La Venganza De Alaia

La atroz noche no había terminado, Alaia, aún contenida por Anastasia y sus guardias, observó con horror cómo Finnian comenzaba a propagar las llamas por todo el Ducado Elowen, mientras el salía del lugar con tranquilidad, al verlo alejarse los guardias soltaron a Alaia, quien corrió al interior de su hogar en busca de sus padres y hermano, tenia la esperanza de encontrar alguien con vida.

El calor era insoportable, el aire denso y lleno de humo le dificultaba respirar, las llamas rugían con furia, devorando la madera, pero eso no la detuvo, se cubrió el rostro con el brazo, intentando protegerse del calor abrasador y del humo asfixiante.

Llamó los nombres de sus padres y de Caspian con desesperación, su voz apenas audible por encima del rugido del fuego, se movió con cautela entre los escombros humeantes, sus ojos buscando desesperadamente algún signo de vida. Primero fue a la habitación de sus padres, ahora reducidas a cenizas y escombros, no había duda, nadie podría haber sobrevivido.

Luego, se dirigió a la habitación de Caspian, su corazón latiendo con una última y frágil esperanza, la puerta estaba parcialmente derrumbada, bloqueando la entrada, con todas sus fuerzas, Alaia la empujó, abriéndose paso entre los restos carbonizados.

El interior de la habitación estaba oscuro y lleno de humo, pero milagrosamente, una sección del techo parecía haberse derrumbado de tal manera que había creado una pequeña bolsa de aire y allí, acurrucado en un rincón, tosiendo y cubierto de hollín, estaba Caspian.

- ¡Caspian! - corrió hacia su hermano, cayendo de rodillas a su lado. Caspian estaba asustado y confundido, pero vivo.

- ¿Alaia?

- Tenemos que salir de aquí, Caspian.

Lo tomó en sus brazos, sintiendo su pequeño cuerpo temblar, con dificultad, se abrió paso entre las llamas y los escombros, guiándose por los débiles rayos de luna que se filtraban por las partes derrumbadas del techo. El camino de regreso fue una pesadilla, esquivando vigas en llamas y trozos de pared que se desmoronaban.

Finalmente, exhausta y cubierta de hollín, Alaia emergió de las ruinas humeantes con Caspian en sus brazos. Anastasia y sus guardias corrieron hacia ellos, sus rostros aliviados al verlos con vida, pero tenían una preocupación mayor en este momento, debían escapar, Finnian no estaba lejos, y ya habían visto de lo que es capaz, si los veía su destino no seria diferente al de Liora o la de sus padres.

Alaia se aferraba a Caspian, su cuerpo pequeño temblando contra el suyo, sus ojos, antes brillantes y llenos de la vivacidad que le había valido elogios en las cortes extranjeras donde había estudiado durante años, ahora eran pozos oscuros de incredulidad y un dolor punzante. Había llegado tarde, las complicaciones en la travesía desde que ingreso al Imperio la habían retenido, impidiéndole compartir la alegría del matrimonio de Liora. En cambio, se había encontrado con este espectáculo dantesco, la culminación de una venganza fría y calculada.

- Mi señorita – intervino Anastasia -, no podemos quedarnos mas tiempo en este lugar, las llamas comienzan apagarse, pronto aquel hombre volverá.

- Vamos al palacio, con mis tíos, ellos nos recibirán.

- Debemos salir con cuidado, hasta el carruaje, de ahí tomaremos algún camino alterno, denos al joven Duque – menciono uno de los guardias, lo que Alaia acepto.

Con cuidado un guardia iba delante de ellos, asegurando el camino, mientras era seguido del guardia que iba con Caspian y Alaia se apoyaba en Anastasia, lograron salir del territorio del Ducado sin inconvenientes, y llegaron al carruaje, que se había quedado atascado, antes lo habían dejado estando seguros de encontrar ayuda en el Ducado, ahora los dos guardias se esforzaban para sacarlo del barro, después de mucho esfuerzo por fin lograron mover el carruaje, enseguida subieron a Caspian, tras el Alaia y Anastasia, los guardias se pusieron en marcha hacia el palacio imperial.

Alaia, contenia sus lagrimas no quería asustar más a su hermano, por el camino, recordaba las cartas de Liora, llenas de ilusión ante su inminente matrimonio con el apuesto Duque Seraphina, un hombre bondadoso, que la amaba, nunca sospechó la máscara que ocultaba un corazón envenenado por el resentimiento.

Caspian gimió en sus brazos, sus pequeños dedos aferrándose con fuerza a la tela de su capa. Alaia lo estrechó contra sí, protegiéndolo del horror, aunque sabía que las cicatrices de esta noche serían imborrables. Él, con tan solo diez años, había perdido a sus padres, a su hermana mayor, su hogar, todo, y ella, Alaia, que había regresado llena de historias y anhelos, se encontraba ahora en un mundo reducido a cenizas y dolor.

Junto al cuerpo tembloroso de su hermano, una chispa de determinación comenzó a encenderse en el corazón de Alaia. Finnian Seraphina creía haber borrado a la familia Elowen de la faz del imperio, se equivocaba, dos miembros de la familia Elowen habían sobrevivido, una que ahora dedicaría cada fibra de su ser a la venganza.

No buscaría un enfrentamiento directo, Finnian no la conocía, su rostro se había desdibujado en la memoria de la corte tras su partida. Esa era su ventaja, su escudo, se acercaría a él como una sombra, una desconocida que lo deslumbraría con su ingenio y su encanto, tal como él lo había hecho con Liora. Lo enamoraría, lo enredaría en una telaraña de seducción y engaño, lo llevaría al borde de la locura, haciéndole dudar de su propia cordura, sembrando la paranoia en su corazón, y en ese momento en que ella sea lo único a lo que pueda aferrarse le revelaría su verdadera identidad y lo haría pagar, lenta y dolorosamente, por cada vida que había extinguido.