El amor no necesita ser perfecto, solo debe ser verdadero.
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Hay límites.
En la habitación contigua un Nathan se debatia por primera vez si invitarla o no a salir, él jamás había tenido esa guerra interna tratándose de una fémina, pero a la fémina qué Nathan traía en la mira, él sabía que no era cualquier mujer.
Ella era diferente, especial y de esas pocas mujeres que inspiran a un hombre mujeriego en reformarse hasta pensar en matrimonio, en un futuro y quizás en tener hijos.
Y después de verse al espejo por casi veinte minutos se cambió y salió decidido a tocar a la puerta de aquella hermosa mujer que se metió en sus pensamientos sin pedir permiso.
Al tocar no obtuvo respuesta, suspiró y volvió a insistir, mientras que en esa habitación una Mabel descansada, recién bañada, escucho el sutil toque, ajusto su bata de baño y fue hacia la puerta.
Al ver por la mirilla de quien se trataba no dudo en abrir la puerta y Nathan al verla en solo bata su mente viajo a momentos muy íntimos, despejó su mente forzando a sus ojos a subir y consentrarse en su rostro — ¿te desperté? — ella negó ante su pregunta y él solo sonreía como un adolescente enamorado —Mabel, ¿me acompañarías a cenar?.
Mabel se sorprendió no por la pregunta si no por darse cuenta que había dormido por mucho tiempo.
— ¿Mabel?— volvió a hablarle, ya que ella solo lo veía sin responder a su invitación, hasta que después de un lapsus Mabel sonrió y asintió aceptando su propuesta — te espero en el lobby.
Se despidieron y mientras Nathan entraba al ascensor con una enorme sonrisa, Mabel con estrés comenzó a buscar un vestido acorde al lugar que suponía que irían.
Y después de decidir que ponerse, se arregló, se cambió por un vestido entallado mostrando sus hermosas piernas y enmarcando sus grandes curvas.
Salió de su habitación, subió el ascensor, presionó el botón con las siglas PB y espero pacientemente hasta que estas se abrieran.
Al abrirse al fondo estaba un Nathan sumergido en su teléfono que ni cuenta se dio qué Mabel estaba ya frente a él,
Carraspeo un poco para llamar su atención y cuando lo logró, le sonrio— estoy lista, señ… — Nathan frunció sus cejas negando mientras lentamente recorría su mirada puesta en ese cuerpo qué era tentación pura para él — ¿Nathan?.
— mucho mejor, Mabel mejor vamos que muero de hambre.
Ella asintió dándose media vuelta para caminar a su lado, salieron del hotel y siguieron caminando, dos calles después llegaron a un pequeño, pero muy elegante restáurate.
Y Nathan como todo un caballero, abrió las puertas de cristal, cediéndole el paso a esa bella mujer, entraron y para guiarla poso con sutileza su mano sobre la cintura de Mabel.
Quien al sentir su tacto, volteo a verlo como tratando de descifrar que era lo que pretendía su jefe, Nathan corrió la silla y ella se sentó, el camarero se acercó y levantó su pedido.
El camarero trajo el mejor vino de la cava, sirvió las copas y solo se fue dejándolos de nuevo solos.
— gracias por ayudarme, por tu compañía, créeme que eres muy valiosa para mí.
Mabel se sintió un poco incómoda por lo que decía su jefe, así que se limitó a contestar o verle y solo se concentró en esa copa de vino tinto qué estaba frente a ella.
Pero al tomar, entendió que seguía sin gustarle las bebidas alcoholizadas, deslizó un poco la copa alejandola de ella, pero esa misma acción fue la oportunidad perfecta para aquel hombre de comportamiento extraño.
Nathan tomo la mano de Mabel hasta llevarla a sus labios, dejando un sutil y húmedo beso sobre su dorso, Mabel se sorprendió y de inmediato alejo su mano de su agarre.
Lo vio por un instante y solo tomo su bolso se levantó del asiento, pero Nathan de nuevo la retuvo — ¿qué sucede?, ¡Mabel!.
Suspiró con pesadez y lo vio fijamente — sucede señor Brown, que esto que hace o intenta hacer, no está bien soy su empleada y como tal hay límites y le pido que no los pase, y si esto es causa de mi despido entenderé sin problema.
Nathan al escucharla entendió que el camino no sería nada fácil y que con una simple cena en un lujoso restaurante no la haría caer.
— le ofrezco una disculpa por mi comportamiento inapropiado señorita pech—Mabel asintió soltándose sutilmente del ligero agarre de Nathan — por favor — él casi le suplicaba con la mirada que se volviera a sentar mientras Mabel solo lo veía con mucha seriedad — ya no tardan en traer la cena.
— lo siento señor Brown, pero el apetito se me ha ido, que tenga linda noche— Nathan solo asintió un poco frustrado por todo lo que le había dicho Mabel.
Pero cada palabra iba cargada de mucha razón y solo se deleitó con la bella vista que le regalaba su hermosa secretaria al irse.
Mabel caminó esas largas calles hasta llegar al hotel, donde una y otra vez se cuestionaba, pero seguía sin entender y por más que buscará una lógica seguía sin encontrar explicación viable al comportamiento de su jefe.
Subió el ascensor aún pensativa, camino por el pasillo hasta abrir la puerta de su habitación, donde se desmaquilló, quito ese hermoso vestido y se dio un largo baño de tina.
Pretendiendo que el agua se llevara todos esos pensamientos sobre lo sucedido, al salir estaba relajada más no había olvidado, se puso su pijama y mientras cepillaba su cabello un toque a su puerta se escuchó.
Se levantó del sofá qué había en su habitación y camino hacia la puerta, vio por la mirilla, pero no había nadie, abrió para ver si alguien deambulaba por el pasillo.
Pero su sorpresa fue que había un bello arreglo con flores hermosas, Mabel las tomo y las llevo al interior de su habitación dejándolas sobre la mesa, tomo la pequeña tarjeta qué solo decía.
...Nota...
...PERDÓNAME...
...N. B...
Dándose cuenta de que era su jefe, sonrió por el bello detalle, pero aún se sentía molesta por lo que quizás pretendía hacer, resoplo mientras se acercaba a oler esa refrescante fragancia y solo negó porque nuevamente tendría que dejarle claro que ella jamás se prestaría a jugar con fuego, Mabel conocía su largo historial y su jefe era un mujeriego sin remedio.
viejo maldito