Soy ama de casa desde hace cinco años, acompaño de todo corazón a mis hijos y cuido a mi esposo. ¡De repente trajo de vuelta a su amante que quiere divorciarse de mí! Como ama de casa de tiempo completo en los últimos años, he dedicado no solo tiempo y energía, sino también oportunidades para desarrollar mi carrera, ¡así que decidí luchar! Pero no esperaba que el joven abogado que me ayudó con la demanda me dijera que yo le gustaba desde hace mucho año...
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Capítulo 6 Provocación
Ivan fue tan obediente que, de hecho, no volvió a casa en toda la semana, así que sabía que debía estar con Morley. Quise darle tiempo para pensar y arrepentirse, pero no hizo nada al respecto, y por esa razón decidí tomar cartas en el asunto. El lunes, después de llevar a Jesse al jardín, me dirigí directo a la empresa. Antes de ser ama de casa a tiempo completo, yo había sido la presidenta ejecutiva; pero, con el pasar del tiempo, Ivan mejoró cada vez más su manejo de los negocios hasta que, de a poco, me hice a un lado.
Sabía que el Departamento de Administración iba a tener una reunión a las nueve en punto, así que recorrí toda la oficina del Grupo BK hasta la sala de reuniones. Cuando entré, noté que estaba llena, pero Ivan y Morley no habían llegado. Todos se sorprendieron al verme. Connor Easton, un excompañero de clase de mi marido y el vicepresidente de la empresa, dijo con una sonrisa apenas atravesé la puerta:
—Reina, ¿por qué no me dijiste que venías?
—¿Dónde está Ivan? ¿Todavía no llegó? —Encontré un asiento vacío y me senté.
—El señor Atton nos informó que había mucho tráfico y que iba a tardar un rato, así que nos dijo que empezáramos sin él —respondió Connor.
—Está bien. Vine para escuchar la reunión. Pueden continuar —dije con calma.
—De acuerdo. —Él me miró con ojos inquisitivos por unos segundos, pero como no notó nada inusual, siguió con los preparativos. Antes de empezar, le dedicó una mirada peculiar a su asistente con el fin de que le enviara un mensaje a Ivan. Yo conocía sus códigos a la perfección: cuando éramos cercanos, mi esposo me contaba sobre ese tipo de actitudes en tono de broma y decía que los hombres actuaban de manera extraña cuando planeaban algo, pues deliberadamente encontraban a alguien que los ayudara a engañar a sus esposas solo para tener un poco más de tiempo para hacer de las suyas. Ahora estaban usando esos trucos conmigo y no pude evitar sentir una sensación de vacío y tristeza.
A mitad de la reunión, se abrió la puerta de la sala de conferencias y entraron los dos tórtolos faltantes. La expresión de Connor cambió de inmediato y miró a Ivan con una expresión significativa; al verlos, enseguida entendí que toda la empresa sabía la verdad y yo era la única que había permanecido en la ignorancia por tanto tiempo. Morley, por su parte, se sentó al lado de mi esposo para provocarme y no me quitaba los ojos de encima mientras sonreía orgullosa. No obstante, mantuve la calma y continué escuchando la charla. Aunque ya había abandonado la empresa hacía cinco años y había renunciado a todas mis tareas, todavía tenía parte de las acciones. De hecho, nadie podía echarme de allí, puesto que había retenido el derecho de regresar en cualquier momento cuando decidí retirarme.
No hubo nada especial con respecto a la reunión. Bajo el liderazgo de Ivan, el Grupo BK prosperaba y todo iba por buen camino. Si no había mayores dificultades, la empresa iba a seguir creciendo en el corto plazo y, a decir verdad, el mecanismo funcionaba tan bien que cualquier problema o error podía arreglarse bastante rápido sin repercusiones graves.
Una vez terminada la conferencia, mi esposo permaneció en su asiento, al igual que Morley y yo. El resto de los asistentes, en cambio, percibieron la tensión en el ambiente y se marcharon a toda prisa. Nada más quedamos nosotros tres en la sala, por lo que me sentí un poco sola e indefensa.
—¿Dónde estuviste estos últimos días? —Hablé primero.
—En su casa —contestó Ivan señalando a la joven—. Dijiste que no tenía que volver si no quería.
—Eres tan obediente. Si te pido que te tires debajo de un tren, ¿me harás caso? —comenté mirándolo a los ojos. Él dejó escapar un suspiro de frustración.
—Reina, mírate —dijo con el ceño fruncido—. Cada cosa que dices está llena de sarcasmo. No puedo tener una conversación civilizada contigo aunque quiera.