Cuando pense que para mi todo ya estaba terminado llego esta cosa tan pequeña a revolucionar mi vida.
No quiero ser el jefe de un imperio yo solo quiero vivir mi vida esa que por años nunca me dejaron vivir.
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Soy el ultimo hijo.
Samuel , tengo 17 años y soy el hijo de la segunda esposa de mi padre con la que todavía esta en matrimonio ,hay dias en los que se despierta que me quiere y otros en los que le valgo caca.
Estoy viviendo un infierno y eso ya todos se debieron dar cuenta , la unica persona en esta casa que me demuestra su amor incondicional es mi padre pero no me salva.
Hay días que siento que no puedo mas y no tengo ganas ni siquiera de levantarme de la cama quiero mantenerme fuerte y fingir que nada me importa pero mi cara de culo en esos momentos no me ayuda , soy bueno fingiendo pero cuando tengo esos bajones emocionales no puedo fingir estar bien porque todo yo lo grita a mil kilómetros y prefiero no salir de mi cuarto.
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capitulo 23
Narra Fernanda.
No podía dejar de observarlo mientras el taxi nos llevaba al hotel. Samuel estaba apoyado en la ventanilla, mirando sin realmente ver el paisaje nocturno de Londres. La tensión en su rostro seguía ahí, y aunque había intentado tranquilizarlo durante todo el día, sabía que no era suficiente.
La visita a la clínica me dejó más preguntas que respuestas. Samuel no hablaba con sus hermanos, y el señor Jorge parecía imponer una presencia tan fuerte que incluso Samuel, que siempre proyecta seguridad, parecía encogerse en su presencia. ¿Qué estaba pasando realmente en esa familia?
—¿Estás seguro de que no quieres quedarte en tu casa? —pregunté suavemente, rompiendo el silencio.
Él giró hacia mí, con una expresión que era una mezcla de cansancio y determinación.
—No. No quiero que pases un mal rato ahí. Además, hace tiempo que no siento que esa casa sea mi hogar.
Su respuesta fue contundente, pero dejó entrever mucho más de lo que decía. Algo en su mirada me hizo sentir un nudo en el pecho.
—Gracias —susurré, tocando su mano.
El taxi se detuvo frente al hotel, un lugar que destacaba incluso en una ciudad como Londres. Al entrar, no pude evitar sentirme un poco abrumada por el lujo. Samuel parecía notarlo, porque apenas cruzamos las puertas, colocó su mano en la parte baja de mi espalda, guiándome con tranquilidad.
—Todo va a estar bien, Fer —dijo, aunque era obvio que estaba hablándose a sí mismo también.
Cuando llegamos a nuestra habitación, él dejó su maleta a un lado y se dejó caer en el sillón junto a la ventana. Yo me quedé de pie, observándolo. Quería ayudarlo, pero no sabía cómo.
—¿Quieres hablar? —pregunté, tomando asiento frente a él.
Samuel se pasó las manos por el rostro y suspiró profundamente antes de mirarme.
—A veces siento que estoy atrapado en un juego del que no entiendo las reglas. Mi padre quiere que sea el hijo perfecto, pero al mismo tiempo siempre estoy bajo la sombra de mis hermanos. Ellos... ellos me odian, Fer. Desde que era un niño, lo único que han hecho es tratar de apartarme.
Mis ojos se abrieron con sorpresa. Aunque había notado la tensión, no imaginaba que fuera tan grave.
—¿Por qué te odian?
Él se encogió de hombros, con una sonrisa amarga.
—Porque mi padre siempre me dio un trato especial. Nunca lo pedí, pero supongo que eso hizo que me vieran como una amenaza. No sé. Lo único que sé es que siempre he sido el blanco de sus burlas, de su resentimiento... y de cosas peores.
Mi corazón se encogió. Quería abrazarlo, pero algo en su postura me hizo pensar que necesitaba más que eso.
—Samuel, lo que sea que haya pasado, tú no eres el culpable. Y si tu padre realmente te quiere como dices, debería ver lo que ellos te han hecho.
Él negó con la cabeza.
—No es tan simple. Mi madre siempre ocultó todo. Y yo... nunca fui lo suficientemente valiente para hablar.
El silencio llenó la habitación por un momento. Me acerqué a él y tomé su mano.
—Quizá no puedas cambiar lo que pasó, pero estás aquí ahora. No estás solo, Sam.
Sus ojos se encontraron con los míos, y por un instante, pensé que iba a decir algo más, algo que había estado guardando. Pero en lugar de eso, apretó mi mano y sonrió, aunque su sonrisa no alcanzó sus ojos.
—Gracias, Fer. No sé qué haría sin ti.
No respondí. Sólo me acerqué un poco más y apoyé mi cabeza en su hombro. Tal vez las palabras no eran necesarias en ese momento.
Mientras las luces de la ciudad parpadeaban a través de la ventana, entendí que Samuel tenía cicatrices más profundas de las que dejaba ver. Y aunque no sabía si podría ayudarlo a sanarlas, estaba dispuesta a intentarlo.
habrá continuidad?
escritora por favor!!!