Mi nombre es Alexander Dy Galyz, hijo mayor de Violeta de Dy Galyz, más conocida como "La Rosa Negra", la poderosa y enigmática líder colombiana radicada en Monza, Italia. Soy consciente de que mi historia está entrelazada con la de mi madre, una mujer que ha dejado una huella indeleble en el mundo, tanto en su vida personal como profesional.
A mis 24 años, soy ingeniero de sistemas, y con ello, el sucesor de un legado que mi madre ha construido con esfuerzo, sacrificio y una inteligencia que la ha convertido en una mujer respetada y temida por igual. Mi madre, a sus 41 años, ha logrado lo que pocos pueden imaginar: ha creado un imperio en Italia y ha conseguido un respeto absoluto en los círculos más altos de la sociedad.
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Preparativos en las Sombras
Mi mejor opción era Samuel, mi amigo de confianza, quien además de ser un hombre brillante en el mundo de la tecnología, era un hacker excepcional. Samuel no solo sabía cómo moverse en el mundo digital, sino que tenía la habilidad de conseguir información que parecía inalcanzable para la mayoría.
Me senté en mi oficina, respiré hondo y, con el pulso algo acelerado, marqué su número. Sabía que si alguien podía ayudarme a obtener la información sobre Juan Rodríguez, ese alguien era él.
—Samuel, necesito tu ayuda —dije en cuanto contestó la llamada, sin perder tiempo.
—Claro, hermano. ¿Qué pasa? —respondió, con su tono característico, calmado pero siempre atento.
—Es sobre Juan Rodríguez. —Mi voz se tornó más seria. —Está fuera de la cárcel, y no me siento tranquilo con su regreso. Estoy seguro de que no viene solo con intenciones de vengarse. Este tipo solo busca poder, y quiero saber cada movimiento que hizo mientras estuvo allí. Los 18 años que pasó en prisión deben haberle dado tiempo para planear algo grande. Necesito que me consigas todo lo que puedas sobre él, desde sus contactos hasta las actividades que tuvo en la cárcel.
Samuel escuchó en silencio, sin interrumpirme. Sabía que la situación era grave, que no estábamos hablando de una simple amenaza, sino de un hombre capaz de mover montañas para conseguir lo que quería.
—Déjame ver qué puedo hacer. —Su voz cambió ligeramente, volviéndose más estratégica. —Tengo acceso a varias bases de datos y contactos en el sistema penitenciario. Si Juan Rodríguez estuvo tan involucrado como dices, seguro que hay registros de sus movimientos. Voy a necesitar un poco de tiempo, pero puedo empezar ahora. Te mantendré informado.
—Gracias, hermano. Necesito saber todo. Cada paso que dio en esos años. —Le dije, ya sintiéndome algo más tranquilo al saber que él estaba en eso.
Colgué el teléfono y me recosté en mi silla, mirando la ventana. Mi mente no dejaba de pensar en todo lo que estaba en juego. El regreso de mi madre, la amenaza de Rodríguez, las maniobras que tenía que hacer... y el hecho de que ahora dependía de Samuel para obtener la información crítica. Todo se estaba armando, pero aún quedaban piezas por colocar.
La llamada con Samuel había terminado, pero mi mente seguía viajando al pasado, a esos recuerdos que aún me perseguían. Aunque Samuel era mi mejor amigo, el hombre al que le debía mi vida, nunca le había contado todo lo que había sucedido entre nosotros en aquellos años oscuros.
Recuerdo que cuando tenía 11 años, mi vida estaba marcada por el dolor. En casa, el maltrato era constante, y fuera de ella no era diferente. La escuela era un campo de batalla emocional, donde los abusos psicológicos y físicos parecían ser mi única realidad. Vivía con el miedo constante de regresar a un hogar que me hacía sentir menos, que me hundía en la desesperación.
Un día, hastiado de tanto sufrimiento, decidí escapar. Pensé que el mundo fuera de esas paredes sería diferente, que encontraría la libertad que tanto deseaba. Pero, por un error de cálculo, terminé en manos de personas que estaban aún peor que aquellos de los que huía. Me encontré atrapado en un ambiente de crimen y abuso, un lugar oscuro donde mi desesperación se multiplicó.