Fui la mujer perfecta
En la oscuridad descubrí el placer, descubrí que mis piernas no eran para cerrar, que mi lengua podía acariciar y herir con el mismo arte.
Aprendí a gemir con rabia y a dominar con las caderas.
Ahora regreso. Con vestidos de seda y piel perfumada, con un cuerpo que aprendí a usar como un arma.
Él cree que vuelvo para cumplir aquella promesa. Cree que aún soy suya.
La mujer perfecta ha muerto. Lo que queda… es una diosa del placer y la venganza.
No viene a buscar amor. Viene a cobrar.
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A dios cariño
—MMMM.
En la habitación resonaban los gemidos. Débora estaba boca abajo, mientras él levantaba sus caderas y las empujaba hacia las suyas. Ella solo se aferraba a las sábanas. Ambos volvieron a alcanzar el éxtasis, y al final se quedaron dormidos.
Cuando llegó la mañana, ambos se despertaron y decidieron tomar una ducha juntos. Estaban en la tina.
—¿Cómo convenciste al médico para que diera ese diagnóstico? ¿O él es parte de tu plan?
—Digamos que hay ciertas sustancias que pueden alterar la presión.
—Espero que funcione, pero no puedes pasar todo el tiempo fingiendo estar enfermo.
—No te preocupes, querida. La próxima semana comenzaré a recuperarme gracias a ti.
—Muy bien, no quiero quedarme viuda tan pronto.
—No me digas que me extrañas, cariño. Tienes a tus amantes para consolarte.
—¿Y tú qué? ¿Qué hay de tus amantes? ¿Cómo se llamaba la última? Sofía, ¿era española?
—Portuguesa, cariño.
—Portuguesa... muy guapa. Eso me preocupa.
—Sabes que jamás te cambiaría por ninguna mujer.
—Bueno, tú sabes que yo tampoco te cambiaría.
Después de la ducha, ambos bajaron a desayunar. Yegor, con su bastón. Después del desayuno, llegó el médico y dijo que la presión de Yegor estaba estable. El médico se retiró de la casa, mientras Débora lo despedía.
Luego fue a su habitación, no a la de Yegor, sino a la que ella tenía en la mansión. Se metió, se recostó en la cama y dio un ligero suspiro. Se levantó y caminó hasta su clóset. De una de sus botas sacó un pequeño frasco con un líquido transparente y lo metió en su sostén, dibujando una pequeña sonrisa en su rostro.
La tarde había llegado. Débora miraba el atardecer, cuando de pronto llegó la hora de la cena. Yegor había dicho que cenaría en la habitación porque no se sentía bien de salud.
Débora subió hasta la habitación.
—Quiero cenar contigo, el comedor es muy grande.
—Maravilloso, querida. Así podemos comernos el postre en la cama.
Débora pidió a los empleados que llevaran la comida al balcón. Los empleados entraron y colocaron la comida sobre la mesa. En ese momento, Yegor recibió una llamada y se retiró a contestarla al baño.
Débora se acercó a la comida, sacó el frasco y lo vertió en el jugo. Luego dejó caer el frasco sobre una pequeña maceta con flores.
Yegor, después de terminar la llamada, se dirigió a la mesa y se sentó a comer.
—¿Quién era tu amiga Sofía?
—¿Estás celosa, querida?
—Siempre que rompas nuestro acuerdo, recuerda que podemos revolcarnos con otras aves, pero siempre tenemos que volver a nuestro nido.
—Jamás lo olvido.
Ambos comenzaron a cenar. Después de terminar, se dirigieron a la habitación donde volvieron a compartir un momento apasionado. Luego tomaron una ducha y se prepararon para ir a dormir, cada uno a su habitación.
Débora caminó hasta su habitación y se acostó en la cama. Esperó dos horas y luego se levantó, dirigiéndose al cuarto de Yegor. Abrió la puerta; él estaba dormido. Ella se acercó, lo tomó de la mano y lo levantó. Él no se movió, pero le dio una bofetada.
—Ah, Yegor, te debo tanto. Tú me enseñaste tantas cosas. Me convertiste en Débora, la mujer de fuego. Contigo aprendí a disfrutar del sexo sin entregar el corazón. No te amé, pero te respeté y te quise. Contigo siempre tuve los mejores orgasmos. Todo hubiera seguido así, si no hubieras pensado en sacarme de tu testamento por el hijo que espera la maldita de Sofía.
Después de eso, le puso una almohada en el rostro y la apretó contra él durante una hora. Luego la retiró y la colocó donde estaba. Tomó su pulso; ya no lo tenía.
Débora se acercó a él y lo besó.
—Adiós, cariño —dijo, saliendo de la habitación y regresando a la suya.
Pero tengo observaciones que me quedan pendientes, ojalá no lo tomes a mal:
1. Constantemente le cambiaste los nombres a los personajes secundarios, al principio la familia de la protagonista eran Saenz y luego fueron Smith.
2. Su padre merecía saber que la hija estaba viva, si querían ocultar como sucedieron los hechos, se inventaba una mentira y ya.
3. El asunto de las consuegras lesbianas... no era por el que dirán, era porque deseaban riquezas, poder y una vida de lujos. En el siglo en que estamos no nos asombramos si alguien sale del clóset, así de fácil.
4. El final me supo a poco, no supimos con quién terminó quedando y nada de su relación 💔.
Pero, aún así ME GUSTO! Es la tercera novela que leo de tu autoría, espero leer la siguiente. Gracias por compartir tu hermoso don. Un abrazo grande 🤗
el drama no es mi favorito.
pero esta novela lo llevo al nivel más alto.
gracias. estoy ansiosa por leer al duque
Humberto y Carla como cómplices las secuestraron para evitar que hablarán y juntos viven en un país lejano felices comiendo perdices.
pero mejor se los dejo a las vivoras.
ellas si que los merecen
imagina con lo demás.
es para volverse loco
no quiso enfrentar la culpa y el dolor.
de todos modos los remordimientos lo hubieran matado
mato a su madre.
pobre Mónica. fue una víctima de esas víboras y ahora será una reclusa.
no es justo