La Caida De Los Angeles

Mientras corríamos, escuchábamos los gritos de los bandidos acercándose. Valéry y yo nos adentramos en el bosque, tratando de poner la mayor distancia posible entre nosotros y nuestros perseguidores. A medida que la adrenalina disminuía, la realidad de nuestra situación se hizo más clara: no podíamos seguir corriendo indefinidamente. Necesitábamos un plan.

Encontramos un pequeño claro rodeado de árboles densos y nos detuvimos para tomar aliento. Valéry, aún jadeando, me miró con determinación.

—No podemos seguir así. Necesitamos encontrar una manera de enfrentarlos o perderlos definitivamente —dijo, su voz firme a pesar del miedo y del cansancio.

—Lo sé, pero si queremos hacerlo, necesito tu ayuda. Les vamos a tender una trampa. Saldré yo y te quedarás oculta. Colocaré una cuerda en el suelo, amarrada a un árbol. Cuando se acerquen hacia mí, la tensas para que se caigan. Si queda alguno en pie, trata de distraerlo como puedas.

—Está bien —respondió Valéry, con cierto miedo pero con confianza.

Coloqué la cuerda amarrada a un árbol y el otro extremo se lo di a Valéry. Esperamos un rato y vimos cómo los bandidos se acercaban. Salí del escondite con las manos levantadas por encima de mi cabeza. Valéry se mantuvo oculta, lista para tirar de la cuerda en cuanto los bandidos estuvieran en posición. Mientras tanto, yo avanzaba lentamente hacia ellos, tratando de no mostrar mi verdadero nerviosismo. Los bandidos se detuvieron al verme, con expresiones de triunfo en sus rostros. Uno de ellos se adelantó, riendo con arrogancia.

—Vaya, vaya, ¿crees que puedes enfrentarte a nosotros, eh? ¡Qué valiente! —se burló, levantando su cuchillo.

Justo cuando parecía que iba a lanzarse hacia mí, Valéry tiró de la cuerda con todas sus fuerzas. El bandido cayó de bruces, sorprendido, y los demás se detuvieron momentáneamente. Aprovechando la oportunidad, saqué mi bate y le reventé la cabeza, matándolo al instante. Los otros bandidos me miraron con furia. Uno de ellos intentó abalanzarse, pero Valéry le lanzó una piedra que le dio en el ojo. Me acerqué y con el bate le di un golpe en las costillas, rompiéndoselas y dejándolo en el suelo. Solo quedaban el jefe y uno de sus seguidores.

—Oye, panzón, ¿listo para hacerles compañía? —dije señalando con el bate a sus compañeros caídos.

—No juegues conmigo, niño. Los vengaré, no importa lo que haga.

—Inténtalo.

El jefe corrió hacia mí e intentó embestirme. Vi de reojo cómo Valéry estaba distrayendo al otro tipo, enfrentándolo con un cuchillo. Esquivé el ataque del jefe, pero no del todo, y me agarró del tobillo, cayendo al suelo los dos. Trate de zafarme, pero era bastante fuerte. Agarré mi bate, tratando de golpearlo en la cabeza con toda la fuerza que pude. El impacto hizo que me soltara. Aprovechando, me levanté rápidamente y traté de aplastar su cabeza, pero se movió a un lado, levantándose con un giro hacia atrás.

—Para estar gordo eres ágil, me sorprende, la verdad —dije para no mostrar mi cansancio.

—Cállate, niño. Esto no termina hasta que uno de nosotros esté en el suelo sin respirar.

—Lo sé, ven, te espero.

Se volvió a abalanzar contra mí, intentando saltar sobre mí. Me quedé de pie, pensando en hacer algo arriesgado. Cuando estaba en el aire por su salto, le di un fuerte golpe en la cabeza, dejándolo inconsciente. Aun así, su cuerpo chocó contra el mío, tirándome al suelo. Vi cómo Valéry ya se había encargado del otro tipo y suspiré de alivio.

—Oye, Valéry, ¿me ayudas un rato? No me puedo mover —dije mientras trataba de mover el cuerpo del jefe bandido.

—Sí, ya voy —se acercó, guardando su cuchillo y limpiándose la suciedad de la pelea que tuvo.

Me quitó el cuerpo de encima y mientras me paraba, vi cómo le clavaba el cuchillo en el cuello sin ninguna expresión y con una mirada fría. No tenía remordimientos, ni mostraba emoción alguna. Le hice señas para revisar los cadáveres a ver si tenían algo que nos pudiéramos llevar. Mientras revisaba, me acordé de que uno solo estaba tirado en el suelo por el dolor. Al girarme, vi que seguía allí y me le acerqué.

—Oye, sé que es tarde, pero esto no hubiera ocurrido si nos dejaban en paz o si hubieran vigilado a su compañero.

—Jódete, era nuestro amigo y nos consideramos familia —dijo mientras se agarraba su costado por el dolor.

—Qué bonito, pero no es algo que me importe. Seré bueno y no te mataré, te dejaré aquí a ver cuánto duras.

Me alejé de él y fui donde Valéry, viendo que estaba saqueando todo lo importante y colocándolo en nuestras mochilas.

—Lo hiciste bien, gracias —le dije mientras colocaba mi mano en su hombro.

—Solo hice lo que tenía que hacer para sobrevivir, pero acepto tus agradecimientos. De nada.

Sonreí levemente mientras cogía mi mochila y nos alejábamos del lugar.