Como toda chica; Jasmin sueña con encontrar un buen trabajo, conocer un hombre que se fije en ella mas allá de su apariencia y poder tener una vida feliz y amada. En busca de un mejor porvenir para si misma y su mamá, para estar más cerca de cumplir su sueño, Jasmin se ha mudado de país y ha encontrado un trabajo en una prestigiosa compañía.
Su nuevo jefe es el Sr. William Cole, es un hombre apuesto con un problema peculiar; debido a su intensidad como hombre de negocios suele parecer cortante y desagradable con sus empleados y compañeros; todo esto sin mencionar la fama que tiene de ser seductor y mujeriego. Debido a estos rumores infundados, William ha vivido gran parte de su vida sin crear confianza con nadie, esto es hasta que Jasmin llega a su vida. Durante su relación profesional, Jasmin y William descubrirán que tienen mucho en común y aprenderán muchas cosas el uno del otro.
Jasmin estará más cerca de cumplir sus sueños, y William quedará obsesionado con sus curvas...
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Compañía
—Solo iba a ofrecerle café, Sr. Cole.
—¿Me ve cara de idiota? — la libera de su agarre.
—Por supuesto que no.
—No es la primera vez que me informan sobre este comportamiento de su parte hacia mi asistente. Puedo dar una oportunidad, pero no dos. Vaya a su área de trabajo y recoja sus pertenencias. Está despedida.
—¿Qué? ¿Por qué, Sr. Cole? Yo no he hecho nada. Este despido es injusto— pone la taza de café sobre la mesa.
—¿Quiere que le diga las razones? Es más, ¿qué le parece si buscamos las cámaras de seguridad? ¿Sería suficientemente justo para usted, Srta. Irma?
—Lo siento, Sr. Cole, no hace falta— mirándome por última vez de reojo, nos deja solos.
—Siento mucho que en mi segundo día haya ocasionado problemas, Sr. Cole.
—Venga a mi oficina.
—De acuerdo— tomo la taza de café y la azúcar para traerlo todo conmigo a su oficina.
—Quiero dejar unos puntos claros. Cualquier persona, sin importar quién sea, trata de molestarla o incomodarla, quiero que me lo notifique directamente. No se guarde las cosas para usted misma. Esos asuntos me gustan arreglarlos y arrancarlos de raíz, como hace un momento. En mi empresa no tolero las faltas de respeto, ni mucho menos de ética.
—Lo siento.
—¿Por qué se disculpa?
—Porque yo respondí a su provocación— él ríe, y mis nervios incrementan —. ¿Dije algo que no debía?
—Su honestidad me gusta. La verdad es que lo escuché todo.
—¿Todo de todo?
Asiente con la cabeza y trago saliva.
—Me gusta. Si no se hubiera defendido estuviera molesto con usted, pero lo hizo, y quiero que lo siga haciendo. Tiene mi autorización. Si alguien la molesta no dude en avisarme, lo sacaré a patadas de ser necesario.
—No diga eso. No quiero ocasionar más problemas, ni mucho menos que alguien más pierda su trabajo.
—Usted estaba haciendo el suyo y ella fue quien llegó a interrumpir y atacarle, así que ella se lo buscó. Debo ser yo quien se disculpe por esa incómoda situación que enfrentó con mi empleada hace un momento.
—Agradezco su disculpa, pero usted no es quien debe darla. No se preocupe, ya el problema lo resolvió.
—Tiene razón. Esta tarde tenemos la reunión en el Hotel Riverbend. Recuerde que será mi acompañante.
—Sí, no lo he olvidado.
—La presentaré a todos como mi nueva y única asistente. ¿De acuerdo?
—De acuerdo — le añado el azúcar al café y se lo entrego.
—Me va a volver loco— dice, luego de darle un sorbo al café.
—¿Por qué?
—Con tanta dulzura— sonríe, y mirándolo bien, tiene una sonrisa muy encantadora.
—¿Dulzura? Oh, ¿hablaba del café? — caigo en cuenta y sonrío.
—Sí— da otro sorbo sin apartar la mirada de mí—, el café.
—¿Desea algo más?
—No, puede estar tranquila.
Toda la mañana permanezco leyendo documentos, atendiendo llamadas y dando citas. Pensaba también en la actitud que asumió con el incidente de la tal Irma. Su expresión lucía aterradora, aunque en realidad es muy amable. Jamás pensé que esa mujer sería capaz de intentar algo así.
—Luego del almuerzo iremos a otro lugar. Necesito que lleve la libreta de apuntes también— dice, levantándose de la silla.
—Siempre la cargo.
—Excelente. Ya nos podemos ir entonces.
—Su corbata está suelta— le aviso.
—No me había dado cuenta. ¿Sabe arreglarla?
—Sí, mi mamá me enseñó una vez.
—¿Puede?
—Por supuesto.
Busco concentrarme en el arreglo de su corbata, pero mis manos temblorosas no me ayudan en lo absoluto. Mi madre me enseñó a hacerlo hace mucho tiempo y, aunque recuerdo cómo, la corta distancia en la que me encuentro de mi jefe hace que mi cuerpo tiemble. De cerca luce más atractivo, a su lado soy como un topito debido a su estatura. Levanto la cabeza y cruzamos mirada por unos instantes, él sonríe como si nada estuviera ocurriendo. Antes me acercaba a algún chico de mi edad y huían de mí, la inseguridad era tanta en aquel entonces que, no sé cómo con el Sr. William no me siento así, es una sensación muy cálida y cómoda.
—Listo. Ya está arreglado — retrocedo.
—Es muy buena en todo lo que hace.
Me siento como una niña mimada, es la primera vez que alguien me halaga y aprecia lo que hago. No puedo negarlo, se siente bien.
En el almuerzo insistió pagar por mí, no me hace sentir bien que esto suceda, pero ¿qué se supone que haga?
—¿Cuánto tiempo lleva viviendo en Riverview? — pregunta.
—Dos años.
—Leí en tu currículo que eras de Puerto rico.
—Así es.
—Hablas muy bien el inglés para ser latina. Su acento es realmente muy lindo.
En un milésimo segundo todo mi rostro se calienta. Antes de poder agradecerle, un hombre algo mayor se detiene al lado de nuestra mesa.
—¡Qué grata sorpresa, papá! — comenta el Sr. William con una sonrisa.
—¿Tú qué haces aquí y con esta mujer? — fija su mirada en mí y guardo silencio.