Todo Por Amor A Tí

Por Alexis

Mi cabeza estaba hecha un caos. No podía entender lo que había sucedido ni cómo había llegado a este punto. Cuando vi la carta, me invadió una sensación de vacío que no me había anticipado. Mía... se había ido.

Salí del departamento rápidamente, con la esperanza de encontrar alguna pista sobre su paradero, pero el portero no me dijo nada que pudiera calmar mi creciente desesperación. "Se fue a las 4 de la mañana con una valija grande", fue todo lo que me dijo. Subí al departamento, revisé todo, buscando algo que me diera respuestas, pero sólo encontré el eco de su ausencia. Y, cuando intenté llamarla una vez más, el teléfono sólo me mandaba al buzón de voz.

La frustración se apoderó de mí. **¿Por qué se fue sin decirme nada?** Me repetía una y otra vez, preguntándome si todo esto era mi culpa. Mi estúpida incapacidad para dejar atrás mi vida de antes. Y, al final, me llegó el pensamiento que me atormentaba: **¿Cómo diablos se enteró?**

El nombre de Sofía apareció en mi mente como una chispa en la oscuridad. Sin pensarlo dos veces, tomé el coche y me dirigí a su departamento. Mientras conducía, me castigaba por no haber actuado antes. **La perdí, la perdí a ella por ser tan imbécil**. Esa fue la única conclusión que mi mente podía sacar mientras aceleraba.

Al llegar, golpeé la puerta con furia hasta que Sofía salió.

— **Sofía, ¿por qué lo hiciste?** —le pregunté, mi voz temblando de ira.

— **No entiendo, Alexis. ¿A qué te refieres?** —respondió, fingiendo sorpresa.

— **¡No te hagas la tonta! ¿Le contaste todo a Mía?** —mi voz era un gruñido, la rabia empañando cada palabra.

Sofía me miró sin comprender, pero no la dejé hablar más.

— **Si no fuiste tú, entonces ¿quién? Ella se fue. Dejó una carta diciendo que lo sabía todo, que lo sabía todo y que ya no podía más. Y, Sofía, esta vez no hay vuelta atrás.** —le solté todo de golpe.

Ella me miró desconcertada, pero antes de que pudiera decir algo, le respondí con dureza:

— **La culpa no es sólo tuya. Pero sé que querías que lo dejara desde antes. Me amenazaste con el bebé, y yo, por miedo a perderla, seguí tu juego. Pero ya no más. Ya no tengo nada que perder.**

Sofía intentó defenderse, pero estaba demasiado enfadado.

— **Me importa un carajo lo que hagas o lo que digas. No me busques más.**

La dejé allí, temblando, y salí de su departamento. Mi mente no paraba de darme vueltas: **¿Qué había hecho?** ¿Cómo había permitido que mi vida se desmoronara así? Pero no tenía tiempo para lamentarme.

Subí al coche y conduje de vuelta a casa, donde la laptop me mostró más de lo que había temido. La cuenta de Mía estaba vacía, y vi que había comprado un billete de avión a Roma, con una reservación en un hotel de lujo.

En lugar de sentirme aliviado, una sensación amarga me invadió. Sabía exactamente lo que ella estaba tratando de hacer. ¿Castigarme? Sí, lo había logrado. Y ahora, lo único que podía hacer era esperar. Esperar a calmarme, esperar a que el tiempo me diera la claridad para entender qué hacer a continuación.

Por Mía.

Al llegar a la casa de Max, me sentí pequeña, casi insignificante en comparación con la majestuosidad de su hogar. Me mostró el lugar con orgullo, como si fuera su propio reino, y su trato hacia mí fue como el de una amiga cercana.

Pero, al entrar, algo me hizo sentir una pequeña grieta en mi corazón. La casa, aunque hermosa, no era la mía. Max y yo éramos amigos, pero mi mente no podía dejar de pensar en lo que había dejado atrás.

— **Bienvenida, Mía. Max me dijo que debes descansar.** —Juanita, la sirvienta, fue amable y me condujo a una habitación cerca de la suya. Me tendí en la cama, exhausta, y me sumergí en un profundo sueño.

Sabía que lo que había dejado atrás no era fácil de olvidar, pero también sabía que necesitaba tiempo. Necesitaba encontrar un lugar donde pudiera recomponerme.

Cuando desperté, ya era tarde. Pero no había vuelta atrás.