Arie ha estado enamorada de Andy desde el día en que lo conoció. Pero él nunca lo ha sabido. Para Andy, ella es su mejor amiga, su confidente, la persona en la que más confía. Y aunque su relación es demasiado cercana, demasiado íntima, Andy sigue amando a Evelin, la madre de su hija.
A pesar de que Evelin tiene otra pareja, sigue teniendo un poder sobre él que Arie no puede romper. Mientras tanto, Arie se ve atrapada en un amor que la consume, en la dulzura de Andy que solo la hiere más, y en el cariño de Charlotte, la pequeña niña que siente como suya, aunque nunca lo será.
Ser parte de la vida de Andy la hace feliz, pero también la destruye un poco más cada día. ¿Hasta cuándo podrá soportarlo? ¿Podrá seguir amando en silencio sin que su corazón termine roto en pedazos?
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capitulo 2
A veces siento que mi corazón se parte en mil pedazos y nadie se da cuenta.
Sigo aquí, sonriendo cuando es necesario, fingiendo que todo está bien, que nada de lo que pasa entre Andy y Evelin me afecta. Pero la verdad es que me está matando.
Andy nunca dejó de amarla.
Ni siquiera después de todo lo que ella le hizo. Ni siquiera ahora, que tiene novia y sigue jugando con él.
Sé que no debería dolerme. No tengo derecho a sentirme así, a sufrir por un amor que nunca fue mío. Pero cada vez que él vuelve con los ojos brillantes después de verla, con esa esperanza absurda de que algún día Evelin lo elija, siento que el aire me falta.
Porque ella nunca lo va a elegir.
Pero él sigue ahí, atrapado en ese ciclo de dolor, aferrándose a los recuerdos, a la idea de que alguna vez fueron felices.
Y yo… yo solo lo observo desde la sombra, rompiéndome en silencio.
—Arie, ¿me estás escuchando? —La voz de Andy me saca de mis pensamientos.
Parpadeo y lo miro. Estamos en mi departamento, sentados en la mesa con un par de cafés a medio terminar. Andy me observa con curiosidad, como si pudiera notar que algo no está bien, pero sin querer presionar.
—Sí… perdón, ¿qué decías?
Él sonríe levemente. Tiene esa expresión relajada, como si no hubiera pasado la noche con su ex mujer, como si todo estuviera en orden en su vida.
—Te decía que cuando te gradúes quiero que trabajemos juntos.
Me toma por sorpresa.
—¿Qué?
—En los restaurantes de mi familia. —Se inclina sobre la mesa, con esa emoción en sus ojos que tanto me gusta—. Sabes que mi papá se va a retirar pronto, y quiero encargarme de todo, pero no quiero hacerlo solo. Nos graduamos de la misma carrera, nos apasiona lo mismo… Seríamos un gran equipo, Arie.
Mi corazón se encoge.
Porque es cierto. Siempre hemos soñado con esto. Desde que nos conocimos, compartir una cocina se sintió natural. Nos entendemos, nos complementamos.
Pero trabajar con Andy significaría seguir viéndolo todos los días. Seguir viéndolo sufrir por una mujer que no lo merece. Seguir sufriendo yo, sabiendo que nunca me verá como algo más que su mejor amiga.
Trago saliva y aparto la mirada.
—No sé, Andy…
—¿Por qué no? —Frunce el ceño, confundido—. Sería perfecto, Arie.
Muerdo mi labio, buscando una excusa.
—Solo… necesito pensarlo, ¿sí?
Él asiente, pero noto la decepción en su mirada.
—Claro, no hay prisa.
Mentira.
Claro que hay prisa. Su padre anunciará su retiro pronto, y Andy tendrá que tomar las riendas de todo. Quiere que esté a su lado, pero yo no sé si podré soportarlo.
No cuando sé que, en cualquier momento, Evelin puede volver a aparecer en su vida y arruinarlo todo otra vez.
No cuando cada vez que Andy está con ella, yo me quedo aquí, intentando recoger los pedazos de mi propio corazón.
[...]
A veces me pregunto si Andy realmente se da cuenta de lo que hace.
Si es consciente del daño que se causa a sí mismo… y del que me causa a mí.
Hoy es uno de esos días en los que se siente derrotado. Lo conozco lo suficiente como para notar el cansancio en sus ojos, la tensión en su mandíbula, la forma en que suelta el aire con más fuerza de la necesaria.
Y sé por qué.
Porque anoche estuvo con Evelin.
Otra vez.
No tengo que preguntarle, no tengo que escuchar los detalles. Lo sé porque siempre es igual. Se acerca a ella, se deja llevar, la besa, la toca, vuelve a sentir que la tiene… hasta que se da cuenta de que ella nunca va a ser suya.
Porque ella no lo ama.
No como él la ama.
No como yo lo amo.
—No digas nada —murmura, dejando su chaqueta en el respaldo de la silla antes de dejarse caer en el sofá de mi departamento.
No tenía intención de hacerlo.
Él apoya la cabeza en el respaldo, cerrando los ojos con una expresión agotada. Me siento frente a él, abrazando mis rodillas, sintiendo esa mezcla de enojo y tristeza que siempre me invade cuando lo veo así.
Ojalá pudiera golpearlo.
Ojalá pudiera gritarle que abra los ojos, que deje de arrastrarse por alguien que no lo quiere. Que deje de romperse, que deje de romperme.
Pero no puedo.
Porque si lo hiciera, él se alejaría de mí.
Así que solo me quedo en silencio, observándolo mientras él finge que todo está bien.
—¿Sabes qué es lo peor? —pregunta de repente, con una risa amarga—. Que me siento un idiota.
No digo nada.
—Anoche, cuando me fui… la vi con su novio—Aprieta los puños—. Como si nada hubiera pasado. Como si yo no importara.
No importa, Andy. Nunca importaste para ella.
Importas para mí.
Pero no lo digo.
No lo diré nunca.
En cambio, me levanto y voy a la cocina. Preparo café porque es lo único que sé hacer en momentos como este. Andy se acerca y se apoya en la barra, mirándome con esa intensidad que a veces me hace temblar.
—Aún no me respondiste sobre lo de trabajar conmigo —dice, cruzándose de brazos.
Suspiro.
—Andy…
—No tienes que decidir ahora. Solo quiero que lo pienses.
Lo pienso todos los días.
Pienso en cómo sería compartir una cocina contigo. En verte tomar el control de todo, en verte hacer lo que amas.
Pero también pienso en cómo sería ver a Evelin entrar en tu oficina, en escuchar su nombre todo el tiempo, en ver cómo destruye cada parte de ti mientras yo solo puedo mirar.
No sé si podría soportarlo.
Pero tampoco sé si podría soportar estar lejos de ti.
—Lo pensaré —miento.
Andy sonríe y toma su café.
Y yo me preparo para seguir fingiendo que esto no me duele.