Sinopsis: "Mi Maestro No Solo Es Mi Maestro" es una apasionada historia de amor entre Mateo, un joven estudiante de 22 años, y su atractivo y misterioso maestro de naturopatía, el Dr. Sebastián Castillo, de 42 años. Mateo se matricula en el curso de naturopatía del Dr. Castillo, esperando simplemente obtener los créditos necesarios para graduarse. Sin embargo, pronto se encuentra cautivado por la sofisticación y el carisma de su maestro. A medida que pasan más tiempo juntos, una poderosa atracción surge entre ellos, desafiando las normas sociales y profesionales. Mientras luchan por mantener su relación en secreto, Mateo y Sebastián se enfrentan a numerosos obstáculos, desde la desaprobación de familiares y amigos hasta las consecuencias de revelar su romance prohibido. A pesar de ello, su conexión parece más fuerte que cualquier barrera.
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Lucha Interna
Después del inesperado encuentro con el profesor Castillo en la biblioteca, Mateo se encontraba inmerso en una profunda lucha interna. Su corazón aún latía con fuerza, y la imagen del enigmático hombre se negaba a abandonar su mente.
Una vez en su habitación, Mateo se dejó caer sobre su cama, sintiéndose agobiado por la intensidad de sus emociones. Cerró los ojos, intentando controlar su respiración, pero la sensación de los dedos de Sebastián rozando los suyos aún le quemaba la piel.
Mateo sabía que debía mantener el control, que no podía dejarse llevar por sus impulsos. Pero la atracción que sentía hacia el profesor Castillo parecía consumirlo por dentro, nublando su juicio y su raciocinio.
Respirando profundamente, Mateo trató de enfocarse en el trabajo que tenía pendiente, pero le resultaba casi imposible concentrarse. Su mente seguía volviendo una y otra vez a la mirada penetrante de Sebastián, a la calidez de su voz, a la elegancia de sus movimientos.
Frustrado, Mateo se levantó de la cama y comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación, tratando de disipar esos pensamientos que lo atormentaban. Sabía que no podía permitir que su obsesión por el profesor Castillo interfiriera con sus estudios y su futuro.
Tras varios minutos de lucha interna, Mateo se detuvo frente a la ventana, observando el atardecer que se extendía sobre el campus. Tomó una profunda respiración y trató de recuperar la calma.
"Tengo que enfocarme en mis estudios", se dijo a sí mismo, con determinación. "No puedo dejar que mis sentimientos por el profesor Castillo me desvíen de mi camino."
Decidido a mantener el control, Mateo se sentó en su escritorio y se sumergió en los libros que Sebastián le había recomendado. Mientras leía, se esforzaba por mantener su mente enfocada en los conceptos de la naturopatía, evitando que sus pensamientos volvieran a divagar hacia la figura del hombre que lo había cautivado.
A pesar de sus esfuerzos, Mateo aún sentía que una parte de él añoraba la presencia de Sebastián. Cada vez que cerraba los ojos, podía ver su rostro, su mirada, su sonrisa, y eso lo abrumaba.
Esa noche, cuando Mateo se acostó en su cama, trató de conciliar el sueño, pero le resultaba casi imposible. Su mente revivía una y otra vez el encuentro en la biblioteca, y su cuerpo parecía reaccionar a cada recuerdo.
Frustrado, Mateo se levantó de la cama y comenzó a caminar por la habitación, tratando de disipar esos pensamientos que lo atormentaban. Sabía que no podía permitir que su obsesión por el profesor Castillo lo consumiera por completo.
Finalmente, exhausto, Mateo se sentó en su escritorio y tomó una hoja de papel. Comenzó a escribir, dejando que las palabras fluyeran, intentando desahogar todo lo que sentía en su interior.
A medida que las líneas se iban formando en la página, Mateo sintió que una pequeña parte de la carga que llevaba en su corazón se aligeraba. Escribir le permitía expresar todos esos sentimientos que lo abrumaban, sin tener que compartirlos con nadie más.
Cuando terminó, Mateo se quedó contemplando el papel, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. Sabía que tendría que seguir luchando contra esa atracción que lo consumía, pero al menos ahora tenía una válvula de escape para desahogar sus emociones.
Con un suspiro, Mateo dobló cuidadosamente el papel y lo guardó en el cajón de su escritorio. Luego, se recostó en su cama, sintiéndose un poco más tranquilo, aunque aún con la imagen del profesor Castillo grabada en su mente.
A la mañana siguiente, Mateo se levantó con determinación. Sabía que debía poner todo su esfuerzo en mantener el control y enfocarse en sus estudios. No podía permitir que sus sentimientos interfirieran con su futuro.
Durante la clase de Naturopatía, Mateo se esforzó por prestar atención a las palabras de Sebastián, evitando mirarlo más de lo necesario. Cada vez que sus ojos se encontraban, Mateo sentía que el corazón le daba un vuelco, pero rápidamente desvió la mirada, concentrándose en sus apuntes.
Cuando la clase terminó, Mateo se apresuró a recoger sus cosas y salir del aula, sin darle la oportunidad a Sebastián de acercarse a él. Sabía que si volvía a estar cerca del profesor, podría perder el control de sus emociones.
Una vez fuera, Mateo se dirigió a la biblioteca, donde se sumergió en la lectura de los libros que Sebastián le había recomendado anteriormente. Mientras leía, sentía que poco a poco iba recuperando el enfoque y la determinación que tanto necesitaba.
Esa noche, cuando Mateo se recostó en su cama, se sintió más tranquilo y en paz. Sabía que aún tenía una lucha interna por delante, pero estaba decidido a mantener el control y a no dejar que sus sentimientos por el profesor Castillo interfirieran con su educación y su futuro.
Con esa resolución en mente, Mateo cerró los ojos y se dejó envolver por el sueño, esperando que mañana fuera un día más fácil de manejar.