Ansel y Emmett han sido amigos desde la infancia, compartiendo risas, aventuras y secretos. Sin embargo, lo que comenzó como una amistad inquebrantable se convierte en un laberinto emocional cuando Ansel comienza a ver a Emmett de una manera diferente. Atrapado entre el deseo de proteger su amistad y los nuevos sentimientos que lo consumen, Ansel lucha por mantener las apariencias mientras su corazón lo traiciona a cada paso.
Por su parte, Emmett sigue siendo el mismo chico encantador y despreocupado, ajeno a la tormenta emocional que se agita en Ansel. Pero a medida que los dos se adentran en una nueva etapa de sus vidas, con la universidad en el horizonte, las barreras que Ansel ha construido comienzan a desmoronarse. Enfrentados a decisiones que podrían cambiarlo todo, ambos deberán confrontar lo que realmente significan el uno para el otro.
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📌Novela Gay.
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Capítulo 05. Ayúdame a practicar.
A la mañana siguiente, Ansel estaba sentado sobre la cama, observando el obsequio que Emmett le había dado. Lo agarró, sintiendo el enorme peso emocional que le estaba poniendo. No se consideraba a sí mismo como alguien emocional, ni solía aferrarse a las personas o cosas. Sin embargo, cuando se trataba de alguna palabra, algún gesto, un regalo o cualquier cosa que Emmett le diera, él lo apreciaba como la cosa más valiosa del mundo. Ahora que habían sobrepasado los límites de la amistad, esas pequeñas cosas comenzaban a ser un tormento en su interior.
—Si no te gusta, puedo comprar otra cosa —la voz de su amigo lo hizo levantar el rostro. Emmett estaba recargado sobre el marco de la puerta. Llevaba un short hasta la rodilla color verde militar y una camisa blanca con cuello en V; además, su cabello estaba un poco húmedo y algunas gotas escurrían sobre su mejilla. Los lentes de sol también le hacían ver extremadamente atractivo.
El corazón de Ansel se aceleró al instante. «Estúpido corazón», se regañó internamente.
—No, de hecho, me gusta bastante.
—¿De verdad? La mirabas como si estuvieras estreñido —se burló, entrando a la habitación y agarrando la maleta de Ansel—. Pero si te gusta, póntela y vámonos. Ya sabes cómo es Alex, nos matará si lo hacemos esperar más.
Ansel asintió, miró una vez más la pulsera y la colocó en su muñeca. Hasta que su amigo tuviera novia, se permitiría usarla como un símbolo de unión con Emmett.
Después de despedirse de sus padres y asegurarse de que viajarían con cuidado, todos subieron a la casa rodante y emprendieron su viaje.
Durante el trayecto, todos conversaban, cantaban e incluso bailaban sobre los asientos. Ansel pudo dejar de preocuparse por su relación con Emmett y sus sentimientos, dedicándose a divertirse en compañía de todos. Bromeaba con Emmett como normalmente lo hacía y aceptaba el contacto físico como antes. Por el momento, no quería pensar en nada más.
—¡Ah! Por fin llegamos, ya me comenzaban a doler las rodillas —Emmett se estiró y soltó un gran bostezo.
—Vamos, acomodemos las cosas y hagamos la comida, muero de hambre —Alex bajó una mochila y se adentró en la vivienda—. Ronan, trae lo demás. —Gritó.
Emmett y Ansel se miraron y rodaron los ojos. Ronan pasó a su lado cargando tres maletas; parecía que era como cargar algodón para él.
—Esos dos son extraños —comentó Ansel bajando la maleta. Los habían conocido cuatro años atrás, pero aún no podía acostumbrarse a esa relación.
—¿Verdad? Ronan parece intimidante, podría noquear a cualquiera si quisiera, pero se deja mandar por ese enano —Emmett bajó su equipaje y ayudó a Ansel con el suyo—. Es demasiado tímido, casi ni habla, antes pensaba que era mudo.
—Bueno, ellos se conocen desde hace años. Tal vez haya una historia que no nos quieren contar aún. —Emmett asintió, aunque no podía imaginar ninguna historia coherente.
Los dos entraron a la pequeña, pero acogedora casa, y dejaron el equipaje en la sala. Caminaron hacia la cocina abierta, donde estaban sentados Alex y Ronan.
—Traje carne y verduras para hacer brochetas —habló Ronan—, pero mañana tenemos que ir a comprar algo para el resto de la semana. —Ellos asintieron.
—Ansel, Emmett, van a tener que dormir juntos. Esta casa solamente tiene tres habitaciones. La habitación principal es de mis padres y no podemos entrar ahí. Ron y yo dormiremos juntos, pero si no quieren, la sala está libre.
—No hay problema —Emmett se adelantó a responder, dejando a Ansel con las palabras en la boca.
«Yo sí tengo un problema, idiota», pensó Ansel.
—¿Verdad, An? —Los ojos azules de Emmett lo pusieron nervioso y respondió casi como si estuviera programado para aceptar todo lo que Emmett dijera, sin importar su razonamiento anterior.
—Ninguno. —Se mordió la lengua después de responder.
—Entonces, vayan a acomodar sus cosas. Iremos a preparar la fogata para las brochetas. —Alex se puso de pie y fue seguido por Ronan, quien, como siempre, llevaba todas las cosas cargando.
—Vamos, estoy cansado del viaje, quiero dormir temprano.
—¿Cómo que dormir temprano, Ansel? Estamos de vacaciones, tienes que desvelarte. —Ansel rodó los ojos.
Él casi nunca dormía hasta tarde, trataba de llevar una vida saludable y el descanso era necesario para ello, pero siempre que Emmett estaba cerca, seguramente no podría pegar los ojos hasta que el sol estuviera saliendo.
Después de acomodar su equipaje, los dos salieron a la terraza, donde Ronan había comenzado a preparar la cena.
—Voy a ayudarlo —anunció Ansel a Emmett, y este asintió y sonrió al verlo trotar hacia su otro amigo. Ansel siempre había sido así, preocupándose y ayudando a los demás aunque no se lo pidieran y, en cierto modo, eso era lindo.
Emmett sacudió la cabeza ante tales pensamientos. Era un poco extraño, siempre había dicho que Ansel era lindo, pero ahora le resultó un poco incómodo.
—Hey, Emmett, pon algo de música —gritó Ansel desde el asador.
—Claro.
Emmett sacó el celular y lo conectó a la bocina que Alex había colocado sobre la mesita de piedra que había en medio de la sala de jardín.
Después de la cena, todos se dirigieron a la playa para contemplar el atardecer. Los tonos naranjas y rojizos se extendían por el cielo, reflejándose en el agua como un cuadro en movimiento. La escena les provocó un extraño sentimiento de nostalgia, mientras observaban cómo los últimos rayos del sol se fundían con el horizonte. Estaban a punto de cerrar un capítulo en sus vidas, dejando atrás el bachillerato y enfrentándose al incierto mundo de los adultos. Era una mezcla de vacío y temor, un miedo inexplicable ante lo desconocido.
—¿Creen que la universidad nos cambiará? —preguntó Ronan, rompiendo el silencio por primera vez. Sus amigos lo miraron con las cejas fruncidas, compartiendo en silencio el mismo miedo. Cada uno temía las nuevas dificultades que les esperaban. Ronan bajó la mirada, claramente afectado—. Mi hermano se separó de su novia cuando ambos entraron a la universidad. Me dijo que ella cambió mucho.
Ansel también bajó la mirada, reflexionando sobre ese mismo temor que había rondado su mente innumerables veces. Sabía que Emmett y él no estudiarían la misma carrera, y que aunque compartieran el mismo campus, no estarían tan cerca como antes. La idea de que Emmett conocería a otras personas, de que posiblemente encontraría una novia, lo inquietaba profundamente. ¿Qué sería de él en ese escenario? Emmett no solo era su mejor amigo, sino también la persona de la que había estado enamorado durante años. Tal vez, pensó, distanciarse sería lo mejor.
—Pero nosotros somos amigos —dijo Emmett, poniéndose de pie y enfrentando a los demás—. No tenemos por qué distanciarnos ni cambiar. Seguiremos siendo amigos hasta que nuestros cabellos sean blancos.
—Eres demasiado optimista —comentó Alex, levantándose también—. Todos cambiamos, Emmett. Es posible que ni siquiera queramos vernos en el futuro.
—¡Cállate, Alex! Estoy tratando de animar este ambiente fúnebre, y con tu cara de amargado no estás ayudando.
—¿Cara de amargado? —replicó Alex, visiblemente indignado. Ansel y Ronan observaban la escena con sonrisas divertidas—. Ya verás, idiota.
—Si me alcanzas, enano.
Emmett comenzó a correr por la playa, y Alex no dudó en perseguirlo. La tristeza que había impregnado el ambiente se disipó rápidamente, reemplazada por la alegría y el bullicio de las risas.
—¡Ronan, no te quedes ahí, ayúdame! —gritó Alex con fuerza.
—¡Voy! —respondió Ronan, poniéndose de pie y uniéndose a la persecución.
—No tan rápido, Ronan —dijo Ansel, levantándose para correr tras su tímido amigo.
La tarde transcurrió entre risas, juegos y bromas. Al final, todos terminaron mojados y tirados en la orilla de la playa, agotados pero felices. Alex y Ronan decidieron regresar a la casa, mientras que Emmett y Ansel se quedaron recostados sobre la arena, contemplando las estrellas en silencio.
—An —rompió Emmett el silencio en el que ambos se habían sumergido—, Sheira dijo que soy pésimo besando.
—¿De verdad? —Ansel se sorprendió por la confesión. Siempre había asumido que después de aquel beso entre ellos, Emmett habría mejorado o, al menos, eso le había hecho creer.
—“A pesar de que eres guapo, besas espantoso”, fue lo que dijo. No sé qué hice mal; lo hice igual que contigo —Emmett se giró hacia Ansel, apoyando el codo en la arena y la cabeza en la palma de su mano. Sus ojos se entrecerraron mientras observaba a Ansel con intensidad—. ¿O me mentiste para complacerme?
Ansel no supo cómo responder. Desvió la mirada, incapaz de confesarle que no había mentido, que en realidad le encantaban los besos de Emmett. Sin embargo, tampoco podía admitir que había mentido, porque no era cierto, y temía que Emmett se enojara con él.
—Tal vez es porque ella tiene más experiencia —murmuró, esperando que su amigo aceptara esa explicación. Por suerte, Emmett no era especialmente perspicaz.
—Sí, eso debe ser —Emmett suspiró aliviado, mientras Ansel lo hacía internamente—. Entonces, necesito más experiencia. An, ayúdame a practicar.