Compromiso Indeseado. (ABO)

Henrik observó con molestia cómo Darre, su futuro omega, bajaba las elegantes escaleras con una sonrisa radiante y ataviado con ropa costosa. Decidió apagar el Flex X1 y guardarlo en el bolsillo de su pantalón antes de dirigirse hacia él.

—¿Saldrás nuevamente? —preguntó, notando cómo Darre rodaba los ojos. Henrik frunció el ceño, pero optó por no discutir en ese momento.

—¿Qué no es obvio? —respondió Darre con sarcasmo, ajustando la pulsera en su mano. Henrik lo examinó con una mirada crítica antes de que el omega añadiera—. Bueno, me voy.

—Sí, que te vaya... bien —articuló Henrik con desgana al presenciar cómo Darre cerraba la puerta de un golpe. Se apresuró hacia la ventana que daba a la calle, observando cómo su prometido subía al automóvil de un amigo aún desconocido. La preocupación y el desconcierto se reflejaban en el rostro del almirante, preguntándose qué tipo de relaciones tenía Darre y cómo aquello afectaría su futuro matrimonio.

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Vincent y Darre ingresaron al bar que solían frecuentar, donde la música atronadora y las luces neón creaban un ambiente de libertinaje. Se dirigieron hacia una mesa para dos personas y realizaron su pedido habitual.

—¿Cuándo planeas presentarme al famoso almirante K? Es muy popular entre los omegas de la capital, incluso tiene una página dedicada a chismes sobre él —comentó Vincent mientras daba un sorbo a su bebida.

—Es una persona completamente aburrida, como todos los militares. Siempre viste con ropa de los mismos colores: azul marino o negro. Además, su rostro me provoca escalofríos —respondió Darre con desdén—. Casarme con él o con una piedra sería lo mismo.

—¿Casarte con él? ¿Entonces has aceptado el matrimonio? —preguntó Vincent de manera sugerente.

—Por supuesto que no. Quiero una vida libre antes de cualquier compromiso matrimonial —afirmó Darre, dando un sorbo a su bebida y dirigiendo su mirada hacia la izquierda—. Y comenzaré ahora mismo.

Vincent volvió la mirada hacia el mismo lugar y se encontró con un hombre alfa y rubio que observaba a Darre desde una esquina.

—Te vas a casar, idiota. Al menos, ve con un beta para ocultar las feromonas —aconsejó Vincent.

—No, sin ofender, pero los beta no la tienen del mismo tamaño —respondió Darre mientras se ponía de pie—. Además, si quiero que el idiota desista del matrimonio, llevar el aroma de otro alfa es la mejor opción. Ningún alfa soportaría que su omega tenga relaciones con otro.

Vincent meneó la cabeza en señal de negación mientras sonreía; a veces, incluso a él le sorprendía el descaro de Darre.

—Como quieras, mucha suerte.

Darre le guiñó un ojo y se contoneó, moviendo las caderas hasta acercarse al hombre alfa. Vincent lo vio susurrarle algunas cosas al oído, dejar su copa sobre una mesa y salir agarrado de la mano con aquel desconocido. La audacia de Darre no tenía límites.

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El reloj orográfico de la sala marcaba las quince horas con diez minutos cuando la puerta principal fue abierta con torpeza. Darre entró a la oscura casa y caminó hasta la sala donde se dejó caer sobre un sofá. Escuchó pasos provenientes de la cocina pero no se molestó en levantarse.

—Darre, al fin llegas —la voz de Henrik le hizo fruncir el entrecejo.

—Qué observación más estúpida, es claro que ya llegué —murmuró cubriendo sus ojos con hartazgo.

—¿Quieres agua o algo para beber? —Henrik se acercó un poco más a él y el aroma a feromonas alfa inundó sus fosas nasales. Apretó los puños contra su costado y arrugó las cejas mientras que sus ojos se volvieron peligrosamente amenazantes, como si una capa de hielo los estuviera cubriendo—. Al menos date una ducha y quítate el horrible aroma de esas feromonas inferiores a mí, es un insulto. —La voz fría le causó escalofríos a Darre, pero no se permitió mostrar ni un poco de miedo.

—¿Por qué debería hacerlo? —Cuestionó mientras se ponía en pie—, te lo dije antes, Almirante, te dije que no me importaría pasar la noche con otros alfas y que podías hacer lo mismo —Darre lo enfrentó con una mirada retadora—. Aún no estamos casados y sigo portando el collar de protección, hasta que no tenga una marca o un documento que avale nuestro matrimonio, yo seguiré viviendo como hasta ahora —advirtió—. Y te recomiendo que hagas lo mismo, no te ates ni le seas fiel a una persona que claramente no siente ni siquiera empatía por ti.

Al terminar de hablar, Darre no esperó una respuesta y se fue hacia su habitación.

Henrik agarró su cabeza con dolor. Realmente extrañaba a esa persona cariñosa, amable y atenta de la cual se había enamorado, pero ahora iba a casarse con alguien que era todo lo contrario. La tristeza y la confusión se reflejaban en sus ojos mientras se quedaba allí, perdido en sus propios pensamientos.

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—¿Me llevarás a la universidad? —preguntó Darre con sorpresa. No esperaba que el Almirante tuviera tanto tiempo libre.

—Tu padre dijo que no tienes auto y no sabes conducir, por ahora te llevaré yo —informó Henrik, acomodando la corbata sobre su cuello.

Darre arrugó los labios—. Como sea, vámonos, no quiero llegar tarde.

Ambos salieron y subieron al auto del Almirante, que era de última generación, lo más avanzado que había para el mejor militar del país. Ni siquiera los más ricos podrían tener acceso a la tecnología militar que guardaba ese vehículo.

—Para aquí —ordenó Darre una cuadra antes de llegar a la universidad nacional—. Sabes, no es como que seas muy discreto y no quiero que comiencen a circular rumores en la universidad.

Henrik, aunque no estaba de acuerdo, hizo caso y se estacionó para dejar a Darre.

—Si no puedo venir, enviaré a mi secretario. Nos vemos, Darre.

—Sí, sí, como sea —respondió Darre con desgano, sintiendo el peso de la presencia no deseada del alfa. Se separaron, y Henrik arrancó el auto mientras Darre caminaba hacia la universidad, deseando no tener que soportar más tiempo en compañía del Almirante.

El omega entró a la universidad con el humor un tanto complicado, pero se recuperó al sentir el peso de su amigo sobre la espalda.

—Darre, ¡hola! —saludó enérgico Oliver, un omega rubio de ojos esmeralda y un rostro limpio de imperfecciones, con distintivas pecas que formaban un camino desde una mejilla hasta la otra, pasando por su nariz respingada, dándole un aspecto tierno y amigable.

—Hey, casi me tiras —se quejó Darre al darse la vuelta, los lentes de Oliver se habían desacomodado, y los puso en su lugar con su dedo índice mientras sonreía torpemente.

—Lo siento, pero parecías enojado y quise alegrarte —dijo—. Por cierto, escuché de mis padres que te mudaste de tu casa, ¿dónde vives ahora? —cuestionó mientras ambos comenzaban a caminar. Darre quiso rodar los ojos por esa pregunta; ni siquiera se había casado y sus padres ya esparcían el rumor.

—Una larga historia, después te contaré —mencionó hastiado. Sin embargo, el rubio no iba a rendirse hasta conseguir la información y siguió bombardeando a Darre con preguntas hasta que una persona interrumpió su animada conversación, logrando ponerlo nervioso al instante.

—Darre, Oliver —saludó. Darre le regresó el saludo con naturalidad, mientras que Oliver tartamudeó un poco y sus mejillas enrojecieron al instante. No era un secreto para Darre que a Oliver le gustaba la persona que tenían en frente; sin embargo, Benjamin ni siquiera lo miraba—. ¿Van a clases? —Darre asintió—, genial, iré con ustedes.

Los tres comenzaron a caminar por el largo pasillo; Darre y Benjamin entablaron una conversación, mientras que Oliver solo intervenía de vez en cuando. Darre llegó a su respectiva aula de medicina, y Oliver y Benjamin siguieron adelante en total silencio.

—Benjamin, hola —una voz para nada conocida por Oliver vino desde atrás; ambos amigos se detuvieron y giraron al mismo tiempo.

—Sebastian —dijo Benjamin mientras lo saludaba—. Oliver, este es mi amigo Sebastian. Sebastian, este es Oliver.

—Mucho gusto —saludó Oliver un poco apenado.

—El gusto es todo mío —Sebastian extendió la mano hacia Oliver, y él correspondió al saludo.

—Bueno, este es mi salón, nos vemos luego.

Oliver entró corriendo al aula, mientras que Benjamin y Sebastian siguieron su camino hacia el salón contiguo. Ambos ocuparon sus lugares y sacaron los libros correspondientes.

—Oliver es lindo… me gusta —declaró Sebastian, tomando por sorpresa a Benjamin.

—Pero lo acabas de conocer.

—No, en realidad no —dijo—, es decir, recientemente supe su nombre, pero llevo un tiempo observándolo.

Benjamin arrugó las cejas—. Amigo, das miedo.

Sebastian sonrió y no dijo nada más.

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Por la tarde, Darre caminó hasta el mismo lugar donde el auto ya lo estaba esperando.

—Joven Darre, buenas tardes —saludó amablemente un hombre joven mientras abría la puerta para que él entrara. Darre lo ignoró por completo y subió al auto. El secretario entró a la parte delantera en el lado del piloto—. El almirante me ha ordenado que lo lleve con su padre.

—De acuerdo, vamos.

El auto se puso en marcha, y Darre se concentró en su chat con Vincent. Después de media hora, el auto se estacionó frente a un restaurante. Darre bajó sin demora y entró. El mesero lo llevó a la mesa que su padre había reservado y donde ya lo estaba esperando.

—¿Por qué eres tan malditamente inconsciente? —cuestionó Gunnar apenas Darre se sentó.

—¿Para esto me mandaste a llamar?, pensé que habías recapacitado sobre este absurdo matrimonio —bufó irritado.

—Darre, algún día sabrás por qué hice esto y me darás las gracias —Darre soltó una carcajada, pero se limitó a eso—. Hijo, no puedes seguir acostándote con cuanta persona se te ponga enfrente ahora que eres un omega comprometido.

—Pero no es por mi propia voluntad —contraatacó—. Padre, mientras no esté casado, no hay nada que me impida acostarme con los alfas.

—Darre, es una advertencia, así que más te vale controlar tus malditas feromonas porque en poco tiempo daremos el anuncio oficial.

—Me importa una mierda, seguiré siendo como yo quiera y ni tú ni ese maldito anuncio lo van a impedir.

Darre se levantó golpeando sus manos contra el comedor, y varias personas no pudieron evitar mirar un poco. Gunnar se sintió sumamente avergonzado por tener un hijo tan rebelde y promiscuo.