Destiny Love llevaba una vida tranquila trabajando como coordinadora de eventos en el club de solteros Lovely, pronta a contraer nupcias con su novio de la infancia hasta que un día se topa con el guapo y descarado James Miller quien llegó a poner su mundo de cabeza con una propuesta que no pudo rechazar.
Dispuesto a conservar su posición como nuevo CEO del negocio familiar, James está obligado a ponerle freno a las aventuras de una noche que lo sostenían medianamente cuerdo ante el dolor de su reciente ruptura. Por lo que decide contratar los servicios de una curiosa y poco atractiva mujer para entretenerse.
Ese trato inusual los embarcará en la dulce historia que cambiará la vida de ambos.
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6.
Antes de que pudiera arrepentirse de su intrépida decisión, el abogado de James apareció en la cafetería con el contrato redactado, en efecto él se comprometía a correr con el gasto total de su fiesta de bodas, transporte y un paquete vacacional para dos. A cambio por supuesto de ser su acompañante y defensora por un mes.
James puso su firma en el papel con gran satisfacción, sus ojos azules refulgiendo con malicia. Destiny tragó saliva con dificultad, su boca estaba casi seca. Eso se sentía cómo estar vendiendo su alma al mismísimo demonio. La fina pluma perteneciente al abogado se deslizó de su mano sudorosa, cayendo al piso.
Rápidamente James le extendió la suya, ocasionando que sus manos volvieran a rozarse y por algún motivo, eso le aceleró el corazón a ella.
—No es un contrato matrimonial —bromeó James, cruzando las piernas con un gesto relajado—. Deja de preocuparte, tú y yo vamos a divertirnos como nunca.
Destiny se preguntó cuál era su concepto de diversión. ¿Torturarla? Muy probablemente. En medio de un suspiro puso su firma en el papel y casi al instante le fue arrebatado de las manos por el abogado.
—Haré los acuerdos respectivos con el médico de la familia, tú solo encárgate de hacer tus maletas. Te recogeré está noche —indicó James.
Los dos hombres se pusieron de pie, dispuestos a retirarse. Destiny apenas tuvo tiempo de abalanzase sobre la mesa para retener a James sosteniéndolo de la muñeca. Los cubiertos rechinaron y él se volteó a mirarla como quien acaba de comprar un pequeño cachorro al que todavía no puede comprender.
—¡¿Esta noche?! —imperó, con sus ojos verdes brillando de angustia.
James asintió, acercándose a ella para susurrarle algo al oído.
—Desde hoy eres completamente mía, en tu agenda no debe existir ni un minuto que no sea para mí —Lo llenaba de diversión el rostro escandalizado de la chica, así que decidió relajar la situación—. Recordé que hoy tengo una cita muy importante y debes evitar a toda costa que me presente.
Destiny frunció el entrecejo.
—Llevaré conmigo un juego de esposas y mordazas, no te preocupes.
—Yo sé muy bien cómo utilizarlas —soltó James con una risita pícara, sacándole un sonrojo a la pequeña elfina—. Ah… una cosa más, Chispita, no olvides pagar la cuenta.
Un balde de agua fría cayó sobre ella, el muy descarado acababa de recordarle quién era. Un maldito engreído que lo tenía todo y utilizaba a los demás a cambio de dinero, y claro, ella cayó muy fácilmente en la trampa. Tenía ganas de llorar, la soledad a su alrededor le hizo darse cuenta del grave problema en el que estaba metida.
Se mordió las uñas con nerviosismo, ¿cómo iba justificar su ausencia de casa? Erick terminaría dándose cuenta de su travesura y con lo sobreprotector que era, iba ser capaz de sacarla a rastras de la casa de James Miller. Confesárselo ella misma era una mejor opción, de todos modos, si algo resultaba mal con James, sus amigos podrían acudir en su rescate.
Llamó a sus dos mejores amigos convocándolos a una reunión de emergencia y pagó la cuenta, sintiéndose de pronto más positiva. Hizo calculos de todo el dinero que Ian y ella ahorrarían y por primera vez en meses se sintió libre de comprarse ropa sin culpabilidad alguna. Tanta era su alegría que entró en la boutique y se probó un par de vestidos sin mirar la etiqueta del precio.
...***...
Erick asomó la cabeza por los vestidores, echando un vistazo debajo de las puertas hasta dar con los pequeños pies de duende de Destiny. Le dijo por teléfono que tenía una noticia muy importante que darle, él abandonó de inmediato su puesto en la oficina y condujo con un presentimiento extraño hasta el centro comercial.
—¿Destiny? —susurró, tocando suavemente la puerta.
—¿Erick? —gritó ella.
—Shh —siseó Erick, apenado. ¡Estaba infiltrado en el vestidor de mujeres, por todos los cielos! ¿Su amiga no podía ser discreta al menos una vez en la vida?—. Por supuesto que soy yo, ahora dime cuál es esa gran noticia que no podía esperar hasta la noche.
Destiny gimió tirando de los extremos de un pantalón de mezclilla talla cuatro, dio un par de brincos tratando de ajustarlos a su figura, ¡tenía barriga! Era imperativo dejar de comer tantos pastelillos si no quería rodar hasta el altar.
—Bueno, pero promete que no gritarás ni actuarás como loco.
—¡Ian y tú terminaron!
—Ian y yo estamos más comprometidos que nunca, ¡vamos a casarnos en el Crystal Palace!
—¿!Pero cómo diablos…?! —cerró la boca antes de decir algo que pudiese ofenderla. Muchos de sus conocidos de la alta sociedad celebraban sus eventos en ese lugar, Destiny no tenía oportunidad de reunir los fondos suficientes en tan poco tiempo.
—Esta es la parte interesante, James Miller lo pagará todo —se mordió el labio y se cubrió el rostro con las manos después de decirlo, como si fuese capaz de ver la furia de su amigo a través de la puerta.
Hubo un silencio sepulcral mientras Erick procesaba la primicia. Se quitó las gafas y se frotó los ojos, no iba permitir que ese malnacido de James Miller sacara ventaja de Destiny.
—¿Qué te obligó a hacer a cambio? —preguntó entre dientes.
Destiny inhaló profundo y exhaló lentamente antes de salir del vestidor. Sabía que detrás de la voz calmada de Erick se ocultaba una profunda colera. Le hizo la mirada tierna que solía lanzarle cuando todavía era una niña y quería evitar ser castigada por sus fechorías, ya que estaba apunto de lanzarle la peor de ellas.
—Quiere que sea su dama de compañía durante un mes.
—¿Te volviste loca? —vociferó Erick, sosteniéndola por los hombros—. James Miller no se junta con ninguna mujer que no pretenda llevarse a la cama, es un libertino irremediable. ¿Cómo es que terminaste aceptando ese trato con él? Creí que lo odiabas, sin mencionar que tenía otro concepto de ti.
Destiny lo confrontó, ofendida.
—Me decepcionas, Erick. Nunca ha pasado por mi cabeza venderme por dinero, amo a Ian y soy totalmente opuesta a los gustos convencionales de James. Por eso hemos convenido que él pagará mi boda a cambio de mantenerlo alejado de sus mujerzuelas por un corto periodo de tiempo.
—Destiny, no tienes qué hacerlo. Te quiero como la hermana que nunca tuve, mi familia y yo estaríamos encantados de…
—Quiero hacer las cosas a mi manera, Erick —cortó, dándole la espalda. Se negaba a recibir más caridad de las personas, no toleraría ni una mirada más de conmiseración.
Erick apretó los puños, a Destiny le faltaba mucho por madurar. Todavía era incapaz de distinguir el verdadero afecto de la lástima.
—¿Destiny?
El momento incómodo fue interrumpido por la voz de una armoniosa mujer. Erick sintió que su mundo se salió de su órbita por esa visión. Destiny pasó a su lado convertida en un torbellino para saludar a la atractiva intrusa.
—Jennifer, viniste. —La abrazó cuál niño pequeño regresando a los brazos de su madre. Lo que hizo que Jennifer mirase con desconfianza a Erick, quien se encogió de hombros para liberarse de culpa.
—No llegaste al restaurante para el almuerzo, eso es muy raro en ti. Por supuesto que tenía que correr a verte —bromeó Jennifer, acariciando el cabello de la chica.
—Llegaste justo a tiempo —refunfuñó Destiny, lanzándole una mirada acusadora a Erick—. Déjame ponerme mi ropa y te actualizo.
Jennifer asintió, sonriéndole a Erick mientras Destiny regresaba al vestidor.
—Destiny siempre me habla mucho de ti, supongo que eres Erick.
—Así es, Erick Harris —se presentó enderezándose—. ¿Y tú eres?
—Jennifer Pears.
—Bueno Jennifer, en vista de que tenemos una amiga muy especial en común, ¿qué te parece si saliendo de aquí, vamos por un café?
Jennifer sonrió coquetamente, haciendo ondear la falda azul de su vestido.
—Me encantaría pero, soy casada.
—Y yo soy abogado —bromeó Erick.
Jennifer reprimió una risita, hacía mucho que un hombre no flirteaba con ella. Sin embargo, había algo que siempre derrotaba hasta al más insistente.
—Tengo un hijo de tres años.
Erick deslizó su mirada por el cuerpo curvilíneo de Jennifer.
—No se te nota.
Los ojos de Jennifer se abrieron de la impresión. Sonrojada, se cubrió el abdomen con su bolso, su marido no opinaba lo mismo que Erick. Kean vivía repitiéndole que estaba fuera de forma.
—¡Chicos, definitivamente, compraré éste! —exclamó Destiny, abriendo la puerta del vestidor sin previo aviso.
Sin saber lo que había sucedido con sus amigos, los cogió de la mano a ambos y se los llevó hasta el mostrador.
—¡Me casaré en el Crystal Palace! —chilló.
—Pero dijiste que no podías pagarlo —replicó Jennifer.
Destiny movió las cejas de manera sugestiva.
—Es una larga historia, querida.
—Tenemos todo el tiempo del mundo —intervino Erick. Era una historia que no deseaba volver a escuchar pero lo soportaría todo para mantenerse cerca de la hermosa Jennifer—. Yo invito las pizzas, esta será una loca reunión adolescente.
Destiny se carcajeó siendo la más joven del grupo. Erick y Jennifer, pasaban ya de los treinta.