se podía sentir esa sensación de soledad; el corazón de Lorena sintió una opresión, como si le gritara que había una conexión entre ambas que no podía comprender, como si le dijera que aquella mujer que recién conocía, era un alma que debía cuidar, como si fuese alguien que compartía su misma escencia, algo que no sabía explicar.
Su móvil sonó y fue a responder, el nombre en la pantalla le decía que tal vez no sabría cómo manejar lo que vendría; con todo lo que había ocurrido no había tenido tiempo de explicar las cosas.
- "Aló, buenas noches, tía Mariana", manifestó Lorena.
- "Buenas noches, Lorena Castillo Montessori", dijo Mariana con absoluta seriedad, como cuando le llamaba la atención cuando era pequeña. "Niña traviesa me puedes explicar ¿cómo es eso que tienes novio?, no me habías contado nada, cariño y tuve que enterarme por las redes sociales. Necesitas llevarlo a la casa, ahora tendré más cuidado de verificar que no sea un completo idiota", agregó.
- "Doña Mariana Montessori, esposa de Miguel Solórzano, hubiese querido que estuviera conmigo para darle los detalles, lamento que se enterara por las redes sociales, cuando mi linda tía querida venga, lo llevaré a casa y le explicaré todo", expresó Lorena tratando de ser serena, aún no sabía cómo enfrentaría esa realidad con su familia.
- "¿Es bueno contigo?", preguntó Mariana.
- "Sí, tía. Un caballero", respondió Lorena.
- "Bien, aún estaré un par de semanas con tus primos, si en alguna ocasión podemos hacer una videollamada con tu novio sería perfecto", expresó Mariana con cariño.
- "Claro, hablaré con él. Tía, papá era hijo único, ¿verdad?", preguntó Lorena.
- "Sí, cariño. No habías preguntado eso en mucho tiempo", respondió Mariana.
- "Conocí a una persona que me recuerda mucho a la mirada de mi papá, alguien con sus mismos ojos grises tan intensos", comentó Lorena. "Es una mujer joven, tiene veinticinco años, tiene una sonrisa en el rostro, como la de mamá, pero la mirada muy triste; con los mismos ojos de papá, y esa expresión, que es imposible que no me lo recuerde", comentó Lorena.
Mariana guardó silencio, como si un fantasma del pasado volviera aparecer ante sus ojos, el accidente que dejó a Lorena en la orfandad; ella pudo enterrar a su hermana y a su cuñado, pero la pequeña bebé, el río nunca la devolvió; aunque insistió en la búsqueda de su cuerpecito, después de un año las autoridades cerraron el caso; "con seguridad está muerta, ya no insista", le dijeron, no podia hacer nada más, además era lo más lógico.
- "Aló, aló, ¿tía sigues ahí?", preguntó Lorena.
- "Sí, te dejo descansar, te quiero mucho", manifestó Mariana, con la voz apagada; no hubiese podido seguir con la conversación.
- "También te quiero mucho", dijo Lorena.
Mariana colgó de inmediato, hace poco más de veinticuatro años, la familia de su hermana y la familia de Mariana fueron a un viaje al campo. Como Lorena estaba divirtiéndose mucho con sus primos, ella subió al mismo carro que su tía Mariana, para continuar con los juegos.
Sus padres y su pequeña hermana de seis meses iban en otro automóvil, como a uno de los hijos de Mariana le dio ganas de vomitar, detuvieron el automóvil, demorando su avance. Cuando siguieron avanzando se toparon con la terrible escena. Otro automóvil había embestido el vehículo de su cuñado y habían caído al turbulento río; aunque encontraron los cuerpos de los adultos, jamás encontraron el cuerpo de la pequeña Andrea.
Con el tiempo, Lorena olvidó a su hermana, y su tía Mariana pensó que así sería muy doloroso; se pregunta si por alguna extraña razón, había una pequeña oportunidad de que esa bebé haya sobrevivido y estuviera viva; y lo más extraño aún que su sobrina la haya conocido, luego se dijo a sí misma que dejara de crearse esas ideas en la cabeza, la pequeña Andrea no podía estar viva.