El Sacrificio De Meskhenet

Yo todavía estaba tirando del brazo de Meskhenet, completamente perdida en la preocupación de ser reprendida, o incluso castigada, y sin obtener la respuesta que necesitaba, cuando Vlad nos interrumpió —Esperen un momento— su voz de inmediato me paralizó, como si lo que acababa de decir fuera una suplica a la que nunca me hubiera podido negar —Las acompaño, Meskhenet me dijo que no conocen la zona, podrían perderse al tratar de regresar al museo— yo quería oponerme, pero de mi boca no salió ni una sola palabra, y mi cuerpo, sin mi permiso, hizo un ligero asentimiento, mientras a lo lejos escuchaba la voz de Meskhenet diciendo que con él todo estaría bien.

Meskhenet, afortunadamente aceptó en voz alta de inmediato, y en seguida Vlad entró a la habitación en la que habían estado hablando. Sólo tardó unos minutos, saliendo con una camisa azul marino que cubría por completo los tatuajes, un pantalón de mezclilla ordinario, el cabello ordenado y sin una gota de delineador en los ojos que aún se veían hipnóticos; ahora parecía un joven común, de esos que nos recomiendan conocer, buena apariencia y quizás también un buen por venir.

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Casi no hablamos durante el camino al museo, Meskhenet estaba radiante de felicidad y no paraba de admirarlo, mientras que yo me encontraba tan aturdida que no puse atención a lo que ocurría, de alguna manera seguía repasando todos los sucesos anteriores, sin mencionar que no podía dejar de comparar el Vlad de la mascara aterradora con el Vlad socialmente aceptable, y de alguna manera, mi yo adolescente se sentía mucho más inclinada por el primero, a pesar del susto de la impresión inicial, y luego me pregunté cuál de los dos looks le gustaba más a mi pequeña amiga, que hasta ese momento no se le había borrado la sonrisa ni un sólo instante.

Al llegar al museo, entramos por una puerta de servicio lateral, lo que fue muy afortunado, ya que en la entrada se encontraba esperando una monja muy enojada. Vlad se encaminó hacia la Hermana Clara, la monja a cargo de nuestro grupo, y una de las hermanas más estrictas y prejuiciosas de toda la escuela; quien parecía estar al borde de la histeria, y cuando nos vio llegar acompañadas de Vlad, juro que por un momento sentí como nos condenaba a ser apedreadas por indecentes, como si aún viviéramos en el antiguo testamento.

—Se puede saber dónde se habían metido señoritas— el acento en señoritas, empleado por la Hermana, fue tan incomodo que pareció un insulto —y sobre todo acompañadas por un desconocido…

—Una disculpa de mi parte por entretener a sus alumnas— interrumpió Vlad con una voz educada y templada que pareció consternar más a la monja —Permita que me presente, mi nombre es Manzur Vladislav y actualmente soy becario de éste museo, no era mi intensión retrasar a sus alumnas, pero suelo ser un apasionado de mi trabajo y extendí un poco el recorrido con mi charla.

Las palabras de Vlad parecieron suavizar un poco la situación, y por un momento tuve la esperanza de que la reprimenda no llegara a ser tan severa, pues de acuerdo con la coartada que Vlad acababa de darnos, la falta no era grave. Sin embargo, la Hermana Clara era desconfiada por naturaleza, en especial cuando se trataba de la interacción de sus castas alumnas con potenciales depredadores, y cuando la Hermana estaba a punto de hacer preguntas para confirmar la historia, llegó una de las encargadas del museo. En ese momento sentí que mi corazón se paralizaba, al tiempo que mi estomago iba cayendo en un abismo sin fondo; lo único que podía pensar era que habíamos sido descubiertas.

—¡Manzur!— lo llamó de inmediato la encargada, dejándome sorprendida de que ella podía pronunciar ese nombre con tanta facilidad, y haciendo que me prometiera a mi misma que si salíamos bien libradas de este problema, yo también practicaría hasta lograrlo —¡Qué sorpresa muchacho!, creí que hoy llegarías por la tarde— exclamó alegre la encargada, entonces comprendí que quizás Vlad no había mentido en eso de ser becario, y me sentí un poco aliviada, ya que ahora teníamos un posible testigo a nuestro favor, en lo que ante mis ojos ahora era un juicio por nuestro delito de desaparición.

—El joven aquí presente me explicaba que mis alumnas extraviadas habían estado con él, haciendo un recorrido por su cuenta— se apresuró a contestar la monja con un tono de desconfianza y malhumor que pareció incomodar a la encargada, ya que la forma en la que hacía énfasis en cada palabra daban a entender que ella consideraba que habíamos hecho alguna cosa inapropiada, lo que a mi también me caló.

—Ya veo…— dijo la encargada lanzándole una mirada de desaprobación a la Hermana —Si es así, debe estar tranquila hermana— respondió con un ligero tono de sarcasmo y una sonrisa de burla, en ese momento mis esperanzas de no ser castigada salieron volando, entonces la encargada nos miró a Meskhenet y a mi y pareció compadecerse, y aclaró —Él es uno de nuestros mejores becarios, si no fuera por nuestra falta de presupuesto, ya lo hubiera contratado a tiempo completo como investigador.

—Entiendo, aún así, estas jovencitas cometieron una infracción al separase del grupo— la Hermana Clara estaba decidida a no dejarnos ir, lo que evidentemente causó molestia en la encargada y Vlad —Sin embargo, pero ya que todo fue para un mejor aprovechamiento de la experiencia educativa, lo dejaré pasar sólo con esta amonestación— al escuchar esto último por fin me relajé.

—Es usted muy comprensiva Hermana, ahora si me acompaña por aquí, para la firma del libro de visitas...

La Hermana Clara no parecía muy contenta por dejarnos, pero aceptó con un asentimiento de cabeza —Esperen aquí, sus compañeras están terminando su visita a la tienda de recuerdos, no me tardo.

Me quedé clavada en mi lugar un poco aturdida por lo intenso de la situación anterior, y sorprendida, ya que no imaginaba que ese chico de aspecto aterrador tuviese otra vida, una por completo opuesta a la que le acababa de conocer. Entonces Meskhenet se apresuró a despedirse de él, encantadora como siempre, y mucho más tranquila, y cuando llegó mi turno, yo estiré mi mano para hacer lo mismo, pero en cuanto él la tomó, me dio un ligero tirón al tiempo que se agachaba y me plantaba un beso en la mejilla, y sin perder oportunidad me dijo al oído:

—Si vas a mentir; que sea lo más cercano a la verdad, de esa forma será difícil que te atrapen.