Un deseo por lo prohibido
Viviendo en un matrimonio lleno de maltratos y abusos, donde su esposo dilapidó la fortuna familia, llevándolos a una crisis muy grave, no tuvo de otra más que hacerse cargo de la familia hasta el extremo de pedírsele lo imposible.
Teniendo que buscar la manera de ayudar a su esposo, un contrato de sumisión puede ser su salvación. En el cual, a cambio de sus "servicios", donde debía de entregársele por completo, deberá hacer algo que su moral y ética le prohíben, todo para conseguir el dinero que tanto necesita...
¿Será que ese contrato es su perdición?
¿O le dará la libertad que tanto ha anhelado?
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Capitulo 23
Ella no sabía cómo contestar esa pregunta tan personal. Puesto a que nunca había hecho tal cosa. En vista de que no contestó, Yeikol tomó ese silencio como un “No”. Él se puso frente a ella, y le ordenó. — Muriel, cierre los ojos, imagines que estás sola, en el lugar privado. Deslice su mano exactamente donde sientas más sensibilidad.
Muriel, con los ojos cerrados, le dijo.— Prefiero no hacerlo.
— No tienes opciones. Es una orden.
Ella se relajó, imaginó que estaba al aire libre, precisamente en la orilla de una playa desolada. Acostada en un cheilon, completamente desnuda. Un hombre se acercó a ella, la acarició meticulosamente, después saboreó cada centímetro de su piel.
Para Muriel, su imaginación era tan real, que sus gemidos en cuestión de segundos invadieron toda la habitación. El sube y baja de su vientre y sus labios abiertos eran señales de placer. Mientras ella se tocaba, Yeikol disfrutaba de la expresión tan excitante que mostraba su rostro.
Era algo nuevo, no imaginó que con sus manos podía proporcionarse tanto placer. Sus gemidos y jadeos cada vez eran más prolongados, llegando así a un placentero clímax.
Al abrir los ojos se encontró con la mirada fija de Yeikol, quien se mordía el labio inferior. Ella se ruborizó, una vergüenza se apoderó de todo su ser.
“Caray”, exclamó avergonzada.
— Me gustaría saber quién era el protagonista de su imaginación. Tienes que ser alguien muy especial para usted.— dijo Yeikol con una voz ronca y muy excitado.
Ella cubrió su desnudes con las manos, y no omitió palabras.
“¡Rayos! Si supieras que era usted ese protagonista. Qué me está ocurriendo, por qué me imaginé con él”, pensó frustrada.
Yeikol le pidió que se levantara, le colocó las esposas, y la tumba en la mesa de terciopelo. Se puso protección y empezó a poseerla a su antojo. Con movimientos salvajes, apretones fuertes, nalgadas picantes y jalones de cabello. Así, llegó al máximo placer, rápidamente. En esta ocasión, su objetivo era saciarse él, dejándola a ella con ganas de más, y lo había logrado.
Después de terminar le quitó las esposas y se dirigió al baño. Se duchó y salió.
Muriel se sentía insatisfecha, él había terminado muy rápido, dejándola excitada. Ella, debajo del grifo, llegó a una conclusión, y tenía una duda rondando en su cabeza. Había leído muchos en Google sobre sumisa y él no la trataba como tal, sino como a una amante, que debía obedecer.
Ella salió del baño, buscó su uniforme que gracias a Dios estaba intacto y se lo puso. Fue a la otra habitación, Yeikol estaba acostado bocabajo, con una bermuda y sin camisa.
No quería molestarlo, pero tenía que irse a su trabajo. Exhaló profundo y preguntó.— Señor, ¿ya no podemos ir?
Él volteó a mirarla, tenía los ojos rojos y se notaba somnoliento.— Muriel, cuando dije que teníamos el día disponible, ¿qué parte no entendió?
— No pensé que hablamos en serio, señor.
— No soy un hombre de bromear. Quítese ese uniforme y póngase cómoda. Puede ir con Alfred, ¿O se quiere acostar conmigo?— preguntó en un tono frío, sin ninguna expresión en el rostro.
— Prefiero ir con Alfred.
— ¿Por qué? ¿Acaso no disfruta de mi compañía?— Ahora preguntó con una media sonrisa. Sonrisa que desapareció después de escucharla hablar.
— Señor, con todo respeto, no, no disfruto de su compañía. No olvides que estoy aquí por necesidad.
Él se levantó rápidamente y la sujetó con fuerza por los brazos. — Y yo le recuerdo que no la obligué a nada, y ni siquiera la trato como debería.
— Disculpe, señor, de todos modos no estoy con usted por gusto. Ahora, ¿me podrías soltar?
Ambos hicieron contacto visual, y por un segundo sintieron una conexión fuera de lo normal. Él la soltó y se volvió a meter en la cama.
Horas más tarde. Muriel y Alfred estaban en la sala, platicando muy sonrientes. Yeikol se había despertado y los observó por varios minutos desde el marco de la puerta. Muriel, con Alfred sonreía libremente, era simpática y se mostraba relajada, en cambio, con Yeikol era todo lo opuesto.
— ¿Cuál es el chiste? Para reírme también.— dijo Yeikol, dirigiéndose a la cocina por un vaso de agua.
— Lo siento, mi señor, no lo vi acercarse.— dijo Alfred.
Muriel cambió su postura y bajó la mirada. Obviamente, le afectaba la presencia de Yeikol.
Yeikol la observó detenidamente. “Por qué conmigo no puede mostrar esa hermosa sonrisa. No entiendo por qué me ve como a un monstruo. No me gusta sentir que la tengo a la fuerza, a ella no, Joder”. Pensó Yeikol
— Alfred, nos vamos.— dijo el jefe
Muriel, inconscientemente, esperaba estar nuevamente con él. Le dedicó una mirada evasiva y se acomodó el uniforme.
— Alfred, ¿Tienes el contrato de cancelación en el maletín? Entrégaselo a la señora para que lo firme.— ordenó Yeikol.
— No, señor. Únicamente tengo los papeles necesarios.
— Maldición.— expresó disgustado, y fue a cambiarse de ropa.
Alfred se sorprendió, su jefe estaba teniendo problema en cuanto a sus decisiones, y esa conducta era impropia de él.
Muriel escuchó hablar del contrato de cancelación, y sintió paz. Dejaría de ser la sumisa de Yeikol Richardson, volvería a su vida normal, o eso pensaba ella.
Yeikol salió bien vestido, con un traje hecho a la medida, y su fragancia embriagadora que lo caracterizaba.
Alfred fue el primero en salir, Yeikol estaba esperando a que Muriel saliera primero, pero ella quería hablar con él. Se acercó y lo miró a los ojos. — Señor, si deseaba finalizar el contrato no es necesario firmar nada, basta con decírmelo. Y no se preocupe, no quiero nada de usted.
Yeikol la sujetó por la cintura, y la mejilla. — Usted es un enigma que no logró entender, y me estresa su actitud.
— ¿Esperaba algo más de mí?— preguntó nerviosa.
— La verdad, usted no es lo que necesito. Tienes que firmar ese contrato, entonces no habrá nada entre nosotros. — él salió dejándola ahí parada y sintiendo una mezcla de ira y felicidad.