Tus Ojos

Tomé un poco de agua y me dirigí a la habitación de mi papá, luego comencé a rasguñar su puerta hasta que finalmente salió, medio dormido, con el cabello despeinado y la bata torcida.

—Hija, discúlpame, me quedé dormido. ¿Cómo te fue? — dijo mientras se frotaba los ojos.

—Pues mejor que tú, no creo, me tocó caminar casi dos horas, estoy muy agotada, me tienes que recompensar —respondí con fastidio, aunque en el fondo me daba risa verlo tan preocupado.

—Lo siento, hija, prometo que te voy a recompensar, a ver, déjame sacar el chip del collar, vamos a ver qué lograste captar con la cámara —dijo con más energía mientras se agachaba.

Mi padre se inclinó con cuidado y retiró el pequeño chip escondido en el interior del collar que llevaba puesto durante la misión, luego nos dirigimos directamente a su oficina, un cuarto oscuro y lleno de pantallas, carpetas, papeles viejos, y tazas con restos de café frío.

--Yo no quise adelantarle nada de lo que vi, sentía que las imágenes hablaban por sí solas, y quería observar su reacción en tiempo real--

Encendió su laptop, insertó la memoria y comenzó a buscar el archivo más reciente, lo seleccionó, y enseguida comenzó a reproducirse, en la pantalla apareció todo lo que había captado; mi punto de vigilancia, el movimiento del heredero York, la figura de aquella mujer, y luego, más adelante, el encuentro inesperado en el callejón con ese tal Frederic, que aunque no captó su rostro, hubo evidencia de ese encuentro.

Lo observé detenidamente, su expresión pasó de interés, a sorpresa, luego preocupación y, finalmente, una mezcla de orgullo y miedo.

—Bueno hija, hiciste un gran trabajo como siempre, pero son varias cosas, la primera es que me dejó impactado el alcance de esa mujer, y además, pensé que se había ido lejos, eso me preocupa, lo segundo es tu crisis… ese momento de inestabilidad en tu transformación, fue peligrosa, te pudo haber perjudicado seriamente. Y lo último, ¿por qué fuiste tan descuidada? Ese hombre te pudo haber hecho algo.

—Qué más quisiera yo —resoplé sin pensar.

—¿Qué dijiste? —preguntó mi padre, arqueando una ceja.

—Aaaah… pues... que más quisiera yo que poder saber por qué estaba así de inestable, y de lo otro, ¿yo qué iba a saber que me iba a encontrar a alguien a esa hora y en ese callejón? Tú mismo viste que estaba muy oscuro, una persona normal no estaría caminando a esas horas, y más él, que se veía muy elegante.

—Sí, tienes razón, pero así no veas a nadie, evita hablar mientras estés en ese estado.

—Lo sé, pero estaba muy frustrada —admití bajando la mirada—. Bueno papá, te dejo, voy a descansar, ya tienes la información, ya tú sabrás cómo proceder, y no olvides hacer copias de esa grabación.

—Sí, sí, lo sé. ¿Por quién me tomas?

—Ay Dios, si te lo digo es porque te conozco, y además, no creo volver a tener una oportunidad como la de hoy de obtener un vídeo así.

—Bueno, bueno… hija... te amo, escansa--

—Tú igual, papá, te amo--

Me dirigí a mi habitación, arrastrando las patas—literalmente, en un par de horas volvería a mi forma normal, y sabía que mi cuerpo lo iba a resentir, la misión de hoy fue agotadora, no solo físicamente, sino emocionalmente.

Me dejé caer en la cama, envolviéndome con las sábanas, y quedé profundamente dormida, el cansancio me venció rápidamente, ni siquiera sentí el momento exacto de la transformación, cuando por fin amaneció, me di cuenta de que ya era yo de nuevo.

La claridad que se filtraba por la ventana me hizo fruncir los ojos, estiré el brazo y busqué el celular a tientas.

—Aaaaaaaaaaaaaaa dormí delicioso. ¿Qué hora es?... -- ví la hora-- no puede ser, ya es tarde, no voy a llegar a clases si sigo acá acostada.

Salté de la cama como un resorte, entré al baño y me duché lo más rápido que pude, sin siquiera mirar al espejo, mi cabello estaba hecho un desastre, pero ya lo arreglaría luego me vestí deprisa con lo primero que encontré; jeans, camiseta blanca, chaqueta ligera, agarré mi bolso y bajé a la cocina como un torbellino.

—Buenos días, hija, te ves preciosa, pero ¿por qué estás tan afanada? — me saludó mi padre, sentado con su taza de café.

—Hola, papá, hoy comienza mi semestre y voy a llegar tarde, así que, adiós--

—¡Hija! Pero ven, ni has desayunado--

—Gracias, papá, pero no alcanzo — le grité mientras corría hacia la puerta.

—Toma, llévate este sándwich y también este jugo — me dijo extendiéndome ambas cosas.

—Gracias, papá —recibí lo que él me dio, le di un beso rápido y salí directo hacia la universidad, por suerte vivo a solo unas calles, así que llegué en menos de cinco minutos.

El aire fresco de la mañana me ayudó a despabilarme, a medida que caminaba, notaba la diferencia entre la Mila de la noche y la Mila de día, parecía otra vida, otro mundo, pero todo formaba parte de mi realidad.

Tan pronto llegué, vi a mi amiga, allí estaba Vivian esperándome en la entrada, con su cabello suelto y su típica expresión de “te tengo mil cosas que contar”.

—Pensé que no ibas a llegar, te estuve llamando — me reprochó cruzando los brazos.

—Discúlpame, no escuché mi celular, trabajé hasta la madrugada — dije mientras tomaba aire.

—Sí, puedo notarlo, pero aún así te ves hermosa como siempre, ven, vamos al aula y mientras me cuentas qué aventura te tocó anoche en el trabajo--

—Créeme, va a estar increíble lo que te voy a contar — respondí con una sonrisa ladeada.

Y mientras caminábamos juntas al aula, le conté todo lo que me pasó, ella estaba realmente asombrada y a la vez preocupada, ambas coincidimos en que esa mujer es realmente peligrosa, y debo evitar verme con ella.

FOTO DE VIVÍAN Y YO