Novio Por Catálogo

Uno de los momentos que más disfrutaba de su ridículo trabajo, era ver a su endemoniado jefe y supervisor Jared Lee efectuar el hechizo que detenía el tiempo: tiempo que utilizaban para sustituir la fotografía por el novio real.

Aidan se detuvo a observar el rostro ilusionado e inocente de su nueva novia, no entendía cómo esa muchachita le había prometido una noche de pasión. Claro, él por ética y moral propia, no estaba dispuesto a reclamarla, ya que no acostumbraba satisfacer las necesidades sexuales de sus clientas. Es más, aun podía contar con los dedos de una mano a las mujeres con las que se había acostado, y no haría una excepción por esa niña bonita de cabello rubio y curvas tentadoras.

«O quizás, sí.» Aidan pensó apretando sus labios con las suaves y rosáceas almohadillas que Carrie ofrecía entreabiertas hacia él. Sabía que el hechizo de Jared estaba a punto de terminar, aventurándose a abrazar con cuidado a Carrie. Siempre que iniciaba un trabajo se sentía nervioso, él era un poco tímido con las mujeres, escudándose con su actitud fría y arrogante.

Las manecillas del reloj comenzaron a moverse al compás de sus labios, aquella sensación de culpabilidad lo embargó de nuevo al minuto en que Carrie profundizó el beso, acariciando su sedoso cabello chocolate con los dedos. A Aidan no le quedó más remedio que sucumbir ante aquellas sublimes exigencias, probando la suavidad de esa boca ajena con su lengua.

Extrañamente, el calor de su cuerpo ascendía a medida que Carrie reconocía cada parte de él con sus pequeñas y talentosas manos, ninguna de sus novias anteriores lo había recibido de esa manera. Normalmente las chicas saltaban y gritaban eufóricas, incrédulas de que semejante hombre de verdad existía.

El resto de los sucesos era historia porque la mayoría de tiempo se la pasaba escurriéndose por los rincones para no ser abusado o torturado por las mujeres que lo compraban. Sin embargo, en esa ocasión fue él quien se encontró reteniendo a Carrie, obligándola a soportar un poco más la ausencia de oxígeno en sus pulmones, aun no quería privarse del dulce néctar de sus labios.

Sentirla suspirar contra su boca liberando su cálido aliento femenino, le gustaba. Maldición, algo andaba mal en él, quizás Jared estaba experimentando con sus estúpidas pociones de nuevo. La última vez que le sirvió de conejillo de indias, pasó convertido en lagartija una semana, ¿y ahora qué le esperaba? ¿Enamorarse de su novia por tres días? Imposible.

Gruñendo se separó de ella, encontrándose con la imagen más enternecedora que alguna vez hubiese visto. Un rostro enrojecido, labios hinchados y unos curiosos ojos cafés, nublaron la poca coherencia que le quedaba.

Carrie sonrió llevándose una mano a los labios, para ser una fotografía, Aidan no besaba nada mal. Era alto y fornido, de hombros anchos y cintura estrecha. Su cabello caía desordenadamente perfecto sobre su frente haciendo juego con sus profundos ojos ambarinos. En definitiva, era su chico ideal.

Aidan carraspeó, cediéndole las primeras palabras a Carrie, quien se limitó a reír nerviosamente.

Aidan se encogió de hombros, recuperando su compostura.

—¿Me prestas el baño? —preguntó en un susurro.

—Oh, por supuesto —farfulló Carrie guiándolo al baño de su habitación.

Aidan entró, apoyándose en la puerta a sus espaldas. De esa manera, no podía quedarse con Carrie, él se sentía como una especie de fierecilla urgida, no enamorado. ¡Maldito Jared!

Abrió la ventana de la habitación con la esperanza de divisar la camioneta de su jefe, a cambio atisbó al hechicero en persona descansando cómodamente en las ramas del árbol. Aidan agarró un rollo de papel sanitario decorado que descansaba sobre el retrete y se lo arrojó al miserable que decía ser su amigo.

—¿Qué mierda me hiciste? —reclamó llamando la atención de Jared.

El otro rió esquivando el insignificante golpe del papel.

—Ah, pues la soda que te tomaste era en realidad una pócima gaseosa del amor. ¿Te ha funcionado? Se activa con el beso de una persona del sexo opuesto, aunque tengo diversidad de activaciones —explicó divertido.

—No, maldita sea —Aidan gruñó sacando medio cuerpo por la ventana—. No me siento enamorado, sino más bien, excitado. Te odio, debí suponer que tu invitación a cenar era una trampa, eres tan tacaño que ni siquiera me regalas un dulce. ¡Me vendí por una lata de soda y un emparedado de atún! Exijo que me des un antídoto.

Jared hizo un ademán despreocupado con la mano.

—Vete a dormir, estarás bien por la mañana, su efecto es temporal —se enderezó, arrojándole un pequeño bolso—. Después tendrás que llenar un cuestionario acerca de los efectos de la pócima, y ten cuidado porque puede producir náuseas, dolor de estómago o diarrea.

Aidan atrapó el maletín que contenía los implementos necesarios para sobrevivir esos tres días: ropa interior. No podía cargar con más equipaje porque era un simple hombre hecho de papel y por ende no tenía ninguna pertenencia, salvo novia, por supuesto.

El dichoso malandrín descendiente de una poderosa familia de magos, se desvaneció dejando una columna de humo a su paso. Aidan suspiró cerrando la ventana, rogando porque la fórmula no tuviese otros efectos secundarios. Carrie se decepcionaría si de repente le apareciera una asquerosa cola de rata y ya no querría nada con él. Imaginarse el desprecio de la chica, dolía. ¡Dios, entonces sí estaba enamorado! La urgencia de sentirla cerca sólo era una consecuencia de eso.

Se mordió la uña del dedo índice, escondiendo su pequeño bolso detrás del retrete. Recordó que debía llamar a su madre informándole que había aceptado un trabajo fuera de la ciudad, de lo contrario se preocuparía y Summer se pondría triste… Empezaba a sentirse demasiado sensible, ¿sería un efecto de la poción? Tal vez.

Cuando salió del baño, Carrie se puso de pie automáticamente. Ella vestía un corto camisón blanco de seda que se pegaba a su cuerpo, marcando la preciosa curva de sus senos. Aidan apretó la mandíbula metiéndose las manos en los bolsillos del pantalón, no sabía qué hacer o decir. Usualmente, eran sus novias las hablaban hasta por los codos, pero Carrie parecía esperar a que él diera el primer paso.

La miró nervioso con una sonrisa de tonto en su cara. Mataría a Jared después de eso.

—La noche que me prometiste, ¿puede ser mañana? —Se regañó mentalmente por decir semejante estupidez.

Los pómulos de Carrie se tornaron de un rojo brillante, la sangre de su cuerpo acumulándose en sus orejas. Aidan entonces, se apresuró a reparar su imprudencia.

—Pero si no quieres, lo olvidaré —dijo entrelazando sus dedos con los de ella.

Carrie apreció la seguridad en el rostro de Aidan. Sí, sí quería pero era extraño estar frente a un apuesto desconocido que por azares de la vida, era su novio.

—Mañana —Carrie murmuró abrazándolo. Seria egoísta de su parte negarle a Aidan la única noche de pasión de su corta existencia.

Una pizca de culpabilidad habitaba en el noble corazón de Carrie, ya que si ella hubiese tenido los ahorros suficientes, le habría comprado más tiempo de vida a Aidan. Era triste pensar que su alma estaba atrapada en un pedazo de papel, esperando a que alguien los seleccionara como si fuesen simples mascotas, cuando en realidad eran personas con sentimientos y evidentes deseos, por lo que Carrie resolvió hacer placentera la corta estancia de Aidan a su lado.

Lo condujo a su cama, donde ambos se recostaron sustituyendo el calor de las sábanas por el de sus cuerpos. Carrie podía escuchar los fuertes latidos del corazón de él, y sonrió declarándolo auténticamente suyo.