En desarrollo
Larry Russo es un CEO italiano que decide comenzar su vida en Nueva York luego que su prometida Aurora muere de un disparo en la cabeza en un asalto.
Años después se cruza con Abigail, una profesora de la universidad donde él impartía una conferencia, donde él queda prendado de ella por el enorme parecido con su novia fallecida. El destino da un tire y jale en la vida de Abigail, cuando la madre de ella necesita un trasplante de hígado para vivir.
Larry y Abigail, entrecruzan sus vidas y el destino les tiene un contrato.
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V.
LARRY RUSSO
Pasé pensando en Abigaíl todo el fin de semana. Me cuestionaba si pensaba en ella por el hecho que era idéntica a Aurora o por su fuerte personalidad.
Lunes, inicio de semana, decidí ir a la facultad. Que irónico, primero me negaba a pisar este lugar y ahora vengo solo sin ser invitado. Ya no había pretextos que poner, únicamente quería ver a Abigaíl.
Para no ser maleducado, fui primero a saludar a Ernesto.
— Quería invitarlo a tomar un café en mi oficina, de paso le muestro la compañía. Me ha gustado la faceta de estar aquí en la facultad, me hace recordar cuando fui estudiante en mi tierra natal.
— Le parece que sea la próxima semana. Ahorita mismo estoy en apuro, Abigaíl ha pedido un permiso personal y regresa el lunes a trabajar.
— Y sabes que le sucedió.
— No, aún no.
— Me puede dar su número, me gustaría hablar con ella para ver si puedo ayudar.
— Por ética no puedo darle su número, Pero puede pedírselo a la presidenta de aula del primer año de Economía. No diga que yo lo mandé — Ernesto sonrió.
— Está bien. ¿Dónde encuentro a la presidenta?
— Yo lo llevo a su aula.
Caminamos un poco por la facultad y me mostró el aula. Me acerqué y pregunté por la presidenta. Todos se quedaron viéndonos, me sentía raro buscando a una chiquilla.
— Hola, soy el CEO Russo, mira, necesito contactarme con la profesora Abigaíl, me dijeron que tú tienes su número.
— No me va a atraer problemas con la profe.
— No. Será un secreto. Jamás diré que usted me lo dio.
— Está bien— ella me dio su número de celular en un papelito.
Agradecí a la chica y salí de la facultad. Entré a mi auto. Anoté el número de Abigaíl.
Pasó una semana. Confirmé la visita del decano y le pedí que trajera a Abigaíl. Ellos llegaron a la empresa.
Salí a recibirlos. Abigaíl se veía cansada, tenía ojeras y una mirada triste.
Antes de ir a la oficina, le di un pequeño paseo por toda la empresa.
Llegamos a la oficina. Le pedí a Luz que nos trajera café. Abigaíl estuvo en silencio todo el tiempo, mirando a un lado.
— Disculpa que te pregunte profesora Abigaíl. Parece que algo te molesta. Puedo ayudarle.
— No es nada. Gracias.
— Creo que es hora de irnos— Ernesto se levantó — ha sido muy grato todo.
— Puedo hablar contigo Abigaíl un momento.
Ella me miró con esa mirada de odiosidad.
— Dime.
— No lo tomes mal Ernesto, pero quiero hablar a solas con ella.
— No te preocupes— él sonrió, seguramente pensando que cortejaba a Abigaíl.
Ernesto salió y nos dejó solos.
— Quiero invitarte a cenar está noche.
— ¿Quién sale a cenar un lunes? Además, usted no me agrada.
— No te agrado— sonreí— empezamos con el pie izquierdo.
— ¿Quién empezó con el pie izquierdo? Porque yo no he empezado nada contigo. Me voy a retirar. Gracias por el café y tour por tu empresa, es realmente bella.
Ella se dirigía a la puerta cuando me puse en frente de ella.
— Aún no te vayas sin antes aceptar mi invitación.
— No puedo aceptar. No tengo tiempo para nada.
—A pues salgamos el viernes. A tomar unas copas.
— Tampoco puedo salir.
— ¿Por qué? Si me dijeron que a veces sales con chicos a tomar.
Ella se mordió el labio inferior. Tenía una cara molesta, sus ojos se humedecieron.
— Te dije que me desagradas, que ya no puedo salir. Déjame en paz. Tu cara me irrita, me pudre el estómago, detesto verte— ella llevó su mano izquierda a su cara limpiando las lágrimas que salían de sus ojos.
Yo quedé sin palabras. Jamás en mi vida me habían dicho tanto. Totalmente, ella es distinta a Aurora.
— Perdón, no quise decir eso.
— Perdóname tú a mí, por insistir tanto. Solo que— guardé silencio.
Ella salió de la oficina.
Al final ni ella ni yo, dijimos eso que queremos soltar y nos molesta o duele.
Es normal que ella actúe así, no me conoce y la he molestado demasiado. Me va a volver loco esta mujer.
Salí de la oficina tras Abigaíl, justo cuando ella estaba abriendo la puerta de su auto.
— Abigaíl, aún no te vayas. Perdón que insista, pero quiero saber que te pasa.
Muy adentro de mí quería averiguar si ella me atraía como Abigaíl o simplemente era el recuerdo de Aurora.
— Si te digo que me sucede, ¿Qué podrías hacer por mí? Tú no eres Dios para hacer milagros.
—No soy Dios, pero deberías ponerme a prueba.
— Me voy. Gracias.
Está mujer en serio me va a volver loco. Siempre huye de mí, me desprecia. Y entre más rechaza, más ganas me dan de tenerla cerca, de saber de ella.
son cortas y sin tanto enredo felicidades y más que agradecida por tan linda labor
felicidades
Exitos Éxitos Éxitos