El tema será una historia de amor y misterio ambientada en un pequeño pueblo costero
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Confesiones en la Penumbra
Clara no podía quitarse de la cabeza el descubrimiento del tesoro y la implicación de Alejandro en una trama tan compleja. Necesitaba compartir lo que había encontrado con Don Ramiro y Doña Emilia, confiando en su sabiduría para guiarla en los próximos pasos.Esa tarde, decidió visitar primero a Don Ramiro. Caminó hasta su casa, observando cómo el sol se ocultaba lentamente detrás de las montañas, pintando el cielo con tonos anaranjados y rosados. Don Ramiro la recibió con su habitual sonrisa cálida y la invitó a pasar al patio, donde solían tomar té y conversar.—Don Ramiro, he descubierto algo que necesito compartir con usted —comenzó Clara, tratando de ordenar sus pensamientos—. Encontré un medallón en las cosas de Teresa, y dentro había un mensaje que me llevó a un tesoro oculto en una cueva cerca de la costa.Don Ramiro la escuchó con atención, sus ojos mostrando una mezcla de sorpresa y preocupación.—Clara, lo que me estás diciendo es increíble. Siempre supe que Teresa y Alejandro tenían secretos, pero esto es algo mucho más grande de lo que podría haber imaginado —dijo, asintiendo lentamente—. ¿Qué piensas hacer ahora?Clara suspiró, sintiéndose abrumada por la responsabilidad.—No estoy segura. Necesito proteger este secreto, pero también creo que debo investigar más sobre lo que le pasó a Alejandro y por qué estaba huyendo. Siento que Teresa quería que descubriese la verdad y que lo hiciera de la manera correcta.Don Ramiro se quedó pensativo por un momento, luego habló con determinación.—Debes tener cuidado, Clara. Si hay personas que aún están buscando ese tesoro, podrías estar en peligro. Pero también entiendo que necesitas saber más. Tal vez Doña Emilia pueda ayudarte con su conocimiento sobre la historia del pueblo y cualquier otra pista que Teresa haya dejado.Clara agradeció el consejo de Don Ramiro y prometió mantenerlo informado. Esa noche, decidió visitar a Doña Emilia al día siguiente para contarle todo lo que había descubierto y pedir su ayuda.La mañana siguiente, Clara se dirigió a la biblioteca. Encontró a Doña Emilia organizando libros, y la saludó con una sonrisa.—Doña Emilia, necesito hablar con usted sobre algo importante —dijo Clara, tratando de mantener la calma.Doña Emilia dejó lo que estaba haciendo y se acercó a Clara, notando la seriedad en su voz.—Por supuesto, querida. Ven, sentémonos en mi oficina —dijo, guiándola a una pequeña sala en la parte trasera de la biblioteca.Una vez allí, Clara le contó todo a Doña Emilia: el medallón, el mensaje, el tesoro y lo que había encontrado en la cueva. Doña Emilia la escuchó en silencio, asimilando cada detalle.—Esto es asombroso, Clara. Teresa siempre fue una mujer muy reservada, pero tenía un corazón valiente. Estoy segura de que ella quería que encontraras esto y que desentrañaras el misterio —dijo Doña Emilia, pensativa—. Debemos ser cuidadosas. Hay personas en el pueblo que podrían recordar algo útil, pero también debemos mantener esto en secreto.Clara asintió, agradecida por la comprensión y el apoyo de Doña Emilia.—¿Conoce a alguien que pudiera haber estado cerca de Alejandro o que pudiera saber más sobre su pasado? —preguntó Clara.Doña Emilia se quedó pensativa por un momento, luego habló con un tono de precaución.—Hay una persona que podría saber algo. Se llama Rodrigo, y solía ser amigo cercano de Alejandro. Vive en una casa en las afueras del pueblo. Es un hombre difícil de encontrar, pero si alguien puede darte más información, es él.Clara decidió que debía encontrar a Rodrigo y hablar con él. Agradeció a Doña Emilia por su ayuda y se dirigió a casa para planificar su siguiente paso. Sentía que estaba más cerca de la verdad, pero también sabía que cada descubrimiento la llevaba a un camino más peligroso.Esa tarde, Clara se dirigió a las afueras del pueblo, siguiendo las indicaciones de Doña Emilia. La casa de Rodrigo era una construcción modesta, rodeada de árboles y arbustos que parecían protegerla del mundo exterior. Clara se acercó con cautela y llamó a la puerta.Después de unos momentos, la puerta se abrió y un hombre mayor, de aspecto robusto y mirada intensa, apareció en el umbral. Clara supo de inmediato que estaba frente a Rodrigo.—¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó Rodrigo, su voz áspera pero no hostil.—Hola, soy Clara Montoya. He estado investigando sobre mi tía abuela Teresa y Alejandro. Doña Emilia me dijo que usted podría saber algo sobre su pasado y lo que le ocurrió —dijo Clara, tratando de sonar confiada.Rodrigo la miró fijamente durante unos segundos, luego asintió y la invitó a pasar. La casa de Rodrigo era sencilla, pero ordenada, con pocas pertenencias a la vista. Se sentaron en una pequeña sala, y Rodrigo ofreció a Clara una taza de té.—Alejandro era un buen amigo. Nos conocimos hace muchos años, cuando ambos éramos jóvenes y llenos de sueños. Pero su llegada a Puerto Escondido no fue casual. Estaba huyendo de algo muy peligroso —comenzó Rodrigo, su voz baja y grave.Clara escuchó atentamente, sintiendo que cada palabra la acercaba más a la verdad.—Alejandro había sido parte de una expedición que encontró un tesoro en un naufragio. Pero no todos en la expedición eran de confianza. Algunos querían quedarse con el tesoro para sí mismos, y Alejandro se vio obligado a huir para proteger lo que había encontrado —continuó Rodrigo, su rostro reflejando la intensidad de los recuerdos.Clara recordó el medallón y el tesoro en la cueva, entendiendo ahora el peligro que Alejandro había enfrentado.—Alejandro confiaba en Teresa. Ella era su refugio, su confidente. Pero sabía que tarde o temprano, su pasado lo alcanzaría. Por eso dejó el medallón y el mensaje. Sabía que Teresa lo protegería, y que algún día, alguien como tú descubriría la verdad —dijo Rodrigo, mirándola con seriedad.Clara sintió una oleada de emociones. Había desenterrado una historia de amor, peligro y sacrificio, y sabía que debía continuar su búsqueda.—Rodrigo, ¿hay algo más que deba saber? ¿Alguna pista sobre quién podría estar buscando el tesoro ahora? —preguntó, preocupada por su seguridad y la de los que la rodeaban.Rodrigo se quedó en silencio por un momento, luego habló con precaución.—Hay personas en el pueblo que aún recuerdan a Alejandro y la expedición. Algunos de ellos podrían estar interesados en el tesoro. Debes tener cuidado, Clara. No confíes en nadie demasiado rápido. Y si necesitas ayuda, no dudes en venir a verme —dijo, su voz llena de seriedad.Clara agradeció a Rodrigo por su tiempo y la información. Sabía que su camino sería peligroso, pero estaba decidida a seguir adelante. Había heredado el legado de Teresa y Alejandro, y no se detendría hasta descubrir toda la verdad.