La historia de Brandon Nixon y de Rita Valdéz es un relato conmovedor de resiliencia y redención. Después de que un evento traicionero lo dejara en silla de ruedas, Brandon se encuentra en una encrucijada, no solo enfrentando las limitaciones físicas, sino también el dolor emocional de una traición. Rita por su parte busca desesperadamente un respiro del ambiente tóxico creado por su esposo agresivo. al aceptar el trabajo, como cuidadora de Brandon, Rita no solo encuentra un escape temporal, sino también una oportunidad de sanar y de reconstruir su vida. A través de su mutua dependencia, Brandon y Rita desarrollan una amistad inusual, pero fortalecedora, demostrando que incluso en medio de la adversidad, la esperanza y la compasión pueden florecer, ofreciendo nuevas perspectivas de vida y de amor.
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Capitulo 2 RITA VALDEZ
CONOCIENDO A BRANDON
Soy RITA VALDEZ tengo 28 años, mido un metro setenta, mis medidas son bien distribuidas, tengo ojos color verde, labios carnosos, un rostro armonioso, no es para presumir, pero es la verdad.
Mis conocidos creían que sería modelo por mi fisonomía y estatura, pero no, me decidí por la carrera de enfermería, en especial me capacite en el cuidado de personas.
Mi inspiración fue mi abuela, quien me crío y cuido hasta los últimos años de su vida.
"No dejes que te definan por tu imagen, eres muy inteligente y puedes ser lo que tú quieras", esas fueron sus sabias palabras.
A mí esposo lo conocí en un desfile, verlo con su uniforme me enamoro a primera vista, al principio era muy tierno y atento. Siempre me traía regalos de todos los lugares que iba.
Me pidió matrimonio al poco tiempo de estar saliendo, no habían pasado ni tres meses.
"No puedo vivir ni un día lejos de ti", fue lo que me dijo al entregarme el anillo con él diamante de 1.5 kilates.
Su propuesta me conmovió, lo había preparado con una cena a la luz de las velas en un lujoso restaurante y una banda de músicas a cuerdas atrás.
Me sentía la mujer con más suerte del mundo, había conocido a un hombre incomparable que me cuidaría y trataría como a una reina. La diferencia de edad no me importaba, era mayor diez años.
Estuve tan equivocada, fue una pantalla, una publicidad que me engancho de si mismo.
Al instante en que cruce el umbral de su casa en sus brazos, mi vida se convirtió en un infierno.
Le gusta tener relaciones salvajes, masoquistas, hasta filmo una de nuestras sesiones. Al querer divorciarme de él, me amenazó con hacer pública esa filmación, quedaría como una zorra, perdería mi trabajo, mi imagen quedaría por los suelos.
Por lo que desde entonces trato de hastiarme de trabajo para estar lo más alejada de él en lo posible.
No me pega, no deja marcas en mi cuerpo, en eso es muy inteligente, su abuso es psicológico, me maltrata de forma verbal, compro unos parlantes enormes que pone a todo volumen, música electrónica pesada.
Si no quiero ser parte de esas carreras sexuales que le gusta hacer, me encierra en una pequeña habitación con el enorme parlante y pone la música a todo volumen.
Siento que mis órganos internos saltan de un lugar a otro, mis tímpanos hacen un sonido fuerte como un pitido.
Me deja cinco minutos y regresa a comprobar si estoy dispuesta a estar con él o me deja con el parlante y se que quedaré sorda si lo hace.
Trate de denunciarlo, pero al ser parte de la fuerza, no tengo voz ni votó contra él, solo se rien en mi cara, me creen una mala agradecida que busca la escusa de divorciarse y obtener provecho, difamando su imagen, ante los demás es una persona buena, maravillosa, incapaz de pisar una hormiga. Si supieran que incendiaria el hormiguero entero cuando nadie lo ve.
Cuando estoy en el sanatorio trabajando, aparece de manera sorpresiva luciendo su uniforme, hace comentarios grotescos disfrazado con una risa, como si fuera una broma, pero se que piensa en verdad asi.
-RITA LE CHUPA AL DIRECTOR... JA...JA... TRAIGAN LA CREMA... NOS UNIREMOS A LA FIESTA... JA...JA.
-Que simpático... Tiene suerte Rita de tener un marido tan comprensivo. Le dice una de mis compañeras que, se babea por su belleza, siendo que solo eso tiene, porque por dentro es el ser mas horripilante que existe.
Aparezco ante ellos y me mira sacándome una radiografía de todo mi atuendo que no tenga ni un pelo fuera de lugar o significaría un castigo para mí.
-Hola querida... Te traje algo de comer... Trabajas tanto... Que no tienes tiempo de ir a casa para estar conmigo... Por lo que vine a compartir contigo. Me dice en un tono como para que las demás crean en su fachada de marido amoroso.
-Eres muy amable... Debo hacer mis rondas. Le respondí sin aproximarme, no tenía ánimos ni de sentir su perfume.
-Puedo acompañarte. Me dice.
-No permiten el ingreso, a personas ajenas al personal... Una vez que terminó la hora de visita. Le aclaró con una sonrisa fingida de amabilidad, si él sabía fingir, yo también, llevo haciéndolo por dos años.
Vi que chicleo la lengua asintiendo, note que no le gustó mi negativa, pero ahí no podía sacar su lado oscuro.
-Come antes que se enfríe... Lo prepare especial para vos. Me dijo señalando la bolsa que trajo.
-Eres muy amable. Le dije tomando la bolsa que me pasaba.
"Te espero en casa", me susurro.
Su voz me daba escalofríos, no de placer, sino de miedo, me vivía cuidando, no quería tener un hijo de ese tipo, no quería traer un inocente en ese ambiente perverso que creo él.
Tenía la costumbre de inhibir mi voluntad, me ataba a la cama, sentía su pesado cuerpo sobre el mío y solo sentía asco, no me provocaba ningún placer, sus caderas me lastimaban el interior de mis muslos, que debía abrirme casi ciento ochenta grados para que se acomode, era un hombre de un cuerpo exuberante, aunque su aparato dejaba mucho que desear, o al menos a mi no me movía el piso.
Me apretaba el cuello, culpa de eso estaba disfónica unos días. Su afán era llegar al límite, me preguntaba porque no practica por él, sería un sueño muy difícil de realizar, a él le gustaba infundir dolor, no sentirlo.
En el sanatorio empecé a escuchar de las demas enfermeras que había un paciente que era muy difícil de tratar, de un carácter muy antipático.
"Mi esposo será", pensé irónica.
Cuando el director ordenaba que había que ir a su domicilio notaba que ninguna quería ir, inventaban mil escusas para no hacerlo, los enfermeros que se habían ofrecido, al tiempo también desistieron de aceptar.
Peor que mi esposo no creía que hubiera, por lo que accedí en ir.
-Rita es un monstruo... Denigra sin piedad... Te hace dudar de tus capacidades... A Marta que es la más dura la hizo llorar. Me comenta una de mis amigas.
-Bianca ... No porque sea un ogro, se le negara la atención... Hicimos un juramento al tomar este empleo. Le dije decidida.
La verdad era otra escusa para no regresar a casa, prefiría estar en el mismo infierno que volver a casa.
Me dirigí a la dirección que me otorgaron, según él GPS me llevo a un barrio residencial, de casas de alta clase, diviso una mansión imponente, era deslumbrante en su magnificencia.
Solo en las películas había visto algo así. Al llegar al pórtico, el tamaño de la puerta era gigantesca.
Imagine a un gigante viviendo ahí. El color blanco es el principal en esta arquitectura.
Toque el timbre activando un sonido de campanas agudo que parecía no tener fin. Pasaron cinco minutos y apareció un hombre mayor de un aspecto sombrío, sin una mueca en su rostro de amabilidad.
-Buenos días... Soy la enfermera...
Iniciaba y solo me hizo gesto que pase sin emitir ninguna sílaba.
Al pasar un aroma fresco a limón invadió mis fosas nasales, el ambiente parecía calmo, aqui también era todo blanco y uno que otro gris claro que remarcaba unos espacios.
Veo que baja corriendo una mucama secándose las lágrimas con un pañuelo y se desapareció en otro espacio.
-Buenos días... Usted es la nueva enfermera... Es un placer saludarla... Soy Noel el asistente personal del señor Brandon... Si necesita algo no dude en pedírmelo. Apareció un hombre con una sonrisa radiante, extendiendo su mano para saludar. Tenía una amabilidad que te hacia sentir en casa.
Lucia un traje a medida en un tono gris, su porte elegante, por la manera de caminar me hacia pensar que era un tipo que está en las fuerzas, parece que todos tienen esa manera de trasladarse como lo hace mi esposo.
-Soy Rita Valdez. Me presente aceptando su saludo de mano.
-Acompáñame... El señor está despierto... Tengo entendido que debe aplicarle una inyección... Es para que no tenga dolor... Si necesita que la ayude para que le aplique... Avíseme... Él es muy grande. Me aclara mirándome, se ve que mi tamaño le resultó pequeño, siendo que soy alta.
-Lo tendré en cuenta. Le respondí.
Debido a mi disfonía mis respuestas trato de que sean cortas, de lo contrario mi voz se va.
Lo seguí hasta la habitación del señor Brandon, escaleras arriba, el pasillo era largo hasta llegar a la última habitación.
Golpee la puerta y antes de escuchar si me dejaba entrar o no, ingresé.
Según las otras enfermeras siempre parecía un perro bulldog a punto de atacar.
Al ingresar veo a un hombre enorme postrado en una silla de ruedas con una expresión de desazón por la vida y una mirada fria.
Podía entender perfectamente porque se comportaba de manera tan hosca.
Era joven y de un día para otro estar en sillas de ruedas, no era lo que cualquiera podría desear al haber nacido sano y desplazarse con sus dos piernas firmes por mucho tiempo.
Me había informado sobre su historial médico. Me gustaba saber que tipo de complicación tenían a los que debía cuidar.
Me aproxime en silenció, respetando su duelo, entendiendo que en ese estado, lo menos que quisiera escuchar son palabras de compasión por una desconocida, ya los habrá escuchado en reiteradas ocasiones.
Le anuncie que debía extraerle sangre. Cómo era de esperarse, su reacción fue a la defensiva.
Mientras expresaba su desacuerdo, denigrando mi capacidad, le extraje la sangre sin que se dé cuenta.
Al ver que lo había hecho miro sorprendido con los ojos abiertos, pero solo fue un flash esa expresión, porque al segundo la cambio por su cara de ácido que mantenía todo el tiempo.
Le indiqué que debía acostarse, más que nada era para poder inyectar la medicina en su glúteo.
Se volvió a quejar en un tono elevado, y veo ingresar a Noel que lo alza en un movimiento rápido y lo acostó.
Se ve que estaba acostumbrado a tratar con el mal genio de su Jefe.
-Si sabe lo que le conviene, hará caso. Escuche que le susurro.
-No la quiero de vuelta. Dijo el señor Brandon y antes que se de cuenta le apliqué la inyección.
-Eso es todo... Quédese boca abajo... Le untaré esta crema. Le anuncie enseñando la crema que debía usar para que su piel no se vea afectada por el continuo roce con las mantas.
-NO ME PONDRÁ NADA. Grito molesto.
Le mire a Noel que entendió mi expresión y lo acomodo.
Le aplique la crema masajeando sus músculos, me extendi a sus muslos, hasta sus pies.
Aprendí masajes para relajar los músculos e incentivar la circulación.
-Vio señor... Eso le hace bien. Escucho que le dice Noel.
-Esta fría la crema. Se quejo igual.
-Debe alimentarse. Le dije.
-No quiero nada. Dijo cruzado de brazos, una vez que se lo giro y acomodo las almohadas bajo de él.
Apareció una empleada, se desplazaba sin emitir ningún sonido, dejó una bandeja con comida en la mesa y se retiró.
Me aproxime a la bandeja destapando los alimentos para ver qué le trajeron.
-¿Quién va a comer esto?... Tiene razón... Ni los perros lo comerían. Le digo a propósito, solo para ver su reacción.
-ES EL MEJOR CORTE... PREPARADO POR UN RECONOCIDO CHEF QUE TRABAJA PARA MI. Grito molesto.
-Puede ser... Pero usted no lo quiere... Y por lo que veo... Debe tener un excelente paladar... Y sabe diferenciar entre lo bueno... Y lo grotesco. Le digo señalando la bandeja.
-NOEL TRAE LA BANDEJA. Ordenó molesto.
-MIRE CON QUE FACILIDAD SE DESHACE LA CARNE... NO NECESITA EL CUCHILLO... Y ESTAS PAPAS... HERVIDAS... TIENEN UNA CREMA UNICA. Describe lo que tiene.
-Si... Tal vez... Yo prefiero mi yogur. Le digo al extraer de mi cartera un pote y lo como delante de él.
-SE NOTA QUE NO TIENE CLASE... NO SABE RECONOCER LA ALTA COCINA. Dice comiendo.