En la turbulenta Inglaterra medieval, Lady Isabella de Worthington, una mujer de espíritu indomable y belleza inigualable, descubre la infidelidad de su marido, Lord Geoffrey. En una época donde las mujeres tienen pocas opciones, Isabella toma la valiente decisión de pedir el divorcio, algo prácticamente inaudito en su tiempo. Gracias a la ley de la región que otorga beneficios a la parte agraviada, Isabella logra quedarse con la mayoría de las propiedades y acciones de su exmarido.Liberada de las ataduras de un matrimonio infeliz, Isabella canaliza su energía y recursos en abrir su propia boutique en el corazón de Londres, un lugar donde las mujeres pueden encontrar los más exquisitos vestidos y accesorios. Su tienda rápidamente se convierte en el lugar de moda, atrayendo a la nobleza y a la realeza.
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Éxito inicial
La boutique de Isabella se había convertido rápidamente en el tema de conversación en los círculos nobles de la ciudad. La noticia de su apertura y la calidad de sus vestidos se extendieron como el fuego, atrayendo la atención de damas de alta alcurnia y de los curiosos que deseaban ver lo que la exesposa del Lord Worthington había creado.
Isabella se despertó antes del amanecer, llena de entusiasmo y ansiedad por el día que tenía por delante. Aunque la inauguración había sido un éxito, sabía que mantener el interés de sus clientes y construir una clientela fiel sería un desafío continuo. Se vistió con uno de los vestidos más finos de la boutique, un símbolo de su compromiso con la excelencia y la elegancia que quería proyectar.
Al llegar a la boutique, encontró a Anne y Beatrice ya trabajando. Las dos mujeres estaban ocupadas organizando los vestidos y asegurándose de que todo estuviera en perfecto orden para la llegada de las clientas. La tienda brillaba con una elegancia sencilla y acogedora, un testimonio del esfuerzo colectivo de Isabella y su equipo.
—Buenos días, Anne, Beatrice. ¿Cómo están? —preguntó Isabella con una sonrisa, sintiendo una camaradería creciente entre ellas.
—Buenos días, milady. Estamos listas para otro día exitoso. —respondió Anne con entusiasmo.
—Sí, Isabella. Estoy segura de que hoy también tendremos muchas clientas satisfechas. —añadió Beatrice, ajustando un vestido en un maniquí.
A medida que avanzaba la mañana, las clientas comenzaron a llegar. Entre las primeras en entrar estaban Lady Margaret y su hija, Lady Amelia. Isabella las reconoció de eventos sociales anteriores y las saludó con una cálida bienvenida.
—Bienvenidas a nuestra boutique, Lady Margaret, Lady Amelia. Es un placer tenerlas aquí. —dijo Isabella con una sonrisa.
—Gracias, Lady Isabella. He oído maravillas sobre tu tienda y estoy deseando ver tus creaciones. —respondió Lady Margaret, mirando a su alrededor con interés.
Isabella las condujo por la boutique, mostrándoles los diferentes vestidos y accesorios. Lady Amelia, una joven de espíritu vivaz y curioso, quedó particularmente impresionada por un vestido de gasa azul con detalles de encaje.
—Madre, este vestido es absolutamente precioso. ¿Puedo probármelo? —preguntó Lady Amelia con entusiasmo.
—Por supuesto, querida. Lady Isabella, ¿podrías ayudar a mi hija a probarse el vestido? —dijo Lady Margaret con una sonrisa.
—Será un placer. —respondió Isabella, conduciendo a Lady Amelia al probador.
Mientras Lady Amelia se cambiaba, Isabella conversó con Lady Margaret sobre la visión detrás de su boutique y cómo esperaba que fuera un lugar donde las mujeres no solo encontraran belleza en la ropa, sino también un sentido de comunidad y apoyo. Lady Margaret escuchó con atención, impresionada por la pasión y la determinación de Isabella.
Cuando Lady Amelia salió del probador con el vestido puesto, la sonrisa en su rostro lo decía todo.
—Es perfecto, Lady Isabella. Me siento como una princesa. —dijo Lady Amelia, girando para admirar el vestido desde todos los ángulos.
—Te queda maravillosamente bien, Lady Amelia. —respondió Isabella, sintiéndose satisfecha con el resultado.
Lady Margaret compró el vestido para su hija y prometió regresar pronto para ver más de las creaciones de Isabella. Con cada cliente satisfecha, la reputación de la boutique crecía, atrayendo a más damas nobles que querían experimentar la magia de los vestidos de Isabella.
Más tarde en la mañana, la Duquesa de Beaufort llegó acompañada por su séquito. La Duquesa era conocida por su exigente gusto y su influencia en la corte. Isabella sintió una mezcla de nerviosismo y emoción al verla entrar en la boutique.
—Bienvenida, Su Gracia. Es un honor recibirla en nuestra boutique. —dijo Isabella con una reverencia.
—Gracias, Lady Isabella. He oído hablar mucho de tu tienda y quiero ver si tus vestidos están a la altura de su reputación. —respondió la Duquesa con una sonrisa enigmática.
Isabella condujo a la Duquesa por la boutique, mostrándole los vestidos más exclusivos y detallando el proceso de diseño y confección de cada uno. La Duquesa examinaba cada prenda con ojo crítico, pero Isabella notó una chispa de interés en sus ojos.
—Este vestido de terciopelo verde es particularmente hermoso. ¿Quién lo diseñó? —preguntó la Duquesa, sosteniendo un vestido que brillaba con detalles dorados.
—Ese es uno de los diseños de Lady Beatrice. Ella ha puesto todo su talento en cada uno de estos vestidos, asegurándose de que sean únicos y elegantes. —respondió Isabella con orgullo.
La Duquesa asintió, claramente impresionada.
—Lady Beatrice tiene un gran talento. Me gustaría probarme este vestido. —dijo la Duquesa.
Isabella ayudó a la Duquesa a probarse el vestido, sintiendo que cada momento era una prueba de fuego. Cuando la Duquesa salió del probador con el vestido puesto, su expresión era de pura satisfacción.
—Este vestido es perfecto. Me lo llevaré. —anunció la Duquesa, dirigiendo una mirada de aprobación a Isabella.
Con la Duquesa de Beaufort como cliente satisfecha, la boutique de Isabella ganó aún más notoriedad. La influencia de la Duquesa aseguraba que más damas de la alta sociedad visitarían la tienda, deseando experimentar por sí mismas la elegancia y la calidad de los vestidos de Isabella y Beatrice.
A medida que el día avanzaba, la boutique se llenó de más clientas nobles, cada una buscando algo especial. Isabella y su equipo trabajaban incansablemente para atender a todas, asegurándose de que cada una recibiera la atención personalizada que hacía que la boutique fuera única.
En un momento de respiro, Isabella se tomó un momento para observar su entorno. La tienda estaba llena de vida, risas y el suave murmullo de conversaciones animadas. Era exactamente lo que había imaginado cuando decidió abrir la boutique: un lugar donde las mujeres pudieran sentirse especiales y apreciadas.
Al final del día, cuando la última clienta se despidió y la puerta de la boutique se cerró, Isabella y su equipo se reunieron para reflexionar sobre el éxito del día. Estaban exhaustas, pero llenas de una satisfacción que solo podía venir del trabajo bien hecho.
—Hoy ha sido increíble. No podría haberlo logrado sin cada una de ustedes. —dijo Isabella, mirando a Anne, Beatrice y al resto del equipo.
—Estamos construyendo algo maravilloso, milady. Estoy orgullosa de formar parte de esto. —respondió Anne con una sonrisa.
—Y esto es solo el comienzo. Con el apoyo y el talento de todas, no hay límites para lo que podemos lograr. —añadió Beatrice, levantando una copa de vino en señal de brindis.
Brindaron por el éxito inicial de la boutique, sabiendo que aún había mucho trabajo por delante.
Esa noche, mientras cerraba la boutique y miraba las estrellas en el cielo, Isabella pensó en el camino que había recorrido. Ahora, con su boutique floreciendo y ganando popularidad, sabía que había encontrado su propósito.