En un mundo dominado por vampiros, Louise, el último omega humano, es capturado por el despiadado rey vampiro, Dorian Vespera. Lo que comienza como un juego de manipulación se convierte en una relación compleja y peligrosa, desafiando las reglas de un imperio donde los humanos son solo alimento. Mientras Louise lucha por encontrar a su hermana y ganar su lugar en la corte, su vínculo con Dorian pone en juego el equilibrio del reino, arrastrándolos a ambos hacia un destino oscuro y profundo, donde la lealtad y el deseo chocan.
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El estratega: Parte 2
El imperio seguía enfrentando amenazas, tanto internas como externas, pero Dorian sentía que ahora contaba con un aliado inesperado, uno que, a pesar de su resistencia inicial, comenzaba a enredarse en los hilos de lealtades y manipulación que él mismo había tejido. Y aunque Louise aún se aferraba a la esperanza de que esta relación podría ser un medio para conseguir su libertad, cada día que pasaba, esa esperanza se volvía más incierta.
Las tensiones en las fronteras del Imperio Vespera alcanzaban un punto crítico. En las tierras del oeste, un grupo de rebeldes y familias nobles que desaprobaban la política de Dorian comenzaban a aliarse para desestabilizar su reinado. Los espías informaban de planes para atacar asentamientos clave y debilitar la economía del imperio, lo cual podría desatar el caos si no se tomaban medidas a tiempo.
Louise, cada vez más involucrado en la planificación militar, pasó largas horas en la biblioteca del castillo, estudiando antiguos tratados de guerra y analizando mapas. Los libros eran viejos y polvorientos, pero contenían una sabiduría olvidada que él intentaba desenterrar, buscando estrategias que pudieran darle a Dorian la ventaja. Al principio, el estudio era una forma de mantenerse ocupado, para evitar pensar en su situación. Pero pronto, se dio cuenta de que cada página que leía lo acercaba más a una comprensión profunda de la guerra, y con ello, a una extraña forma de control en un mundo que le había arrebatado toda autonomía.
Dorian notó el esfuerzo de Louise y aunque jamás lo admitiría abiertamente, se sentía impresionado. Al ver cómo el joven humano se dedicaba con tanto empeño a aprender a adaptarse a las necesidades del imperio, se acercaba cada vez más a él, buscando sus consejos. Las conversaciones que antes eran unidireccionales, cargadas de las historias de guerra y poder de Dorian, ahora se transformaban en un diálogo donde ambos discutían las mejores rutas para atacar o defenderse, las fortalezas y debilidades de sus enemigos.
Una noche, Dorian y Louise se encontraron una vez más frente al gran mapa que cubría la mesa del estudio. Las líneas que representaban a los enemigos se extendían como una marea oscura por los bordes del imperio, amenazando con asediar las granjas humanas más fértiles.
—Si se agrupan en el paso de Estrael, podrían cortar nuestras rutas de suministro hacia la capital —comentó Dorian, señalando con un dedo pálido los puntos críticos—. Pero si concentramos nuestras fuerzas en el norte, podríamos contrarrestar su avance.
Louise observó el mapa en silencio durante un momento, analizando la disposición de las fuerzas. Su mente trabajaba con una rapidez que lo sorprendía a sí mismo, trazando mentalmente las posibles rutas y contramovimientos que podrían asegurar una ventaja.
—Creo que sería un error concentrar todas las fuerzas en un solo punto —dijo Louise, con una voz más segura de lo que se sentía realmente—. Deberíamos dejar que crean que estamos retirándonos hacia el norte, pero enviar una pequeña parte de las tropas al desfiladero de Merces. Si cerramos el paso allí mientras ellos avanzan, podríamos emboscarlos y forzarlos a luchar en terreno desfavorable.
Dorian arqueó una ceja, intrigado. Era una estrategia arriesgada, pero tenía un aire de astucia que le recordaba a los grandes generales de la antigüedad, aquellos que habían llevado a su imperio a la gloria en tiempos pasados. Ver a Louise formular una estrategia tan audaz lo hizo preguntarse si, tal vez, el joven estaba destinado a ocupar un lugar más importante en su vida y en su corte de lo que había pensado inicialmente.
La estrategia fue puesta en marcha, y el desfiladero de Merces se convirtió en el escenario de la primera gran batalla. Dorian lideró a sus tropas personalmente, mientras las órdenes de Louise resonaban en la mente de cada uno de los capitanes. Cuando los enemigos se adentraron en el desfiladero, confiados en que habían obligado a las fuerzas de Vespera a retirarse, Dorian y sus soldados se abalanzaron sobre ellos desde las alturas, lanzando ataques rápidos que diezmaban a los rivales antes de que pudieran reagruparse.
La emboscada fue brutal, y las rocas del desfiladero se tiñeron de sangre. Los soldados enemigos, atrapados entre las formaciones de Vespera y las rocas impenetrables, se vieron forzados a luchar en condiciones terribles, y su derrota fue inevitable. Al final de la jornada, cuando los gritos y el sonido de las espadas se apagaron, Dorian se alzó entre los cadáveres de sus enemigos, con la armadura manchada de sangre y una mirada fría que reflejaba la satisfacción de la victoria.
Pero incluso en esa victoria, había un rastro de algo más profundo, algo que se agitaba en el pecho de Dorian cuando regresó al castillo y encontró a Louise esperándolo en la biblioteca, donde había pasado la noche revisando los informes de la batalla. Los ojos de Louise se encontraron con los suyos, y por un instante, un silencio cargado de significado los envolvió. Dorian se acercó a él, inclinándose levemente para susurrarle al oído:
—Tu plan ha sido un éxito, Louise. Me has sorprendido.
La cercanía de Dorian y el tono bajo de su voz hicieron que el corazón de Louise latiera con fuerza. Sintió que sus propias emociones eran un campo de batalla, una lucha entre la gratitud que experimentaba por haber sido útil, la repulsión por depender del vampiro y al mismo tiempo, una atracción que no podía negar.
Dorian, por su parte, se preguntaba hasta qué punto Louise era consciente de la influencia que comenzaba a ejercer sobre él, de la forma en que lo hacía cuestionar sus propios deseos y ambiciones. Pero no lo dejó ver. Para el mundo exterior, el rey vampiro seguía siendo una figura de poder implacable, un líder que, gracias a la ayuda de un humano, había conseguido su gran victoria. Pero en el fondo de su mente, Dorian sabía que la guerra que realmente le preocupaba no era la que libraba en los campos de batalla, sino la que se libraba entre él y el humano que había prometido proteger... y manipular.