En un mundo donde el dolor y la traición se entrelazan, Gabriel ha vivido toda su vida con un solo propósito: vengar la muerte de sus padres, asesinados por una poderosa familia que se mueve en las sombras. Con un corazón marcado por la pérdida, Gabriel traza un plan meticuloso para infiltrarse en su enemigo. Pero lo que no anticipa es la conexión inesperada que formará con Valeria, una joven valiente y llena de vida, que se convierte en su cómplice involuntaria. Mientras Gabriel utiliza a Valeria como un peón en su juego de venganza, ambos se ven atrapados en una red de secretos y mentiras. La línea entre el amor y el odio se difumina, y Gabriel debe enfrentarse a la pregunta más difícil de todas: ¿puede el amor nacer del deseo de venganza? En un desenlace lleno de giros inesperados, “La mentira” te llevará a través de un viaje emocional donde la redención podría ser la única salida.
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Capítulo XXI Pasado oscuro
Después de lo sucedido con Valeria, recibí órdenes de volver a Inglaterra. Aquí me encuentro tratando de continuar mi vida, una vida llena de odios y venganzas a la que me arrastraron solo por ser un Linares.
Fue sacado de sus pensamientos por el sonido de su teléfono. Lo tomó para verificar quién lo llamaba y, como temía, era Ágata Linares, su abuela. “Dime, abuela, ¿en qué te puedo ayudar?”.
“Te llamo para saber cómo está ella. ¿Se está recuperando bien de la cirugía?”, preguntó Ágata, impasible.
“Todo está saliendo muy bien. Ella se encuentra en recuperación en este momento; ahora es solo cuestión de esperar a que salga de la anestesia”, explicó Salvador con firmeza.
“Mantenme informada de cualquier cambio que ocurra en la nieta de mi esposo. Ella es la llave para finalmente acabar con los Arismendi. Aunque ellos han perdido fuerza, aún cuentan con fondos suficientes para recuperarse”, dijo Ágata con determinación.
“Lo sé, abuela. Ella es muy importante para terminar con todo este odio”, respondió Salvador, mirando fijamente por la ventana de su oficina.
La fría nieve había empezado a caer y así como el frío cubría cada parte del ...paisaje, el corazón de Salvador se sentía igualmente helado. Miraba la nieve caer, cada copo como un recordatorio de las batallas que su familia había librado, y se preguntaba si realmente valía la pena seguir perpetuando ese ciclo de venganza. Su hermana menor, la joven que estaba en recuperación, era la única luz en medio de esa oscuridad. Ella no merecía ser arrastrada por los rencores que habían marcado a los Linares durante generaciones.
“¿Por qué no puedo simplemente dejar todo esto atrás?”, murmuró para sí mismo, sintiendo una punzada de tristeza al pensar en lo que su familia había hecho en nombre del honor y la venganza. Mientras se perdía en sus pensamientos, recordó las risas infantiles compartidas con su hermana, los momentos de alegría y complicidad que contrastaban con el peso de las expectativas familiares.
“Salvador”, lo llamó Ágata desde el otro lado de la línea, interrumpiendo su ensimismamiento. “¿Estás escuchando? Es crucial que mantengas tu enfoque. No podemos permitir que se interponga ningún tipo de debilidad”.
“Sí, abuela. Estoy aquí”, respondió él, aunque su voz sonó más apagada de lo que hubiera querido. “Pero... ¿no podemos considerar un camino diferente? Ella es solo una niña”.
“Ella es una Linares y tiene un papel que desempeñar”, insistió Ágata con firmeza. “No podemos permitirnos el lujo de ser débiles ahora”.
Salvador cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso del legado familiar aplastarlo. Sabía que desobedecer a Ágata significaría traicionar a su familia, pero también sabía que seguir este camino podría costarle a su hermana la libertad y la felicidad que merecía.
“Lo entiendo, abuela”, dijo finalmente, con una resolución silenciosa. “Haré lo que debo hacer”. Pero en su interior, una parte de él anhelaba rebelarse contra esa vida de resentimientos y venganzas.
La fría nieve seguía cayendo afuera mientras él se preguntaba cómo sería un futuro sin más odios ni rencores: un futuro donde su hermana pudiera vivir sin estar marcada por el pasado oscuro de los Linares. Con un suspiro resignado, volvió a mirar por la ventana, esperando que el tiempo le diera respuestas y le permitiera encontrar su propio camino entre las sombras que lo rodeaban.
Salvador estaba sumido en sus pensamientos, la mente agitada entre el peso del pasado y la fragilidad del presente, cuando una enfermera entró a su oficina con una sonrisa esperanzadora. “Su hermana ha despertado”, le informó, y en ese instante, su corazón se llenó de una alegría que no había sentido en mucho tiempo.
Al llegar a la habitación, la vio allí, con un rostro pálido pero sereno. La mirada de Valeria se iluminó al verlo. “¿Salvador? ¿Dónde está el bebé?”, preguntó con un hilo de voz, pero la emoción en sus ojos era palpable.
“Está en la incubadora”, respondió él, acercándose a su lado. “Es prematura, pero está bien. La niña es fuerte, como tú”. Su voz temblaba ligeramente, y por primera vez en mucho tiempo, sentía que la esperanza comenzaba a abrirse paso entre las sombras.
Valeria sonrió, un destello de felicidad atravesando su rostro cansado. “¿De verdad? ¡Eso es maravilloso!” Sus ojos brillaban con lágrimas de alegría y alivio. Todo el sufrimiento que había atravesado parecía desvanecerse en ese momento; había luz después de tanta oscuridad.
Pero entonces, su expresión cambió. “¿Y yo?, ¿Qué pasó con el tumor?” La preocupación hizo mella en su voz.
“Lo han extraído por completo”, dijo Salvador con firmeza. “Ya no hay nada que temer”.
La felicidad se apoderó de Valeria nuevamente; sus labios se curvaron en una sonrisa genuina mientras las lágrimas caían por sus mejillas. “No puedo creerlo… después de todo lo que hemos pasado… por fin hay esperanza”.
El paisaje invernal detrás de él contrastaba con la calidez que comenzaba a florecer entre los dos. La nieve caía suavemente afuera, cada copo un recordatorio de las batallas que habían librado, pero también un símbolo de renovación. Salvador miraba por la ventana mientras Valeria respiraba hondo, sintiendo cómo el peso del mundo comenzaba a levantarse.
“¿Por qué no podemos dejar todo esto atrás?” murmuró Salvador al aire, aunque sabía que su hermana no podía oírlo. Su corazón seguía helado ante la idea de perpetuar el ciclo de venganza familiar.
El teléfono de Salvador volvió a sonar sacándolo de sus pensamientos, era la segunda vez en el día que su abuela lo llamaba.
“Salvador”, interrumpió Ágata desde el otro lado de la línea más tarde ese día, sacándolo de sus pensamientos oscuros. “Es crucial que mantengas tu enfoque”.
Él cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso del legado familiar aplastarlo nuevamente. Pero al abrirlos imagino a Valeria sonriendo a su lado, comprendiendo que ella era su razón para buscar un camino diferente.
“Lo entiendo, abuela”, dijo finalmente con una resolución silenciosa mientras miraba por la ventana. “Haré lo que debo hacer”. Sin embargo, en su interior ardía un deseo ardiente de liberarse del resentimiento y construir un futuro donde Valeria pudiera ser verdaderamente libre.
La nieve seguía cayendo afuera mientras Salvador soñaba despierto sobre cómo sería ese futuro: uno sin odios ni rencores; un futuro donde su hermana pudiera vivir sin estar marcada por las sombras del pasado oscuro de los Linares.