En un reino de poder y pasión, donde la lealtad se compra y se vende, y el amor es un lujo peligroso...
Zared, un joven alfa valiente y astuto, emerge como el salvador de Astrum después de una batalla épica contra el enemigo.
Su victoria lo convierte en el general de la Brigada de Caballeros Negros y lo pone en el centro de una compleja red de intrigas y alianzas en la corte real.
Con un corazón lleno de dolor por la pérdida de su amigo y hermano de armas, Lyrien, Zared se ve obligado a navegar las aguas turbulentas de la política y sus propios deseos.
En la fiesta de mayoría de edad de los príncipes del reino, Zared se encuentra face a face con sus futuros rivales y posibles amantes: los príncipes Cassian y Ryker, lobos con piel de oveja que esconden secretos y pasiones detrás de sus sonrisas encantadoras.
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Capitulo 17
— Ya veremos quién es más poderoso que el otro — añidio Zared.
Zared repitió la reverencia y se marchó del castillo, dejando a Ophelia sola en el pasillo.
—Veo que el ego se te está subiendo demasiado —dijo Ophelia.
La Omega caminó por los pasillos hasta su alcoba. Al entrar, la mujer llamó a su mucama.
—Señora, me llamaba —dijo la mucama.
—Sí, dile a Damián que necesitamos reunirnos —respondió Ophelia.
—Sí, madam —dijo la mucama y se marchó de la habitación de la reina.
Ophelia abrió una pequeña caja donde había ropa de bebés.
—Debí deshacerme de esto desde hace tiempo. No dejaré que todo el sacrificio que hice se derrumbe por ti, Kied. A partir de ahora sabrás lo que verdaderamente puedo llegar a hacerte y pagarás por cada pecado que cometiste contra mí.
Ophelia se miró al espejo y con su mano se quitó la peluca. El cabello de la mujer era de color rubio, lanzando al suelo su cabello negro.
—Maldita sea la hora en que Sebastián se fijó en Mason —dijo la mujer.
Lanzó el florero de vidrio al suelo. El olor del sudor, junto con las manchas de sangre en sus rostros, acompañados con el aroma de las bebidas, para algunos era un lugar nefasto, pero para Zared era como estar en el mismísimo cielo.
Al dejar su caballo en el palenque, Zared entró al bar donde la mayoría de los soldados y personas que se dedicaban a la lucha se reunían para beber.
En el momento en que el alfa abrió la puerta, el lugar quedó en completo silencio. Era muy raro ver al Kied, después de la guerra, más después de lo que había sucedido con el rey.
Los rumores se habían corrido rápido y se decía que el duque de la casa Kied había atentado contra la reina y como castigo recibió veinte azotes en la espalda.
Zared ignoró los murmullos y se sentó en la barra, esperando al cantinero.
—Cuánto tiempo, duque Kied —dijo el anciano.
—Benjamin, tú puedes decirme como Zared, somos amigos —dijo Zared con una sonrisa.
Después de ver sonreír al alfa, el ambiente se aligeró, aunque algunos de los murmullos todavía se podían escuchar.
—Claro, entonces Zared, ¿lo mismo de siempre?
—dijo Benjamin.
—Sí —respondió Zared.
Mientras esperaba su bebida, Zared miró a su alrededor. Las cosas habían cambiado en el bar, tal vez las personas, el local permanecía intacto, aunque estaba un poco más viejo.
Después de todo, la última vez que visitó este local fue cuando tenía veinte años.
—Aquí tienes, la casa invita —dijo Benjamin.
—Gracias —dijo Zared al llevar la cerveza a su boca.
Todos sus problemas se vieron resueltos, su cuerpo se relajó y su boca saboreó hasta la última gota de su bebida.
Perdido en sus pensamientos, Zared recordó su discusión con la reina. Ahora las cosas sí se pondrían serias y debería estar atento a cualquier amenaza.
Ahora lo único que le faltaba era averiguar más acerca del heredero de la corona.
Debido a un fuerte ruido y las voces de varias personas que entraban al bar, Zared salió de su trance.
Sin darle importancia, el alfa continuó bebiendo y charló con su viejo amigo, poniéndose al día.
El fuerte olor a sudor a su lado le recordó a sus tiempos de guerra. Cuánto extrañaba aquella sensación.
—Cinco cervezas, Benjamin —dijo uno de los sujetos que acababa de entrar al bar, acompañado de cuatro personas más.
Al notar que la tarde se estaba asomando, el alfa bebió su última cerveza, pero por un descuido tiró la cerveza de la persona que se encontraba de espaldas a su lado, con su codo.
—¡Qué carajos! —gritó el beta.
—Disculpa, Benjamin, podrías darle otra cerveza, yo la pagaré —dijo Zared.
El beta al escuchar la voz del alfa giró su cuerpo para poder verlo bien. Zared al ver de quienes se trataban las personas que acababan de llegar, supo que no volvería temprano a su casa.
—Zared, eres tú —preguntó el beta.
—Hola Darius, muchachos —dijo Zared viendo a las personas que acompañaban a su amigo.
—¡Jefe! —gritaron emocionados.
Zared fue rodeado y atormentado con preguntas. Todos estaban felices de ver a su compañero de caza, pero lo que más le alegraba era poder volver a ver a su amigo.
—¿Cómo va el negocio de caza recompensas? —preguntó Zared.
—Más o menos —dijo Darius.
Hubo un tiempo en que Zared fue caza recompensas con su equipo y después el reino los contrató como soldados, después de la guerra el rey le ofreció el puesto de general.
—¿Dónde demonios habías estado, Zared? —habló otro de sus amigos, Lucas.
—En mi trabajo —respondió Zared.
—¿Es cierto que te casaste? —preguntó una mujer alfa, Luna.
—Sí, me casé —dijo Zared—, y tú, Luna...
—Me casé con mi compañero de armas... Oliver —completó Luna.
—Oliver —interrumpió Zared con una sonrisa.
—¿Cómo lo supiste? —preguntó Luna sorprendida.
—Digamos que las miradas que se hacían los delataban y más el aroma —dijo Zared.
Después de escuchar aquello, el rostro de los nombrados se volvió rojo de vergüenza, mientras que los demás se reían por las expresiones de sus compañeros.
—¿Es cierto que te casaste con los hijos del rey? —esta vez fue un alfa quien habló.
Zared observó a la persona detrás y al verlo su expresión cambió a una más seria. Era la persona que menos esperaba ver.
—Sí, me casé con los príncipes —respondió Zared—. ¿Y tú, desde cuándo formas parte del grupo
—O Gabriel forma parte desde que te fuiste, Zared —dijo Darius.
—Ya veo —dijo el alfa, ambos alfas se miraron a los ojos y cierta chispa se sintió en ellos.
Zared solo tenía una expresión fría, mientras que Gabriel solo bebía su cerveza a la fuerza.
Darius al ver el ambiente que se estaba empezando a formar decidió intervenir.
—Entonces, ¿qué te trae por aquí, Zared? —preguntó Darius.
—He venido a inscribirme al torneo de lucha —dijo el alfa tranquilo mientras tomaba su bebida.
—¿En serio? —preguntó Luna.
—Sí, hace poco me nombraron capitán general de los soldados del reino —dijo Zared.
—Eso es una buena noticia —dijo Darius.
—Ni por nada en el mundo me perdería ese torneo —añadió Lucas.
Entre risas y recuerdos, la tarde transcurrió y la noche llegó. Zared al ver que había permanecido demasiado tiempo lejos de su hogar, decidió que era momento de volver.
Se despidió de sus amigos y volvió a tomar su camino.
El transcurso a su casa fue calmado y tranquilo, solo con el sonido de los pasos del caballo y de algunos relinchos.
—No crees que es demasiada calma, preciosa —dijo Zared tocando el pelo de su yegua.
Al escuchar el sonido de unos pasos, Zared se detuvo en los jardines de su territorio. El alfa ató al caballo en un árbol y se metió en la casa de cristal donde su abuela pasaba el tiempo cuidando sus flores favoritas.
Zared se escondió detrás de la puerta y esperó a que la puerta se abriera. Al ver una sil
Al ver una silueta alta, sacó su espada y golpeó la nuca del intruso.
Al ver de quien se trataba, soltó un insulto.
—Mierda... ¿qué demonios haces en mis tierras, Gabriel? —preguntó Zared.
—Debo decir que tus golpes siguen igual de fuertes —respondió Gabriel con una sonrisa.
—Basta de tonterías, responde: ¿qué demonios haces aquí? —exigió Zared.
—Vine porque hay una duda que me gustaría sacarme —dijo Gabriel.
—¿Cuál? —preguntó Zared, su voz aún llena de desconfianza.
—Lo que tienes en tu cuello... ¿es una marca? —Gabriel se acercó un poco más.
Zared levantó su ceja sorprendido.
—Ja, no me digas que recorriste todo ese camino para preguntarme sobre la marca que tengo en mi cuello... Por favor, Gabriel, déjate de rodeos y dime a qué viniste.
—Y ¿qué si te digo que volví por una segunda oportunidad? —Gabriel miró a Zared con intensidad—. Supe que no tienes buenos tratos con la familia de tus parejas...
—¿Y eso qué tiene que ver contigo? —preguntó Zared, su voz baja y cautelosa.
—Dime, ¿por qué ellos y no yo? —preguntó Gabriel, su voz llena de emoción.
—Porque ellos no me abandonaron en un momento grave de mi vida —respondió Zared—.
¿Hace falta que te recuerde lo que pasó? —Su tono era seco, pero Gabriel negó con la cabeza.
—No, y sabes que me arrepiento mucho por eso —dijo Gabriel—.
Todo este tiempo la culpa me persiguió y quiero recompensarte —Gabriel tomó la mano de Zared, pero él solo miró con una ceja levantada, confundido.
—¿Por favor, dame la oportunidad de enmendar mi error? —suplicó Gabriel.
—Está bien, Gabriel —dijo Zared finalmente—.
Vuelve con los chicos y hagamos como que esta conversación nunca pasó —Zared intentó soltarse, pero Gabriel lo retuvo.
Cuando Zared se dio la vuelta para marcharse, Gabriel se lanzó sobre él y lo besó.
Zared se separó de Gabriel de un golpe, pero este no se rindió y volvió a tomar su cuerpo.
Un fuerte olor a feromonas lo detuvo. El alfa se giró al sentir ese aroma particularmente familiar.
—¿Qué demonios haces con mi esposo? —dijo una voz detrás de Gabriel.